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Alberto Mansueti
“Ontología” es la rama de la Filosofía que trata del ser de las cosas en general, su naturaleza, características esenciales, funciones y límites. Muchas confusiones, enredos y malentendidos acerca del Liberalismo Clásico se originan en una deficiente ontología de los mercados y del Estado.
Ambos, los mercados y del Estado (en realidad “los Gobiernos”), son sólo medios para solventar los conflictos humanos, evitando (o reduciendo, en el segundo caso) el recurso a la violencia. Hay otros medios: la razón, la política y el Derecho, pero para que el tercero sea realmente el “último recurso”, a emplearse después de la razón y los mercados (y la política, que es otro medio), debe apoyarse en el Estado. Es un ente “meta-mercado”, definido clásicamente por Max Weber como “monopolio (legal) de la coacción y la fuerza”. Porque de otra forma siempre quedaría abierta la posibilidad de recurrir al empleo (ilegal) de la fuerza bruta; y esa sería en efecto “el último recurso”. Pero es que además, para poder dar cumplimiento cabal y eficazmente a su misión, ese Estado debe reunir otra condición: ser neutral y “limitado” en funciones, poder y recursos. “Fuerte pero limitado”, como lo definiera también clásicamente Ludwig von Mises. Hoy no existe.
La necesidad de ese Estado “fuerte pero limitado” se demuestra a diario hoy por ausencia; en dos vías paralelas: A) La crisis presente en EEUU y Europa occidental, con mercados muy poco libres y demasiado Estado, lo demuestra del lado de acá de la ex “Cortina de Hierro”. B) La igualmente triste condición actual de la ex URSS y de los países antes socialistas de Europa Oriental, donde no hay mercados ni Estado institucionalizados, demuestra exactamente lo mismo, del otro lado.
A) De este lado, hay estatismo, y social-mercantilismo. En Europa occidental y en EEUU hay propiedad aún privada en buena parte, y Estado, pero no limitado a sus funciones propias, sino controlado por una mafia político-burocrática, asociada estrechamente a los grupos mercantilistas y socialistas corporativos: grandes empresas, sindicatos y colegios profesionales, partidos políticos (no privados sino estatales o quasi-estatales), las categorías étnicas y neo-tribalistas, las universidades, medios de prensa y “entretenimiento”, ONGs, y ahora clubes de fútbol y sus pandillas de fanáticos, etc. Tampoco tenemos mercados libres porque todos estos grupos instrumentan el Estado a su favor, para resolver sus conflictos de intereses y pasiones. En Latinoamérica tenemos una versión más informal de este corporativismo estatista: es la economía formal ligada al Estado, la parte “rica”.
B) De aquel lado, no hay mercados libres ni Estado. En la ex URSS y los países de Europa Oriental no hay mercados institucionalizados, eficaces y robustos, libres de violencia y fraude, porque no hay Estado. Hay el soñado “paraíso anarco-capitalista” de muchos “libertarios”: propiedad privada (de origen ex estatal en buena parte); pero sin Estado, en su lugar hay agencias privadas de servicios policiales y judiciales, tan anheladas por los “libertarios”. Sólo que se llaman “mafias”, y son pandillas armadas. Su ley es la de la selva: la del más fuerte. El “último recurso” es el cañón más potente, disparado por la mano más criminal. En Latinoamérica tenemos una versión más “suave” de este “anarco-capitalismo”: se llama economía informal, algo menos violenta, aunque más pobre.
El tipo de Gobierno fuerte pero limitado, en el contexto de una sociedad institucionalmente diferenciada, que propone el Liberalismo Clásico, es lo que no hay, salvo con una muy probable excepción: las ciudades y territorios capitalistas de China; pero no en el resto de ese inmenso país, aún comunista. El Gobierno limitado linda o limita con el anarquismo ahora “capitalista” por la Derecha (extrema), y con el estatismo o Estado “blando” y sin límites por la Izquierda (o más bien centro-izquierda). Para entenderlo bien, vale comenzar a nivel de la ontología, que trata de las cosas en términos de sus “categorías ontológicas”: orden, sistema, fines y propósitos; porque las cosas tienen formas y rasgos específicos, según su naturaleza, aptos para servir a sus fines y funciones; y tienen límites.
