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“Manifiesto Liberal”, Cap. 4

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CAPÍTULO CUATRO: PRINCIPIOS, NORMAS Y VALORES

“Visión y Misión” no tenemos, porque no seguimos las modas en la forma de hablar, mucho menos de pensar. Tampoco declamamos “principios y valores” sin normas, porque sin normas, los principios y valores se quedan en mera retórica. Tenemos Principios, Normas y Valores.

“Principio” es una premisa; “norma” es una regla de conducta; y “valor” es un bien a que se aspira. Todos los principios, tanto los reales y verdaderos como los falsos, se concretan y encarnan en normas, que aspiran a la realización de valores. ¿Cuáles? Esa es la cuestión. Porque principios reales y verdaderos inspiran normas justas, que apuntan a fines realmente valiosos; no así en caso contrario. Por eso los estatistas hablan de “principios y valores”, pero no dicen cuáles.

Como bases de nuestro Plan Político y Acción de Gobierno, tenemos los pilares y fundamentos liberales, de los cuales este Capítulo es una Exposición documentada y razonada. Aborda temas de Economía, Derecho, Ciencias Políticas, Filosofía, y Teología, que son inescapables. Comienza con un poco de historia, aunque con indispensables referencias al presente.

I. PRINCIPIOS Y VALORES

“¿En qué país se aplica o aplicó esta fórmula?”

Es lo primero que la gente pregunta al oír sobre Gobierno Limitado. Hoy los ejemplos no abundan, por desgracia, porque el estatismo reina por doquier, y por eso es que hay tantos y tan serios y graves problemas y crisis en todas las naciones. Aunque se pueden mencionar las ciudades libres y Zonas Especiales de China, que sacan al inmenso país del socialismo, la miseria y el atraso.

Los mayores éxitos del capitalismo liberal están más en la Historia que en la Geografía; la historia de Suiza, Holanda, Escocia e Inglaterra, los países ricos de Europa Occidental, y EEUU, que hace 400, 300 o 200 años aplicaron principios, instituyeron reglas y persiguieron valores del Liberalismo Clásico; ¡así se hicieron ricos! Pero esos mismos países, a lo largo del s. XX, mucho se han alejado del Gobierno limitado, adoptando los falsos principios y valores del estatismo, y sus injustas reglas; y por eso es que encaran tantas dificultades ahora. No hay ejemplo de estatismo exitoso, ni en la Geografía actual, ni en la Historia pasada.

El ideario de la libertad

El Liberalismo Clásico resulta en el capitalismo liberal, acerca del cual la gente tiene muchas dudas, reservas y objeciones, porque hay mucha confusión, enredos y malentendidos. Se dice por ej. que el liberalismo es “el ideario de la libertad”; y es así, pero es una declaración imprecisa y algo vaga, o al menos incompleta. El liberalismo hace de la libertad individual un principio y valor eminente, y del respeto a esa libertad, una norma fundamental. Pero también reconoce otros valores, como la justicia, el orden y la paz, que son inseparables de la libertad, y la prosperidad, resultado de todos ellos. Y todos proceden del respeto a la verdad objetiva, precondición para todos los demás valores.

Al liberalismo se opone el estatismo: la concentración de casi infinitas funciones, poderes y recursos en manos del Estado. El capitalismo liberal es lo contrario: Gobiernos limitados a la protección de la vida, libertades y propiedades, mediante el ejercicio de funciones públicas de defensa, judiciales, y obras públicas de infraestructura, con poderes igualmente limitados, y moderados impuestos. Sus detractores le llaman “Estado gendarme nocturno”, y le dicen “Estado-policía”, con desprecio; sin embargo la historia humana muestra que es el único capaz de brindar libertad, con justicia y orden, y en paz. Pero también muestra que esos valores son imposibles cuando cae abatida la verdad, un valor de orden superior, y víctima principal, como siempre, de la lucha contra la razón.

Con un gobierno limitado en lo político, por consecuencia hay mercados libres en lo económico; y respeto a los derechos de propiedad privada. Por consiguiente todas las instituciones privadas -y no sólo las económicas- están separadas del Estado; y las funciones sociales, poderes y recursos para cumplirlas, están desconcentrados en la sociedad, divididos entre los sectores público y privados. Al libre mercado llaman “capitalismo” sus enemigos, con desdén. Sin embargo es lo único que trajo prosperidad económica a las naciones ricas.

Tres pilares

“Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables” dice el Preámbulo de la Declaración de Independencia de EEUU. Es el viejo credo del calvinismo político (“puritano”): el ser humano tiene inalienables derechos naturales a la vida, la libertad y la propiedad; aunque no por sus propios méritos, sino porque le han sido “dotados” por Dios. Y por eso son “inalienables” es decir, indelegables, inexpropiables e irrenunciables.

La igualdad liberal es la igualdad de derechos, ante la ley, pero ley pareja e igual para todos, general, no leyes especiales para tales o cuales personas, grupos, empresas o categorías. No es igualdad de resultados, mediante la ley, que sería injusto, porque no todos pueden aspirar a obtener los mismos frutos de su esfuerzo, trabajo, empeño, diligencia, laboriosidad, prudencia, etc. Es de justicia que más reciban quienes más trabajan, y más se empeñan, y toman sus decisiones con prudencia. Tampoco es igualdad de oportunidades, porque no todos tenemos los mismos “dones” naturales o talentos. Ni mucho menos igualdad de privilegios, estilo socialista.

Pero entonces, ¿en qué somos iguales los humanos? Sólo en los tres derechos: a la vida, libertad y propiedades. Por eso tenemos derecho a un Gobierno limitado nada más que a su defensa; derecho a los mercados libres de violencia y fraude; y derecho a disfrutar en paz de la propiedad privada.

Los tres pilares del Liberalismo Clásico son:

1) Gobierno “limitado”, que significa limitado a la sola defensa de los tres derechos. Y sólo con los poderes, atribuciones y competencias que son indispensables a esos fines. Y asimismo, con los gastos y recursos indispensables a esos fines.

2) Mercados “libres”, esto es, libres de violencia o fraude: el Estado debe intervenir con la policía y la justicia cuando se comete un acto de violencia o fraude; ese es precisamente su rol “subsidiario”; y no es emprender o financiar negocios no rentables con dinero de los contribuyentes. He allí la gran confusión sobre el tan famoso y mal entendido “rol subsidiario del Estado”.

3) Propiedad “privada” significa lo que es “propio”, en latín “proprius” es lo opuesto a “communis”; por eso la expresión “propiedad privada” es un pleonasmo, así como “propiedad comunitaria” (o común, colectiva o social) es una contradicción en los términos. Según John Locke la “propiedad” del trabajo implica la de sus frutos, y el derecho a “apropiarse” cada quien de los frutos de su trabajo, de “dis-frutarlos” privadamente.

“Cuidar y labrar el huerto” (Génesis 2:15) es un derecho natural, es mandato de Dios: ganar el pan “con el sudor de tu frente” (y no del contribuyente, Génesis 3:19). Y por eso según Frederic Bastiat la propiedad es anterior a la ley y al Estado: “No hay propiedad porque hay leyes; al contrario: hay leyes porque hay propiedad”. Lo mismo pasa con la familia, la empresa y la escuela.

Siete Fundamentos

Los enunciados de los tres pilares se pueden expresar también así:

1) Derechos humanos a la vida, libertad y propiedad.

2) Separación de lo privado, que pertenece a la sociedad civil y a sus instituciones voluntarias, y lo público, que pertenece al Estado.

3) Gobierno limitado a los fines de la protección de los derechos humanos, mediante sus funciones en defensa y seguridad, tribunales de justicia, y obras públicas de infraestructura.

4) Gobierno limitado en sus facultades y poderes, y en sus gastos y recursos, a los estrictamente necesarios para el cumplimiento de sus fines y funciones.

5) Mercados libres de violencia y fraude.

6) Propiedad privada de la propia persona, sus bienes y contratos.

7) Devolución a las instituciones privadas de la sociedad civil –familias, iglesias, escuelas, empresas, partidos y demás asociaciones voluntarias– de todas las funciones y actividades, poderes, libertades y recursos actualmente usurpados por el Estado. Ese es nuestro Programa de Gobierno.

Estatismo

El Gobierno estatista ¿te reconoce derecho a la propiedad privada? Te dice: “Sí; pero la vas a compartir conmigo, mediante todos los impuestos y cargas que yo te decrete, a través del Congreso, del Ministerio de Finanzas, del Trabajo, del Banco Central etc.” ¿Te reconoce derecho a la libertad? Te dice: “Sí; pero yo te diré con cuáles límites, prohibiciones y restricciones, mediante reglamentos de los tales Ministerios, y además los del Interior, Justicia, Comunicaciones, Transporte, Relaciones Exteriores, Culto, Medio Ambiente, etc.” ¿Y el derecho a la vida?” Te dice: “Sí; pero yo te diré cómo vas a vivirla, a través de esos mismos Ministerios, y los de Educación, Cultura y Bellas Artes, Salud, Familia, Mujeres y niños, etc.”

Irónicamente, los Gobiernos sin límites declaran una larga lista de “derechos” adicionales: al empleo, a la educación, a la salud, a la vivienda, transporte (¿?), etc., que no son realmente derechos humanos. Constituyen una suma de bienes y servicios, que para otorgarlos el Estado a algunas personas, debe despojar a otras de lo suyo, mediante impuestos u otras expropiaciones. Son en realidad meros pretextos para arrogarse los gobiernos más poderes y más recursos.