1) Distintas instancias sociales sirven para dirimir distintos tipos de conflictos. Los conflictos humanos son de muchas clases: de opiniones, intereses, pasiones o derechos. Y la razón es el medio ontológicamente más apropiado para resolver los conflictos de opiniones, con sus recursos a las definiciones precisas, y a las pruebas procedentes de la observación sistemática, acompañadas del razonamiento deductivo, inductivo o analógico. Y junto con la fuerza, la razón es la otra base del Derecho, que en esencia es la ley justa. Pero no todos acatamos siempre los dictados de la razón; por eso ella no se presta tan eficazmente para resolver conflictos de intereses o pasiones; los mercados son los medios ontológicamente equipados para ese fin, y cuando son libres, lo hacen a la perfección.
2) La política es inferior a los mercados, aunque preferible a la violencia. No pueden sin embargo los mercados cumplir sus funciones, cuando para resolver esos conflictos de intereses o pasiones se les ata sus manos “invisibles”, recurriendo para ello a las manos (visibles) de la política, un proceso de tipo manifiestamente muy inferior para decidir acerca de ese tipo de conflictos, aunque preferible siempre y en todo caso a la violencia, y más apto para decidir en ciertos conflictos de opiniones, aunque no de derechos, y sólo cuando no se quieren acatar las sentencias de la razón.
3) Como las mujeres y los varones, los mercados y los Gobiernos se complementan por oposición de naturaleza. El Estado y los mercados tienen dos series respectivas de rasgos funcionales, que los habilitan magníficamente para cumplir sus respectivos fines, y les prestan a cada uno su identidad, como puede verse en el siguiente cuadro sinóptico: IDENTIDADESTADOS,Gobiernos: municipales, regionales y nacionalesMERCADOS,Comercio, empresas privadas y libres1. PROPÓSITOSDecidir conflictos de derechos, con apoyo de la fuerzaDecidir conflictos de intereses y pasiones, sin apoyo de fuerza2. SISTEMAMonopolio legal, “último recurso”Competencia abierta, sin barreras de entrada/salida3. UNIDADUniformidad, y un cierto grado de centralizaciónDiversidad, descentralización4. FORMAAlta formalidad, solemnidad, se tratan crímenesMás informalidad, se tratan negocios5. ORDENJerárquicoPlano, consensual (unanimidad) o democrático (mayoría)6. DISCIPLINAVertical, por recompensas y sancionesHorizontal, por ganancias y pérdidas7. LÍMITESEl Estado no puede sustituir a los mercadosLos mercados no pueden sustituir al Estado
4) Los mercados y el Estado deben separarse. Pero el cabal y estricto cumplimiento de sus funciones respectivas exige rigurosa separación. El Estado debe servir a los mercados; y para ello debe distanciarse. Y los mercados han de pagar este servicio con impuestos; pero entonces deben hacer suficiente y abundante riqueza. Por eso toda esa cháchara de “sinergía” y de “cooperación entre Estado y empresa privada” no sirve para nada, excepto como cobertura y coartada ideológica para el corporativismo, sea mercantilista o sea socialista. Desde que el hombre es hombre, todas las sociedades han prosperado y avanzado por diferenciación progresiva, transitando desde estados más homogéneos o indiferenciados, hasta otros cada vez más heterogéneos o institucionalmente diferenciados.