1) Los Gobiernos sin límites se arrogan una larga lista de funciones; y para cumplirlos exigen una larga lista de potestades, atribuciones, derechos y competencias, que ahogan nuestra libertad individual; y exigen una no menos extensa lista de impuestos, que nos empobrecen económicamente.

2) Los Gobiernos sin límites estrangulan a los mercados con sus toneladas de reglamentaciones; y los empobrecen con su enorme carga tributaria.

3) Con sus impuestos, el estatismo te confisca buena parte de tu propiedad privada; y con su carga reglamentarista, te expropia buena parte de tus derechos sobre la exigua parte que te queda.

II. HISTORIA MUNDIAL

Biografía del liberalismo

Los pueblos de la Antigüedad, en Oriente y en Occidente, no conocieron este sistema liberal, con una excepción: la nación hebrea, bajo las instituciones y leyes del Antiguo Testamento, que le llevaron a la grandeza mientras fueron observadas, y al colapso cuando fueron olvidadas. Después en la España medieval, los reinos visigodos cristianos y los “taifas” (musulmanes), con mucha influencia judía en unos y otros, siguieron más o menos el modelo bíblico, con éxito notable. No sin polémicas, agudos conflictos y guerras, el Gobierno limitado fue consagrado en los “Fueros” o estatutos de muchas villas, ciudades y regiones de la península ibérica, aún antes de la “Carta Magna” del rey inglés Juan Sin Tierra (1215). Y hoy la Comunidad Autónoma de Madrid es la que mejor funciona en la España actual, presidida por la Sra. Esperanza Aguirre, aplicando criterios más liberales y más alejados del estatismo que en el resto de su país.

En la Baja Edad Media también se practicó en las ciudades de la Liga Hanseática (Alemania) y Liga Lombarda (Italia), con tanto éxito que constituyen hoy referencia para muchos políticos liberales centroeuropeos, ante las arremetidas totalitarias de la Unión Europea y la ONU. Hay afinidad entre el sistema liberal de gobierno y el “autonomismo” de ciudades y regiones que han experimentado los beneficios del respeto a las libertades individuales en sus “Cartas” o Estatutos especiales; por eso hoy el tránsito de China al capitalismo es gradual, por ciudades y regiones, como también en la India, aunque en menor medida. Así sería en el Perú, como proponemos los Nuevos Liberales.

En el plano teórico, ya en los siglos XVI y XVII esta “doctrina bíblica del Gobierno” fue explicada y sistematizada en España, por los tratados del Padre Juan de Mariana y de muchos otros maestros católicos dominicos y franciscanos de la “Escuela de Salamanca”. Pero luego llegaron la autocracia y el absolutismo a España, y a toda Europa, y con ellos la unión del Estado y la Iglesia. Y bajo el mercantilismo, también la unión del Estado y la economía.

Reforma Protestante

Con la Reforma religiosa se volvió paulatinamente a la separación de lo público y lo privado, al menos en parte, en el mundo protestante. La influencia cristiana se vio en Escocia e Inglaterra, en tiempos de Oliver Cromwell y la Guerra Civil de los “puritanos” (calvinistas), que juzgaron y decapitaron al Rey Carlos I y decretaron la República (1649); y de la Revolución Gloriosa de 1688, cuatro décadas después, inspirada en las mismas ideas, trasmitidas por John Locke.

También fue grande esta influencia cristiana en la Confederación de Los Trece Cantones suizos (1481-1792); y en los Países Bajos, cuando declararon su independencia de España (1581), y tras la Guerra de los 80 Años (1568-1648) dio comienzo el “Siglo de Oro” de las Provincias Unidas, en aquel entonces lo que hoy es Holanda y Bélgica. Y en EEUU de América desde mucho antes de 1776, cuando los peregrinos del “Mayflower” (1620) y las 13 Colonias sancionaron sus Pactos políticos (“Covenants”) al estilo Deuteronomio, y sus Constituciones. Seguían el modelo de distribución del poder entre los Pastores o Presbíteros, los Ancianos y Diáconos, y la Asamblea (Ecclesia) o Congregación, consagrado en las Cartas y Estatutos de sus Iglesias y Denominaciones. De gran influencia fueron además las obras constitucionales de Sir William Blackstone (s. XVIII) modelo de jurista cristiano.

De modo que esta corriente de pensamiento liberal tiene raíces muy viejas, y muy hispánicas. No empieza en el mundo anglosajón, como se dice con ligereza; ni en 1776, cuando por fin se separaron las colonias americanas de Inglaterra, y se publicó “La Riqueza de la Naciones” de Adam Smith. A fines del s. XVIII no existía la palabra “liberalismo”, que comienza a rodar en el año 1812, cuando las Cortes de Cádiz (España), sancionaron una Constitución consagratoria de muchas normas y reglas de Gobierno Limitado. Pero ya en esta época comienza la mala influencia de la Revolución Francesa (1789), la más antiliberal de toda la historia hasta la Revolución de Octubre (1917) en Rusia, y la toma del poder por el nacionalismo socialista de Adolf Hitler (1932).

Liberalismo clásico

En el s. XIX, al calor del Romanticismo y el nacionalismo, las ideas socialistas comenzaron a ganar prestigio, primero entre los cristianos evangélicos, que malinterpretaron el Nuevo Testamento, y después en la opinión general. La defensa del Gobierno limitado fue entonces abandonada por buen número de escritores y líderes cristianos, y retomada por académicos y economistas embarcados en corrientes no afines al cristianismo histórico, como p. ejs. el racionalismo de René Descartes, el empiricismo sensualista de Hume, el criticismo idealista de Kant, y el utilitarismo de Bentham, filosofías que han demostrado ser demasiado endebles para semejante tarea.

En otras palabras: hace unos 200 años hubo un gran divorcio entre el Cristianismo y su pensamiento político histórico: la doctrina bíblica del Gobierno Limitado. Esta pasó desde entonces a ser conocida como “liberalismo”, a partir de 1812. Las consecuencias de este divorcio fueron funestas y terribles para los cristianos, para el Gobierno limitado, y para todo el mundo:

1) Por una parte, al abrazar los cristianos en masa el estatismo y el socialismo, tras sus líderes, transmitieron a estas nefastas doctrinas inmerecida legitimidad moral, vigor y vigencia, y les llevaron a la popularidad y al poder, por desgracia; 2) por su lado, los filósofos, economistas y pensadores liberales, mal parados en suelo frágil, no fueron custodios efectivos de semejante patrimonio intelectual y político. Los mercantilistas les desplazaron en el campo de las Derechas, y por la Izquierda los socialistas les despojaron de cátedras y posiciones en la docencia, en los medios de prensa, en cargos políticos, y hasta del nombre “liberalismo” se adueñaron, hoy sinónimo de “socialismo” entre los de habla inglesa.

Para colmo de males y aumento de la confusión, desde comienzos del s. XX, y para disimular sus posturas aún controversiales, muchos socialistas comenzaron a proclamarse “liberales”. Así; desde mediados del s. XX hasta hoy, en el mundo angloparlante “liberalismo” equivale a socialismo. Y la doctrina del Gobierno limitado es defendida por un liberalismo que se apellida “clásico”, cuyos adeptos se llaman “conservadores”, aunque muchos conservadores en EEUU no son liberales clásicos: son mercantilistas, y para colmo imperialistas, partidarios del intervencionismo y la guerra por doquier. Ante esto, muchos liberales clásicos se llaman “libertarios”, aunque muchos libertarios no son liberales clásicos: son anarquistas. Y muchos de estos anarquistas son ateos; lo cual no sería un problema, si su anti-teísmo no fuese mayor que su anti-estatismo.

¿Y América latina?

No tuvimos Reforma Protestante. La separación de la Iglesia (católica) y el Estado fue aquí con políticos anticlericales, y muchos anti-religiosos, auto-definidos como liberales, pero ajenos a la tradición del Gobierno limitado, e inspirados en la filosofía positivista de Comte y Spencer.

Para los herederos intelectuales y políticos de esta tradición, las expresiones “laicismo” y “Estado secular” no significan separación de Iglesia y Estado, con neutralidad del Gobierno en asuntos de fe, credo y conciencia; significan expulsión del cristianismo, del pensamiento cristiano y de la religión misma de la arena política y la vida pública. (Hoy en día hay también mucho cristiano “pietista” que se auto-expulsa y auto-margina a sí mismo de la política; con lo cual contribuye a perpetuar el estatismo. Pero ese es otro tema, el tema del Cristianismo Histórico y sus deformaciones posteriores, aunque con implicaciones ideológicas y políticas.) De todos modos el liberalismo clásico es desconocido en Latinoamérica; tanto como el capitalismo liberal.

Hay exceso de confusiones; se dice por ej. que el liberalismo demanda “reglas claras” para los mercados, olvidando que los mercados necesitan reglas justas, y no sólo claras. Se dice que el liberalismo es “tolerancia”, pero se confunde tolerancia con relativismo.

III. ABC DEL LIBERALISMO CLÁSICO

Individualismo, mercado y democracia

El liberalismo clásico es individualista, porque defiende las libertades y derechos individuales, y se opone al nacionalismo tribal, al racismo, al clasismo y a todo colectivismo; pero no porque abomine de la familia, empresas y asociaciones voluntarias, como el estatismo, que glorifica los colectivos nación, pueblo y Estado, en desmedro de los más pequeños y cercanos, naturales o voluntarios.

El mercado es el orden de los intercambios voluntarios, los precios y la división del trabajo. Es un orden “espontáneo”, tendencia natural entre las gentes respetuosas del prójimo, de su vida y de su propiedad. Pero hay asimismo en la naturaleza humana otra tendencia espontánea: al saqueo y a la violencia, que se manifiesta “naturalmente” en el estatismo.

El liberalismo clásico no idolatra el mercado, como le acusan sus oponentes. El mercado expresa las preferencias de la gente en sus ofertas y demandas de bienes y servicios. Y esas preferencias no siempre son sabias, justas o éticas; muchas veces ni siquiera son racionales. Pero si los mercados se dejan abiertos y libres de intrusiones gubernamentales, las ofertas se adaptarán mucho mejor y más rápido a las escogencias de la gente, cualesquiera estas sean, buenas o malas, racionales o locas -y con menores costos- que si el Estado interfiere; y si bien las demandas populares no siempre son por lo bueno, lo verdadero, lo justo o lo bello, el Gobierno no es mejor juez que la mayoría.

Por eso el liberalismo clásico tampoco idolatra la mayoría, ni la democracia, porque el pueblo se equivoca, no es infalible; por eso desconfía de la democracia pura –que puede degenerar en saqueo- y simpatiza con la vieja forma de gobierno “mixta” (no puramente democrática), en la cual muchas autoridades se escogen no democráticamente, como incluso ahora en el estatismo los mandos militares y policiales, y los jueces. Sin embargo, hoy la mayor parte de los pensadores liberales acepta la democracia y sus reglas, como la menos mala de las alternativas.

“Tolerancia” no es relativismo

¿Es el liberalismo una filosofía de tolerancia? Sí; pero “Tolerar” según el DRAE es “permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente.” Tolerancia no es obligación de aprobarlo todo, indiscriminadamente y sin criterio. En las “Cartas sobre la Tolerancia”, de John Locke (1690) se nos habla de una tolerancia religiosa, más o menos equivalente a “secularismo”, pero en el sentido de Gobierno neutral en asuntos de fe, credo y conciencia, sin interferencia en aquellos asuntos de religión y de moral que son propios de la esfera privada.

Esa “tolerancia” era la misma doctrina calvinista sobre la división de funciones entre el Estado y la Iglesia, para tratar el primero “con las manifestaciones más groseras del pecado”, que son anti-sociales, como p. ej. homicidios, robos y hurtos, agresiones, fraudes y estafas, y poco más que eso, mediante la fuerza pública; y la segunda para tratar con otra clase de problemas como abuso de licor, adulterio, prostitución, juego, etc., no mediante la violencia, sino con la persuasión y el ejemplo de la temperancia. En esta separación de roles y funciones, la enseñanza y obras de caridad no son del Estado sino de la familia y la Iglesia, y por ende actividades a desarrollarse no en régimen de monopolio.

En el s. XIX el libertario Lysander Spooner (EEUU) retoma este concepto y separa los vicios de los delitos: los vicios son inmorales porque la persona se daña a sí misma, pero no a otras. Los delitos son inmorales porque la gente se daña a sí misma y a la vez a otras, y por eso requieren legislación. Toda legislación es sobre moralidad: las diferencias se plantean en torno a si ciertos actos, considerados inmorales -al menos por algunos- deben o no deben ser penados como delitos o conductas punibles. El jurista alemán Georg Jellinek lo puso así: “El Derecho (el Estado) exige un mínimo de Ética”. En tal sentido la doctrina liberal es de tolerancia.

Pero hoy, el dominante “Pensamiento Flojo” cambia los significados de las palabras; y da a la “tolerancia” otro sentido, romántico y posmodernista, equivalente a Relativismo, afirmando que sólo conocemos relaciones, no objetos, y la realidad consiste en las meras relaciones entre los fenómenos. Por eso “todo es relativo”, no hay verdades absolutas, ni siquiera existe “la verdad”; y así la doctrina del Gobierno limitado deja de ser tratada como una verdad objetiva, y queda indefensa.

Sentido común, progresismo y anarquismo

Algunos llaman al Gobierno limitado “la política del sentido común”; y lo es en cierto modo: lo que afirma es que en fines y funciones, y en poderes y gastos, el Gobierno debe limitarse a aquello que puede hacer y nada más. Que se limite a pagar soldados, policías y jueces, para cuidarnos, y cuidar nuestras propiedades; y a hacer calles, caminos y puentes, embalses y represas que nos resguarden de las fuerzas bravías de la naturaleza. De resto: instituciones privadas. Simple, pero no “simplista”: es una doctrina recia, lógica y bien definida, estructurada y articulada; delineada por una larga tradición intelectual; y harto confirmada por la experiencia histórica, por lo cual es verdadera.

Liberalismo no es relativismo; tampoco “liberalism” equivalente anglosajón de socialismo democrático o “progresista”. Mucho menos ese absurdo que llaman “anarco-capitalismo”, una contradicción desde los términos, porque anarquismo es “No Gobierno”, y capitalismo es economía “libre” de violencia y fraude, para lo cual se requiere de un Gobierno que excluya la violencia y el fraude de las relaciones sociales, y que se abstenga de practicarlos.

¿Cómo se mantiene limitado un Gobierno?

Esta es otra pregunta que siempre hacen las personas, en particular los anarco-capitalistas, que no creen en el Gobierno Limitado. La respuesta es: vigilándole atentamente. A Thomas Jefferson se atribuye la frase: “El precio de la libertad es la vigilancia permanente”. Pero es a los ciudadanos a quienes corresponde esa vigilancia, mediante los partidos, como James Madison aclaró en “Papeles del Federalista” (1787): son los ciudadanos informados, conscientes y responsables quienes ejercen esa vigilancia, desde el Congreso; pero nada pueden hacer sin un movimiento o partido dispuesto a combatir por la libertad.

El problema es que los portavoces liberales, confundidos muchos por el Relativismo, e influidos por la tonta actitud antipartido y antipolítica de la clase media, son incapaces de crear y desarrollar ese partido. Por eso no tenemos libertad, ni tampoco los demás valores que andan, siempre y en todas partes, de la mano con la libertad.

Realismo filosófico

El relativismo es el extremo del idealismo, una de las dos grandes corrientes de la Filosofía. Es la filosofía Antropocéntrica, centrada en el Hombre. “El hombre es la medida de todas las cosas”, según Protágoras. Nos hace creer que como cada persona tiene su opinión, y “no podemos saber quién tiene razón”, todas las opiniones son valederas, no hay una verdadera y las otras falsas. Y como los sentidos y la razón pueden engañarnos, no son confiables; por tanto “la verdad no existe” (agnosticismo); y si existe no puede conocerse (escepticismo). Existe “la verdad para mí; o sea mi verdad, y la tuya” (subjetivismo). Y existen las emociones y los sentimientos (romanticismo); y las experiencias personales, únicas e intransferibles (existencialismo).

El Realismo es en cambio la filosofía Ontocéntrica, centrada en el Ser, en la Realidad. Las opiniones que coinciden con la realidad son verdaderas (objetivismo); las otras son equivocadas o falsas. Y sí hay un modo de “dis-cernir” la diferencia; es investigando concienzudamente todas las proposiciones, confrontando estas entre sí, y con la realidad, en tanto esta puede ser observada, experimentada, y medida empíricamente, con los sentidos; y ser analizada, pensada y juzgada, con la razón, hasta dar con la verdad.

El Liberalismo Clásico entronca con el Realismo, que algunos llaman “filosofía del Sentido Común”; y lo es en cierto modo. Pero por favor no confundirlo con materialismo: “la única realidad es la materia”; o con naturalismo: “no hay más realidades que las naturales”, ni con sensualismo o empiricismo crudo: “sólo podemos conocer lo que podemos ver, oír, tocar y medir”.

IV. LIBERALISMO Y RELIGIÓN

Iglesia y Estado

La separación de Iglesia y Estado es un principio capital del Cristianismo Histórico y a la vez del Liberalismo Clásico, y es base de la libertad de culto, la madre de las demás libertades.

Este principio de separación Iglesia-Estado tiene unos fundamentos bíblicos muy sólidos, p. ej.: “Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22: 21) lo cual implica: “al César, lo suyo (lo que es de Justicia), y nada más”. Separadas estaban la Iglesia del Estado desde tiempos de Melquisedec y Abraham, hasta los días de Caifás y Herodes, pasando por Aarón y Moisés, y por la separación y consagración de los levitas (la tribu de Leví), dedicados exclusivamente al culto del Templo; no a las funciones defensivas y judiciales, propias del Estado.

Religión y Política

La de Mateo 22: 21 es una declaración religiosa y política al mismo tiempo. Y lo sería igualmente si dijera al revés: “Al César lo que es de Dios, y a Dios lo que es del César.” Porque Religión y política siempre se entrecruzan, enredan y atraviesan, para bien o para mal, y separarlas es imposible; a diferencia de Iglesia y Estado, que pueden (y deben) separarse.