5) El estatismo va contra la ontología: es antinatural. La razón de fondo por la cual el estatismo fracasa en todas partes y miserablemente, es ontológica. El estatismo es un loco y vano intento por llevar al Estado a funciones que no son las propias: practicar el comercio y la banca, enseñar a los niños y a los jóvenes, curar a los enfermos, cuidar a las viudas y huérfanos, tareas para las cuales la fuerza no es necesaria. Bastan los intercambios voluntarios, y el Derecho, si y cuando hay conflictos de derechos respectivos, y apenas la dosis de fuerza que va junto a la ley justa para respaldar su aplicación, sólo en tales casos. El Estado puede cumplir con sus funciones propias porque sus rasgos típicos, como son el monopolio, la uniformidad, la solemnidad y la jerarquía vertical, etc., se prestan muy bien a la tarea, por ello se dice que son “funcionales” para sus fines específicos: seguridad, diplomacia, tribunales, contratación de obras de infraestructura, recolección de impuestos. Pero para otros fines, son por completo disfuncionales, paralizantes, perturbadores, empobrecedores y destructivos.
6) El anarco-capitalismo también es anti-ontológico, e inconsistente. Del otro lado, la cháchara economicista del “anarco-capitalismo” no se sostiene: sin Estado limitado a su función de hacer respetar el Derecho no hay propiedad privada ni mercados libres, ni progreso ni civilización posible. Es otro loco y vano intento, éste para hacer que los mercados cumplan funciones que no son las suyas propias. Todas las disciplinas científicas tienen límites; y el instrumental de la Economía, como de cualquier otra, no es idóneo para tratar asuntos y materias más allá de la esfera de su competencia, y propias de las Ciencias Políticas, la Sociología, la Historia e incluso la Filosofía, rama del saber encargada, entre otras cruciales tareas, de declarar los límites para cada una de las otras, desde una panorámica más abarcadora, por más general, universal y abstracta. Luce indigno de economistas brillantes, cultos e inteligentes, ese reeditar las absurdas y ridículas especulaciones de Karl Marx, Engels y otros comunistas primitivos sobre “la futura desaparición del Estado”, pero esta vez a cargo no ya del proletariado sino de unos capitalistas (¿¡!?), nadie sabe cuáles, que nos librarían del estatismo juntamente con el Estado, pero nadie sabe cómo ni cuándo.
7) El “libertarianismo”, enfermedad infantil del Liberalismo Clásico. El anarquismo tampoco sirve para nada, excepto como cobertura y coartada ideológica para esa irresponsable y cobarde “retirada” de la acción política. La política es esa acción humana, también “meta-mercado” en su naturaleza, y “conservadora” en su propósito, que no todos los economistas entienden, pero que es capaz de poner contrapeso y freno a los grupos estatistas, y coto al estatismo. Y así de esta manera conservar al Estado contenido dentro de su perímetro, permitiendo la existencia de mercados libres de violencia y engaño, y respeto generalizado por la propiedad privada, bases del adelanto y la cultura. El proceso político es la única instancia social capaz de contener al estatismo, una vez que el Derecho y el mundo académico han sido secuestrados por el Estado mafioso; en el primero se desapareció a la Justicia, y en el segundo se aniquiló a la Filosofía, y ya no se respeta a la razón, ni se acata hidalgamente el fallo de la Ciencia.
8) Descartada la violencia sólo queda la acción política. En este nuestro caso, de grupos inspirados en el ideario del Liberalismo Clásico. Acción firme, decidida e inteligente, en la arena política, la de los partidos (privados) y las elecciones. Acción valiente, no huidiza, ni comodona. Y por supuesto, con la ayuda y cooperación indispensable de las iglesias y confesiones religiosas que puedan entender que en la religión judeo-cristiana hay una razonable defensa de la civilización, y quieran movilizarse para la resistencia, conociendo que corrientes como el relativismo posmodernista y el nihilismo destructivo extienden sus ataques a valores que van mucho más allá de los mercados, la economía y la política. Política y religión, dos cosas que muchos “libertarios” desprecian, ignoran y calumnian. En todas partes ese anarquismo impide despegar a los grupos liberales. Se cumple el axioma de Milton Vela: “Los peores enemigos son los malos amigos”
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