En materia de religión, cada quien tiene la suya, o de todos modos tiene sus creencias, convicciones y opiniones; y hasta los ateos y agnósticos tienen las suyas, las declaren o no. Pero las opiniones en materia de religión, tiñen siempre e inevitablemente las opiniones políticas, por ej. las opiniones laicistas (o sea: enemigas de la presencia de las iglesias en la arena política) o liberales (o sea: tolerantes al respecto).

Cada quien tiene sus opiniones políticas, pero no sin presupuestos e implicaciones de orden religioso. P. ej. los liberales creemos que al César no le pertenece lo que no es suyo; lo dice el Evangelio. Pero los anti-liberales creen que al Estado le pertenece todo lo que es “importante”; entonces el poder político ha de abarcar universalmente todos los aspectos de la vida, desde los negocios y la economía, hasta la salud y la atención médica y odontológica, pasando por la educación en todos sus niveles, etc., porque ¡todo es “importante”! De esta forma suponen al Gobierno civil capaz de poseer unos poderes extraordinarios y casi sobrenaturales para gestionar, supervisar y controlar toda la nación. ¡Le hacen un Dios! El estatismo es nada menos que una religión, y su dios es el Estado; así como la Democracia puede ser la religión cuyo dios es el Pueblo (o la Mayoría). Y coexisten ambas, porque como todas las religiones falsas, son politeístas.

De política todos opinamos. Aún los “apolíticos” que no se involucran y dicen no simpatizar con partido alguno, tiene sus creencias y opiniones sobre Gobierno, economía, etc. …y sobre separación o unión entre Iglesia y Estado. Y en caso de admitir la unión de Estado y educación, sobre si la enseñanza pública ha de ser religiosa, como opinan los clericales; o no religiosa. O si los clérigos -sacerdotes y pastores- pueden ser candidatos políticos, o solamente los laicos, como opinan los anticlericales. Todas son opiniones políticas, pero sobre asuntos de religión, al menos en la vida pública.

Los cristianos y el liberalismo

Hay también muchas opiniones acerca de Dios: si existe o no, si hay muchos o sólo uno, o si es el Dios de la Biblia o es otro, u otros, si la Biblia se interpreta de una sola forma o de muchas maneras, etc. Incluso entre cristianos, cada quien tiene la opinión que juzga válida sobre Dios; pero si se es coherente, será determinante en sus creencias políticas.

Por ej. si se cree que hay Dios, que es real, y es el que la Biblia describe y explica, entonces es Soberano absoluto, por derecho de Creación. Y por tanto, siendo Dios el Legislador y Juez último del Universo, tiene la facultad de poner las reglas, sin dar cuentas a nadie, y entregar estas normas a la humanidad en Su Revelación escrita, de modo vinculante.

Si en cambio se cree que no hay Dios, o que lo hay pero no es el de la Escritura, o que es válido a cada quien interpretar la Biblia a su modo, gusto y parecer, entonces el hombre es soberano, no Dios. Y por consiguiente cada sociedad o nación puede darse la forma de gobierno que desee o le parezca mejor, limitada o no limitada, e incluso darse todas las naciones un Gobierno Mundial totalitario.

Esto implica que cuando no se es un cristiano consistente, se puede escoger cualquier ideología u opinión política: comunista, nazifascista, anarquista, socialista, demócrata, populista, mercantilista, o liberal. Pero un cristiano coherente sólo puede optar por el Gobierno Limitado.

Porque vamos, ¿qué dice la Biblia? Bien leías, las normas bíblicas son muy claras acerca de la política, el Gobierno y sus funciones, la ley, la autoridad y la justicia. Mandan separar a la Iglesia y el Estado, y dan al Gobierno civil (humano) funciones muy limitadas. Establecen que los gobernantes no deben concentrar demasiada autoridad, poder ni dinero.

¿Cómo se interpretaron históricamente esas reglas? Literalmente en la Cristiandad occidental, ¡y fue de gran provecho para Occidente! Hasta que llegaron los cristianos socialistas.

Porque los cristianos sabemos que la Ley no salva; pero eso no equivale a “la Ley no sirve”. La salvación es sólo por la soberana Gracia de Dios, y mediante la fe. Los preceptos bíblicos, jurídicos o solamente éticos, sirven a muchos otros propósitos, distintos, como p. ej. la buena conducta moral, la armonía conyugal y la integración de la familia, la sana educación de los jóvenes, la búsqueda de la verdad, la ciencia y la sabiduría (Proverbios), el éxito en los trabajos y negocios (Mayordomía); …y también el justo y buen gobierno de las naciones. Esa parte es “el Consejo de Dios a las Naciones”, en los primeros cinco libros bíblicos, reconocidos como autoritativos por las tres grandes religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islamismo.

V. NORMAS

Leyes y reformas

Un sistema se concreta, realiza y encarna en ciertas normas, determinadas leyes que rigen o pretenden regir la conducta. Buenos son muchos “principios y valores”; pero son mejores cuando se traducen en normas de conducta, generales o específicas, que representan a la vez incentivos y desincentivos para ciertos comportamientos esperados.

Por eso la Biblia no habla de “principios y valores”, sino de “Ordenanzas”, o sea “Estatutos, Preceptos y Mandamientos”, reglas del culto, de la ética, y del Derecho. Las normas que no reflejan principios reales, no son sabias ni justas, y no permiten alcanzar los valores verdaderos. Pero aún los valores verdaderos, sin normas eficaces, establecidas y dirigidas a su realización práctica, no se realizan. Sin normas, el discurso de los “principios y valores” queda en hueca retórica. ¡Por eso todo el mundo los declama y aplaude!

Los tres pilares del Liberalismo Clásico son principios y a la vez valores: Gobiernos limitados, mercados libres, y respeto a la propiedad privada. Pero también normas, éticas, y jurídicas, que reclaman leyes acordes, y reformas que les pongan en vigencia, una vez derogadas las contrarias. El estatismo también tiene sus principios y anti-valores: Gobiernos sin límites, mercados sometidos a la política, e irrespeto a la propiedad privada, concretadas en normas: casi toda la legislación actual.

“¿Por qué el Liberalismo no llega a la gente?”

Por muchas razones, que explicamos en la Portada del Manifiesto. Pero principal es que “el ideario de la libertad” es una frase retórica, que puede decir mucho a los ya iniciados, pero al resto le suena como librito de autoayuda.

La libertad es un valor que no se realiza aislado sino en compañía de otros como la seguridad, la justicia, el orden y la paz, y asimismo la prosperidad y la riqueza. A la gente hay que mostrarle cuáles son las políticas y medidas de privatización y desreglamentación, que permiten crear y distribuir la riqueza a través de los mercados. Y cuáles reformas concretas ubican al Gobierno en su justo lugar, logrando la convivencia armónica y productiva entre el Estado y los entes privados, y de estos entre sí, cada cual en lo suyo, que es el orden. Y cómo el orden engendra la paz.

Y la gente, de su parte, tiene que poner atención, y dedicar algo de tiempo y esfuerzo a escuchar el mensaje.

Ética y legislación

Nuestros países latinoamericanos están todos asolados por gravísimos problemas de inseguridad, pobreza, miseria y desempleo, que deberían ser los temas prioritarios en la Agenda Pública. No obstante, muchas gentes –clase media sobre todo– se inquietan sobremanera por los temas del aborto, la eutanasia, las uniones homosexuales y las drogas, y los ponen como primera y casi exclusiva prioridad en sus agendas. En especial muchos liberales, a favor de la legalización en estos cuatro puntos; y muchos cristianos, en contra. Pero ambos grupos coinciden en dar alta relevancia a estos temas.

Nosotros, Nuevos Liberales, damos prioridad a otros tópicos; no obstante, en estos tenemos un criterio también. Para comenzar: ¿no es arbitrario agrupar estos cuatro tópicos en una misma categoría? ¿Qué tiene que ver el aborto y la eutanasia, con la homosexualidad con las drogas?

Nos dicen que “moralidad”. Pero toda legislación es acerca de conducta moral y ética, tanto la que prohíbe el homicidio, como también la que proscribe el robo y el fraude en los negocios y la economía. No lo advierten quienes dicen “no se puede legislar sobre moralidad”. La Ley es un criterio ético, incluso al trazar la línea que deslinda y separa los vicios o meros “pecados”, de los delitos o crímenes: los primeros dañan a quienes los practican pero no a otros; los segundos en cambio perjudican a un tiempo a terceros. Por eso hay que tener mucha prudencia y cuidado al trazar la línea demarcatoria:

1) Adulterio. No está en la Agenda política porque hace tiempo no es delito, al menos en Occidente, aún cuando antes lo era en muchos países. ¿Por qué va aquí de primero aquí en nuestra lista? Para poner bien en claro que para los cristianos sigue siendo un pecado; y muy grave. Pero es consentido por los involucrados, y no debe ser penalizado; por tanto es un buen ejemplo de conducta pecaminosa mas no criminal.

2) Aborto. Eso es otra cosa. El ser humano embrionario es una persona entera, con toda su inherente dignidad. Y es por tanto sujeto del acto médico, y titular de derechos naturales inviolables, entre ellos el derecho a la vida. Por esa razón su eliminación física es un asesinato, y como tal es penalizado en todo el mundo civilizado.

3) Eutanasia. Una cosa es el suicidio y otra cosa el homicidio disfrazado. El suicidio es libre pues absolutamente nadie puede impedirlo, de hecho.

Pero el homicidio no deja de serlo al disfrazarse de “suicidio asistido” y ponerle el nombre griego de “eutanasia”, y practicarlo legalmente. Como es hoy en países donde los enfermos terminales temen acudir a los hospitales, porque saben que son cruelmente liquidados por razones “humanitarias”, o crudamente económicas. Su eliminación física también es un asesinato.

4) Matrimonio y familia. El matrimonio es la unión permanente entre un hombre y una mujer con vistas a formar una familia; y es un negocio privado. Como la propiedad y como la educación, a las que se liga íntimamente, es anterior al Estado, y está definido por la naturaleza; la ley no puede “redefinirlo”, así como no puede redefinir la propiedad, o la educación. La ley no puede por ej. redefinir la propiedad como “no privada”, “social”, o sea comunista. Ni puede redefinir la educación como la enseñanza que los alumnos imparten a sus maestros, contrariando la naturaleza de las cosas. Por la misma razón, tampoco puede redefinir el matrimonio como la unión permanente de dos hombres o dos mujeres.

Las uniones homosexuales no son matrimonios. Claro que no se les prohíbe; y muchas se acuerdan en contratos formales privados, notariadas como uniones civiles. Pero está mal que las leyes les declaren “matrimonios”, como si lo fuesen de verdad. O que se les permita “adoptar”, esto es, involucrar a menores de edad, que hasta hoy en día son incapaces de dar consentimiento válido para comprar o vender inmuebles, constituir sociedades o cualquier otro negocio jurídico. El matrimonio y la familia no deben ser re-definidos; deben ser re-privatizados, como la propiedad y la educación.

5) La “Guerra a la Droga” –parte del estatismo policial– es irracional, ineficaz y contraefectiva. El consumo, el comercio y la producción de “sustancias” debe ser re-privatizado. Porque la Prohibición genera oportunidades de ganancias extraordinarias para las mafias y pandillas violentas. Esto crea un “boom de oferta”: enorme presión a la venta de productos caros y adulterados, pero distribuidos. Así los Gobiernos contribuyen a acercar la droga a los jóvenes y a todo potencial consumidor. Se niegan a reconocer hechos muy evidentes, como que la Prohibición es un fracaso.

Tan fracaso como la “Ley Seca” de 1919: la Prohibición del Alcohol. El Gobierno de EEUU en 1933 admitió su fracaso con el licor y rectificó, pero con la droga no quiere rectificar, porque ha impuesto su política a los otros Gobiernos, que la han adoptado, pese a su fracaso, y pese a que ocasiona muchos problemas “colaterales”, p. ej. la alianza entre comunismo y narcotráfico.

VI. SISTEMA LIBERAL PARA EL PERÚ

Separación de lo público y lo privado

En el Perú y América latina hemos padecido toda clase de regímenes políticos y económicos, consagrados en cientos de Constituciones. En el s. XX tuvimos caudillos militares y mercantilismo típicos del s. XIX, en el s. XX tuvimos “democracias sociales” estilo República de Weimar, dictaduras tipo franquista o nazifascista, “radicalismo” afrancesado, social-cristianismo, infinidad de populismos, socialismos “moderados” y comunismos variopintos; e innumerables renacimientos democráticos “de contenido social”. Y ahora oscilamos como péndulo entre el mal llamado “Neo” liberalismo –o sea el mercantilismo de las democracias posmodernistas- y el Socialismo panteísta “del s. XXI”.

Común a todos estos “modelos” es el estatismo. Nuestra región es como un cine multi-salas que exhibe la misma película en distintos horarios, cambiando el orden de los rollos, y por tanto, de los episodios, en los diferentes países. Mismo libreto, mismos roles, distintos actores.

¿Algún sistema no probamos nunca? Sí. El liberalismo clásico, con los poderes públicos en la esfera pública, a cargo de las funciones estatales propias, sostenidas con tributos, o sea contribuciones “impuestas”. Y en la esfera privada conviven todas las instituciones privadas o particulares, para satisfacer muchas otras necesidades humanas de diverso género, financiadas con precios, y en competencia.

Si los poderes públicos se entremezclan y comprometen en los asuntos privados, como ocurre en el estatismo, desatienden y subvierten sus fines propios, y se someten a intereses y parcialidades; y las instituciones particulares, se inutilizan para sus fines y objetivos, y se esclavizan a los intereses partidistas, burocráticos, crematísticos, religiosos o ideológicos de sector. Por eso la separación entre la “res publica” y las esferas privadas es garantía de productividad y eficiencia económica, de sano orden político, de justicia y moral públicas, y de honestidad administrativa y pacífica convivencia.

Liberalismo no es democracia, pero la democracia puede servir

Más que una forma o sistema de Gobierno, la democracia es un método para hacer decisiones colectivas, y entre ellas la de escoger autoridades: por mayoría de votos, que es lo más aconsejable, dado que la unanimidad o “consenso” es prácticamente imposible en una sociedad. Pero no existen garantías de que la mayoría no se equivoque, como muchas veces ocurre.

La democracia responde a la pregunta “¿quién gobierna?” con la respuesta “los elegidos por el pueblo en su mayoría”. En cambio el liberalismo clásico responde a la pregunta “¿cómo gobierna?”, con la respuesta: “con poderes limitados y recursos limitados al cumplimiento de funciones públicas también limitadas”. Pero entre liberalismo clásico y democracia no hay contradicción, cuando la democracia es liberal. En una democracia es antiliberal o iliberal, se piensa que los elegidos del pueblo son infalibles, y por tanto deben gozar de poderes ilimitados y recursos ilimitados, a fin de dar cumplimiento a fines y funciones también ilimitadas.

La gente no conoce otra democracia que la estatista; por eso se confunde, y carga sobre la democracia, y sobre los políticos y los partidos, culpas que son sólo del estatismo. Este descrédito los políticos y los partidos es malo para la democracia, y urge ponerle su remedio, el verdadero.

Racionalidad, indispensable

El desprecio por la razón y por la verdad, es en el fondo un desprecio por la realidad que la verdad objetiva refleja, y que la razón humana es capaz de conocer –no a la perfección y sin dificultades, por supuesto–, y es la vía para todas las autocracias y totalitarismos.

Por eso, Benedicto XVI ha convocado a una firme resistencia contra la dictadura del “relativismo”. Esta corriente sostiene la siguiente falacia: dado que hay mucha discrepancia de opiniones, y no se sabe cuál es la verdadera, entonces no hay verdad objetiva, y si la hay no puede saberse. Lo cual es contradictorio: si es así como dicen los relativistas; ¿cómo pueden afirmarlo con tanta seguridad? Pero es que cuando el poder quiere ser total y absoluto, ve en la verdad un obstáculo, y en la razón un peligro, y no se detiene ni ante la lógica.

Los sofistas griegos fueron los primeros filósofos relativistas. Protágoras lo puso así: “el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto son, y de las que no son, en tanto no son”. Y Gorgias: “nada existe; si algo existe, no puede ser conocido; si puede ser conocido, no puede ser comunicado y explicado”. Los “escépticos” negaron la posibilidad de saber la verdad; esto es: de conocer la realidad. ¿Para qué la razón entonces? Con este pensamiento, es fácil entender por qué libertad y Gobierno limitado no prosperaron en la Grecia clásica, ni en la actual.

Con la Era Moderna comenzó un grande y fatal divorcio entre Ciencias y Humanidades. Los científicos, ingenieros y técnicos siguieron descubriendo la verdad y aplicando la razón en sus trabajos, inventos, descubrimientos e investigaciones; pero los filósofos y místicos siguieron desconfiando de la razón. Para los “nominalistas” no hay naturaleza, y por eso todo es convención, “consenso”; basta que nos pongamos de acuerdo en algo para que sea verdadero y legítimo, lo que sea. Para Renato Descartes el “yo” es el punto de partida. Y el de llegada es Immanuel Kant: la “metafísica” –u ontología: el conocimiento de lo real–, es imposible.

¿Conclusión? Nicolás Maquiavelo: no hay más autoridad que la del poder desnudo: la espada. O el cañón. Y su discípulo Luis XIV: “El Estado soy yo”; no importa si lo dijo o no, lo grave es que lo era. En el s. XIX el Romanticismo reeditó el desprecio por la razón y el relativismo, y exaltó las emociones y los sentimientos, de tal manera impulsó al socialismo y al nacionalismo, adulteró el liberalismo, y pervirtió al Cristianismo. Y ahora el “Posmodernismo” no es Posmoderno; es el viejo relativismo de siempre, otra reedición más de la antigua y perversa creencia de que “todo es relativo”, y verdad objetiva no hay, y si la hay, no sabemos. Esa creencia y el Liberalismo son enemigos mortales.

VII. PREJUICIOS A VENCER

Cuatro muy poderosos. (El orden de los factores no altera el producto en este caso):

1) El prejuicio antiliberal, firme en la gran masa de población, educada en la religión del estatismo. Prejuicio especialmente presente en muchos cristianos –católicos y no católicos–, educados en la Doctrina Social de la Iglesia católica estilo Democracia Cristiana –“la tercera vía”–; en el Social Gospel protestante; o al estilo Chávez: “Y le dije a Fidel: el socialismo es la parte práctica del cristianismo.”

2) El prejuicio anticristiano, arraigado en muchos “libertarios” y “demócratas” populistas, herederos todos del “liberalismo” latinoamericano del siglo XIX, más positivismo y radicalismo anticlerical que liberalismo, y del cual descienden por línea directa partidos como el APRA en el Perú, y el PRI, el radicalismo y el peronismo, Acción Democrática etc., también anti-liberales genéticos, todos.

3) El prejuicio anti-política y antipartidos, no menos arraigado en la clase media, confundida y atontada por los escándalos de corrupción, pero muy especialmente en la clase media evangélica; conectado el prejuicio anti-democrático de los “libertarios”.

4) El prejuicio antirracional, fomentado por el clima cultural del Romanticismo que nos marca desde la Independencia y se canta en las escuelas con la música de cada Himno Nacional; y que nos persiguió todo el s. XX desde los populismos igualitarios y redistributivos de todos esos caudillos, los Robin Hood criollos; y que no deja de perseguirnos ahora en el s. XXI desde el Posmodernismo.

Nadie dice que va a ser fácil. ¿Pero contamos contigo?

PARTE FINAL: CONVOCATORIA

CONVOCAMOS A TODOS quienes en el Perú y Latinoamérica se vean, entiendan y sientan identificados con las propuestas de este Manifiesto Liberal.

Pero muy especialmente convocamos: a los liberales; a los cristianos de todas las denominaciones e iglesias; y a los profesionales, técnicos, trabajadores, empresarios y clase media en general.

1) A los LIBERALES, porque ahora tenemos un Programa Político. Por primera vez en décadas, con propuestas liberales clásicas concretas, coherentes, factibles y atractivas: Devolución; derogación de las leyes malas; Cinco Reformas; “vouchers”; Salida china para la transición, comenzando por ciudades y regiones. Dejemos atrás las decepciones y frustraciones de experiencias anteriores fracasadas.

Convocamos a los liberales a combinar los estudios, la docencia, las investigaciones y las publicaciones con la acción política; ¡no son incompatibles! Como la económica, la política es una acción humana, y el liberalismo es una política, no una Ciencia o una Filosofía, como tampoco es una religión. La acción sin formación es equivocada e incluso perversa, pero la pura formación sin acción, es improductiva y estéril.

Convocamos a los partidarios del liberalismo clásico, expresado en este Manifiesto. Y también a los liberales moderados, que han creído en concesiones al estatismo, pero ya se han desengañado.

Por el otro lado, convocamos a los anarco-capitalistas: nuestra polémica terminará cuando el Estado pueda ser limitado en poder y en pretensiones, y reducido en tamaño y costos; entonces sabremos si desaparece o no. Pero hasta que eso ocurra, la discusión es meramente hipotética y especulativa, y un tanto inoportuna.

Convocamos a los liberales cristianos y no cristianos, ateos y agnósticos e indiferentes: el semanario “La Salida”, las Cinco Reformas por la “vía china”, el Movimiento Devolución, la Campaña de Opinión, la Encuesta y demás acciones cívicas para este Programa, son políticas, no religiosas.

2) Convocamos a los CRISTIANOS. Muchos de nosotros somos cristianos, pero no discriminamos para la acción política. Porque la Biblia nos dice que el Gobierno no es para el culto a Dios Creador, tampoco para evangelización, catequesis, discipulado, corrección fraterna u ordenación de ministros; para eso están nuestras Iglesias, ministerios y seminarios teológicos. Para la guía moral y ética están nuestras familias, no los gobernantes; y para nuestros niños y jóvenes, está la educación cristiana privada, no estatal, así como los medios de información, comunicación y entretenimiento.

La Biblia no favorece la “justicia social”, el socialismo o forma alguna de anti-capitalismo. Por el contrario: alienta y encomia el trabajo productivo, el ahorro y la inversión, la propiedad privada, la iniciativa individual, la prudente mayordomía, y la prosperidad por el intercambio comercial. Si bien la caprichosa interpretación socialista de la Biblia es muy antigua, su predominio es muy reciente; viene de hace unos 150 años, bajo la inspiración de Obispos como el anglicano Charles Kinsgley. Entonces los cristianos engrosaron en masa las filas de izquierdas, y así decidieron el triunfo de la causa perversa. Un autor escribió: “Unos pocos pasajes de la Biblia pueden ser interpretados como favorables al comunismo, pero sin embargo el espíritu general de su doctrina, es totalmente opuesto.” ¿Quién? Nada menos que Federico Engels, conocedor del tema.

El Cristianismo no está reñido con la acción política, pero no por la expansión del Estado y su poder, sino en contra. La historia de Occidente es la de la lucha por contener al estatismo en defensa de la libertad y la vida privada; y si bien algunas veces el Cristianismo militó en el bando equivocado, contra sus propios principios, no ha sido así en muchas ocasiones, en dos milenios de Historia.

El curso actual de prevalencia de las ideas estatistas y colectivistas puede cambiar, si los cristianos, al menos en su mayoría, toman conciencia de las enseñanzas de su Biblia, su doctrina y su pasado.

3) Convocamos a los profesionales y técnicos, trabajadores, empresarios y la CLASE MEDIA EN GENERAL, hayan o no participado antes en actividades políticas de cualquier orientación ideológica o partidista. Te convocamos a formar parte no de una masa sino de una elite, y no una elite de dinero, posición social o cuna, de raza o color, ni de religión o creencia, ni educación formal. Somos la elite del cambio para mejor; gente de trabajo, de creatividad, de esfuerzo y verdadero patriotismo; mujeres y hombres, adultos y jóvenes de toda condición económica y social y grado de instrucción, que anhelamos un PERÚ NUEVO, y que podemos tenerlo, para nosotros y para nuestros hijos.

Te convocamos para ser CONGRESISTA; a derogar las leyes malas e impulsar las Cinco Reformas. O para apoyar a nuestros candidatos liberales a congresistas.

A pesar de sus engañosas promesas, el colectivismo, el estatismo, el populismo y el socialismo no funcionan, ni siquiera en los países ricos, que lo son porque antes fueron capitalistas. ¿Qué queda entonces para los países pobres? El destino de Cuba y Venezuela. ¿Eso quieres para el Perú?

Cordialmente te invitamos y convocamos el día de hoy, en nombre de un buen futuro, de un excelente mañana. Piensa en tu futuro, y en el de tus hijos. ¿Qué dices?

1. Tal vez dices “No puedo por mi trabajo, mi empresa, mis negocios.” Pues por eso precisamente, te convocamos a la defensa de tu prosperidad, en tu interés propio individual. Si el Perú Viejo no cambia, y todo sigue igual, ¿qué va a pasar de aquí a un tiempo con tu trabajo, tu empresa y tus negocios? Les espera estancamiento, pobreza y fracaso. Si continúan el desempleo, el desahorro, la desinversión y demás calamidades económicas del estatismo, sus reglamentaciones, sus impuestos y su concentración de poder, ¿cuánto crees que vas a ganar, en términos de tu poder de compra, en 5 o 10 años?

2. Tal vez dices “No puedo por mis estudios.” Por tu formación, por tu educación y capacitación, te convocamos, para la defensa de tu capital humano. Ahora el estatismo controla por completo la educación, transformada en su adoctrinamiento. Es un vulgar “lavado de cerebro” en todos los niveles: se te hace creer que aprendes, pero realmente estás siendo catequizado en el estatismo. Como si fuesen verdades irrefutables, te enseñan sólo doctrinas que justifican y legitiman la expansión del Estado; y las demás Escuelas de pensamiento son tergiversadas, calumniadas o escondidas. Así “detienen con injusticia la verdad” (Romanos 1:18) Sea que estudies carreras científicas, técnicas o humanísticas, de todos modos, si esto no cambia, ¿de qué van a servirte tus calificaciones educativas y profesionales, en un mercado deprimido y empobrecido, con actividades económicas en franca declinación?

3. Tal vez dices “Primero está mi Familia, debo atenderla.” Pues por ella precisamente, por tu familia y su futuro, por su prosperidad, seguridad y libertad, te convocamos a la defensa de tu familia. Tu amas mucho a los tuyos ¿verdad? Pues si el Perú Viejo no cambia, ¿qué país vas a dejar a tus hijos? ¿Tendrán que emigrar ellos también, por falta de oportunidades?

Así que te convocamos por tu futuro, tu prosperidad, tus estudios y tu familia:

Te esperamos. ¡Bienvenido!

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Anexo A

JUICIO A LAS LEYES MALAS

Nuestro Programa de Gobierno exige la derogación de las leyes malas, que son casi todas las especiales, distintas de los Códigos. Son malas porque atentan contra la libertad y la justicia, contra la economía en general, y la familia, la educación, los partidos, las iglesias y el buen Gobierno. También atentan contra la lógica y el buen sentido, contra la verdad, e incluso contra la Gramática, por lo mal redactadas. Y lo peor: van contra las leyes naturales, y contra los mandamientos de Dios. Sin embargo, para los intereses especiales a los que sirven esas leyes, son buenas.

Casi cada una de estas leyes malas establece algún Ministerio, organismo o todopoderosa Agencia dependiente del Ejecutivo. Estas oficinas burocráticas de control y “Superintendencia” son malas porque prohíben, entorpecen y/o encarecen las actividades privadas, asumen indebidamente funciones judiciales, e imponen altísimos costos para el contribuyente.

¿Cuáles son las leyes buenas de verdad? Las ordinarias, establecidas desde antiguo en los Códigos Penal, Civil y de Comercio, iguales para todos, sin discriminaciones. Como se indica en la parte final de este Catálogo de Leyes Malas -largo, pero no por culpa nuestra- las buenas recuperarán su vigencia plena y a quedar en pie, una vez que quitemos las malas, que están en guerra permanente contra la realidad.

Son innumerables, porque han proliferado mucho, sobre todo a partir de los años ’30 del s. XX. El conjunto de leyes de un país o Digesto Legislativo está repleto de ellas, y cada día se dictan más. Clasifican en nueve grandes temas, y en cada tema hay varias clases, hasta totalizar 43. Y cada clase comprende una, dos, tres o muchísimas.

I: Actividades y relaciones productivas

1. Leyes de permisos y licencias a conceder o negar por el Gobierno para todo tipo de actividades, comercios, industrias, transporte, escuelas, etc. Así el funcionario es quien selecciona, califica, discrimina y castiga, no es el cliente. Estas leyes generan posiciones de monopolio, y corrupción. Y empresas que no crecen, otras que se cierran, y otras que nunca se abren; por eso generan reducción en las fuentes de empleo. Angostan la riqueza y variedad de la oferta de bienes y servicios, siendo una de las causas de su escasez y mala calidad, y de la pobreza. Fueron denunciadas por Hernando de Soto en “El Otro Sendero” (1986); pero no son las únicas leyes malas.

2. Leyes de Controles de Precios (“Precios Justos”) Hay dos casos: A) Si establecen precios máximos legales, del tipo de las que se suponen benefician a los consumidores y usuarios, generan las escaseces artificiales y los mercados negros. B) Si establecen precios mínimos legales (“precios-sostén”), del tipo de los que se garantizan a los productores, generan los encarecimientos artificiales.

A veces en lugar de leyes de precios máximos se dictan leyes “de defensa del consumidor”. Como las anteriores (clase 1), y casi todas las de este tema I, agreden directamente al empresario, pero en modo indirecto, también al consumidor, al que dicen defender. Porque le restringen el abanico de oportunidades en bienes y servicios del lado de la oferta, a su disposición. Y al provocar cierres de comercios, también limitan artificialmente la oferta de empleos, a disposición del trabajador. Son otra de las causas de la pobreza, y de la mala calidad en los productos y servicios.

3. Leyes Anti-Monopolio (“Pro Competencia”) Se basan en un concepto falso de monopolio. El real y verdadero monopolio es un privilegio gubernativo legal, que garantiza alguna posición de exclusividad en los negocios. Como en las licencias para empresas y oficios (clases 1 y 29), y las “concesiones” a las empresas telefónicas y de telecomunicaciones, y otros casos que veremos: estaciones de radio y TV, empresas estatales, bancos, compañías de seguros etc.

No obstante, estas leyes redefinen el monopolio como una “posición de dominio”; así es como llaman al liderazgo comercial, que es una gruesa participación de una empresa en un mercado, lo cual muchas veces es muestra de eficiencia y elección por la clientela, en competencia, sin que haya monopolio verdadero. Estas son leyes que causan una “selección inversa”: las mejores empresas pueden ser y son atacadas y demandadas por las peores y más ineficientes, ante las Comisiones Anti-Monopolio. Es una dañosa perversión de la naturaleza de las cosas.

4. Leyes Anti-Dumping contra las importaciones. Se basan en la ridícula, mentirosa y tramposa teoría del “dumping”, según la cual los artículos importados son más baratos porque proceden de un malvado productor extranjero, que vende a precios bajos por deseo de arruinar al productor nacional.

Estas leyes cargan sobre los importadores unos “derechos antidumping” con tipos mucho mayores que los aranceles (clase 27), y excesivamente arbitrarios, y por ende más perversos. También causan una “selección inversa” a manos de las Comisiones Anti-Dumping: los proveedores de los mejores productos y servicios, por el sólo hecho de traer bienes importados, son atacados por quienes proveen los peores y por los más ineficientes, amparados en el sólo hecho de ser nacionales.

5. Leyes de Empresas Estatales. La función empresarial no es para el Estado. Hay dos casos: A) Si las ventajas concedidas a la empresa estatal se traducen en precios artificialmente bajos, le ponen en competencia desleal frente al empresario privado. B) Pero si los despilfarros e incompetencias se traducen en precios más elevados, dan al privado ventaja y ganancia inmerecida, al permitirle fijar sus propios precios al nivel de los de la empresa estatal. De todos modos las empresas estatales son realmente monopólicas, porque gozan de privilegios legales; y distorsionan la asignación de factores productivos, desviándoles de sus usos y empleos más eficientes y económicos, a otros menos eficientes y antieconómicos.

6. Leyes “de promoción” para sectores, actividades y rubros específicos. Se les otorgan injustos beneficios, en detrimento de los otros, que no gozan de semejantes ventajas.

Estas leyes también establecen posiciones monopolísticas de verdad, mediante privilegios legales conseguidos gracias a las artes del cabildeo o “lobbismo”.

También distorsionan la asignación de factores productivos, pues les desvían de sus usos y empleos más eficientes y económicos, rumbo hacia otros menos eficientes y antieconómicos. Estas leyes y otras similares (clase 5) causan ineficiencias que pagan los consumidores, los productores y/o los contribuyentes.

7. Leyes de “Copyright”. No confundir con los Derechos de Autor, sobre las obras científicas, literarias o artísticas. Ni con la “Propiedad Comercial” o Marca Registrada, que distingue e identifica los productos de una compañía. Ambas evitan plagios y falsificaciones, siendo por eso legítimas. La llamada “Propiedad Intelectual” comprende también las patentes industriales, derechos exclusivos concedidos al autor de una invención; pero este caso es discutible, pues con frecuencia no es posible establecer con exactitud a quién corresponde la autoría de una invención, innovación o adaptación, ya que intervienen muchas personas y empresas, a veces en paralelo y sin relación alguna, y no es fácil alegar prioridad.

Distinto es el Copyright, entre los “Derechos conexos” sobre reproducciones de las ejecuciones o interpretaciones de los artistas. No hay justificación alguna para castigar la reproducción libre de textos, música u obras artísticas o técnicas, etc., y condenarlas a la destrucción sin más. Para colmo se añade el insulto al perjuicio, tildando de “piratas” a quienes las producen o comercializan.

8. Leyes de Telecomunicaciones, Radio y TV que imponen un régimen de arbitrarias “concesiones” estatales en lugar de la propiedad privada de las frecuencias o longitudes de onda. Las empresas telefónicas, de telecomunicaciones y prensa radioeléctrica deberían poder ser propietarias tanto de sus equipos y estaciones, como de sus señales y frecuencias. De haber superposición, ante los jueces deberían caber las reclamaciones, como en el caso de las invasiones o intrusiones en viviendas, fincas y propiedad inmueble en general.

Además de las libertades económicas, estas “concesiones” monopolistas restringen la libertad de expresión, con pésimos efectos sobre la actividad política.

II: Impuestos, multas e inflación

9. Leyes de Impuestos excesivos, para recaudar un volumen muy superior al de los recursos necesarios para pagar los costos de un Gobierno en sus funciones propias. En todos los países, los Estados obesos recaudan varias veces más de lo justo; por eso los impuestos suman varios “diezmos”, y capturan porcentajes entre 25 % y 45 % de los ingresos de los contribuyentes y del PIB.

Esta tributación desmedida es otra causa de la pobreza y miseria, porque es ley natural y general de la Economía que todos los impuestos se trasladan en cadena, traslado por lo común de arriba hacia abajo en la escala social. Por eso golpean más inmisericordemente a los más pobres.

No hay obligación moral de pagar impuestos desmedidos, abusivos e injustos; no son éticamente exigibles, por eso su evasión no es crimen; es legítima y moral auto-defensa de la propiedad.

10. Leyes de Impuestos punitivos, para castigar de modo específico actividades como el trabajo, la creación de empleos, el ahorro, la inversión, la ganancia, etc.; por ejemplo los impuestos “progresivos” que penalizan los beneficios o ganancias consideradas “excesivas” (¿?), siendo frutos del trabajo o del ahorro de los supuestamente “ricos” (¿?). O haciendo “acepción” (discriminación punitiva) de personas o empresas, castigan cierto tipo de sociedades (por acciones) o las “ganancias de capital”, o bien el consumo de tabaco, alcohol, perfumes finos, enlatados exquisitos y otros artículos “de lujo”.

11. Leyes de Impuestos disfrazados, como los impuestos indirectos a las ventas, o al “valor agregado”, que se disfrazan en los precios, castigando las compraventas y el consumo. A todos golpean, y más a los pobres, porque de sus menores ingresos, el consumo del día, en especial de alimentos, representa una mayor proporción en su estructura de gastos, que en la población más acomodada.

12. Leyes de Impuestos fraudulentos, como los decretados a las loterías y juegos, que reparten en premios sólo una ínfima proporción de las recaudaciones, quedando en las arcas del Estado la mayor parte. También son impuestos disfrazados, en los precios de las participaciones.

13. Leyes de Endeudamiento; el endeudamiento estatal (“público”) es un impuesto diferido. El impuesto de hoy es la deuda de ayer; y la deuda de hoy, el impuesto de mañana. Casi todas las entidades estatales cuentan con amplia autorización legal para endeudarse con cargo al Erario Público; es decir: el bolsillo del contribuyente.

14. Leyes Reglamentaristas y burocráticas que estimulan el cobro de pagos “impuestos” directa e ilegalmente como exacción por el funcionario corrupto, so pena de paralizar una tramitación. Las leyes reglamentaristas más discrecionales y abusivas, parecen dictadas con el único propósito de exigir sobornos, “coimas” o “mordidas”, el más directo y brutal de los impuestos.

15. Leyes de Impuestos Discriminatorios, los aranceles (clase 27) es el caso más notorio, pero casi todos los impuestos aplican tasas diferenciales, como las tasas punitivas (clase 10). Castigan a las personas, empresas, negocios y mercancías de ciertas categorías o géneros, o de ciertas regiones, etc., en violación de uno de los más básicos principios de Justicia Contributiva: igualdad. También distorsionan la asignación de factores productivos: les desvían de sus empleos más eficientes y económicos, a otros menos eficientes y antieconómicos.

16. Leyes de Impuestos decretados en forma de Multas, en extremo arbitrarias y con cualquier pretexto. Cada vez son mayores, y más numerosas.

17. Leyes de Impuestos ocultos, p. ej. los costos de los timbres y sellados en el papeleo de las tramitaciones, cada vez más, y más altos.

18. Leyes bancocentralistas, que producen la inflación -un impuesto no legislado sobre los saldos líquidos- junto con las leyes de curso legal (clase 20), que obligan al uso del dinero puramente fiduciario o carente de un respaldo real, emitido por los Bancos Centrales.

La inflación tiene muchos efectos perniciosos e injustos. Cada vez que el Banco Central imprime billetes adicionales, el Gobierno usa este dinero para pagar a sus jefes, funcionarios, empleados y contratistas (y estos a los sub-contratistas); y las compras de todos éstos tienden a elevar el nivel general de los precios de los bienes y servicios de consumo final. Cuando los agentes privados van a hacer sus compras, los precios se han inflado; y esta inflación se traslada hacia atrás, a lo largo de las cadenas y corredores productivos. Así la inflación de dinero provoca la inflación de precios, trasladando tanto ingresos como riqueza, desde la sociedad civil al sector estatal.

Castiga la inflación especialmente a los más pobres, que tienen menos oportunidades de evadir sus dañinas consecuencias; y a los acreedores en general, pero en particular a los perceptores de rentas fijas (“la viuda y el huérfano”). Además, estimula artificialmente el consumo y las deudas, frustrando el ahorro y desalentando la inversión. Y alterando la coordinación natural de los mercados, que es mediante los precios, desorganiza los esfuerzos productivos privados, siendo la causan de los “ciclos económicos” de auge y recesión -propios del estatismo y no del capitalismo liberal- que se describen a propósito de las leyes bancarias permisivas del encaje parcial o legal (clase 20).

III: Moneda, Banca y Finanzas

19. Leyes de Crédito Público, las principales en lo relativo a la deuda del Estado (clase 13). Estas son las leyes que relajan los controles para las autorizaciones en los compromisos de crédito asumidos de forma irresponsable, facilitando el endeudamiento “público” (estatal), y gravando de ese modo sin misericordia a la generación presente y a las futuras.

20. Leyes de “Curso legal” de la moneda, compañeras inseparables de las leyes bancocentralistas (clase 18), obligan legalmente al “curso” (uso o empleo) del dinero malo, impidiendo la libre elección de moneda para los contratos, las transacciones y los depósitos. Son parte en el proceso inflacionario, junto con las que siguen (clase 21).

21. Leyes de Encaje legal, autoriza a los bancos privados a mantener “en caja” sólo una proporción o fracción de los dineros depositados, multiplicando los créditos mucho más allá de los depósitos en reservas, en lo que se llama “banca de reservas fraccionarias” o reservas parciales.

De esta forma se les permite a los bancos privados hacer con el crédito lo mismo que hacen los Bancos Centrales con la base monetaria: inflar o expandir los medios de pago, en este caso abriendo amplio crédito a sus clientes, con el fin declarado de “estimular la demanda”. Pero de tal forma contribuyen a la inflación de precios, siendo ocasión de malas decisiones de inversión de parte de las empresas, en tiempos de auges artificiales, las cuales, tarde o temprano, deben ser corregidas de manera dolorosa. Y esos son los tiempos de crisis y recesiones. Así se causan los ciclos de bonanza ficticia, seguidos de brutales cierres de empresas, quiebras y desempleo masivo e involuntario.

22. Leyes de bancos. Reglamentos que pre-establecen puntillosas condiciones para que los gobiernos y agencias gubernativas concedan las licencias a sus banqueros favoritos, y las nieguen al resto de aspirantes.

Con los bancos rige el principio general del estatismo: el funcionario gubernamental selecciona, escoge y califica a las empresas y a sus productos y servicios, a través de los procesos políticos y burocráticos, en lugar de hacerlo el cliente, a través de los procesos de mercado. Y el funcionario también es quien selecciona, escoge y califica los métodos comerciales, administrativos y de gestión, las políticas de personal etc., en lugar del empresario. El Estado es quien declara qué tipo de operaciones pueden o no hacer los bancos, en cuáles condiciones y términos. Y cuál banco es comercial, cuál hipotecario, cuál es banco universal, etc.

De esta manera los banqueros que poseen las conexiones políticas apropiadas son favorecidos y se acogen al sistema, a cambio de ser relevados de su deber de soportar la libre competencia. Estos sí son verdaderos monopolios.

23. Leyes de seguros para los depósitos bancarios a cargo del Estado. Castigan a los bancos más exitosos con aportes obligatorios que se destinan a premiar a los menos exitosos, a título de líneas de crédito para superar sus dificultades. Esta injusticia sólo tiene parangón en las muy injustas leyes del trabajo (clase 35), por las cuales, si Ud. es un trabajador capaz, honesto, diligente y competente, y yo todo lo contrario, a fin de mes ganamos igual salario Ud. y yo.

En este caso de las leyes de seguros para los bancos, si Ud. es un banquero muy eficiente y obtiene buenas ganancias, y yo no, entonces yo voy a estar en problemas y no Ud.; por eso Ud. tiene la obligación de hacer un buen aporte al Fondo de Seguros de Depósitos, para prestarme a mí.

IV: Bolsa de Valores, Seguros, Cambios de Divisas

24. Leyes de Mercado de Capitales y Casas de Corretaje bursátil. Con los agentes y corredores de Bolsa también rige el principio general del estatismo: el funcionario escoge y califica a las empresas, productos y servicios, en lugar del cliente. Y el funcionario también decide las políticas comerciales, de gestión etc., en lugar del empresario bursátil. Como en otros casos, los corredores favorecidos se acogen gustosos al sistema, a cambio de ser relevados de su deber de soportar la libre competencia.

25. Leyes de Seguros. A las Compañías privadas de Seguros también aplica el mismo sistema descrito. Y también a las Casas de Cambio (26).

26. Leyes de Controles de Cambios y tipos de cambio diferenciales. El Gobierno escoge y califica a las Casas de Cambio, en lugar del cliente.

Y dicta muchas veces controles injustos, antieconómicos e irracionales para los intercambios de moneda. Los controles establecen categorías de personas y empresas a las cuales el Estado favorece con un tipo preferencial de cambio de divisas, en desmedro del resto de los agentes económicos, condenados a pagar el precio de mercado, que de este modo resulta artificialmente mayor.

V: Discriminaciones, e injustos privilegios

27. Leyes de aranceles “proteccionistas”, son impuestos a las importaciones, que las encarecen artificialmente, y a los rubros con ellas elaborados. Son leyes “obstruccionistas” del comercio libre con agentes del exterior. Otorgan al productor nacional un privilegio monopolista, que condena al consumidor a pagar un sobreprecio.

Para colmo, también en este caso se añade el insulto al perjuicio, tildando de “contrabandistas” a todos quienes comercializan o compran artículos importados. Antes vimos (clase 9) que no hay deber moral de pagar impuestos abusivos e injustos, aunque sean decretados por un “bando” estatal; y por tanto su evasión no es crimen.

28. Leyes de subsidios, financiados con impuestos y multas, implican injustificadas transferencias de rentas, desde los contribuyentes hacia los beneficiarios privilegiados: grupos de interese especiales a favor de tal o cual sector de la actividad económica.

Hay varios casos: A) los grupos de intereses “no económicos” o calificados de “no lucrativos” (¿?), que alegan supuesto compromiso con la ciencia, la cultura, las bellas artes, la salud, el deporte o cualquier “causa” altruista por el estilo. B) Los “Programas Sociales”, por los cuales se obliga a nuestra clase media a mantener a otras dos clases sociales: la oligarquía política de los “redistribuidores”; y los pobres que a su nivel poseen contactos políticos como para recibir las migajas del banquete, a cambio de su voto. C) Los subsidios a las universidades estatales, que salen de las clases media y popular, para que muchos jóvenes de clase alta –las dos oligarquías- cursen estudios y se gradúen sin pagar un céntimo de su bolsillo o el de sus padres.

29. Leyes reglamentaristas de profesiones y oficios  que establecen privilegios, entre ellos acceder a un empleo en condiciones de exclusividad. Establecen dudosos criterios, en detrimento de quienes carecen de conexiones suficientes como para gestionar y obtener la acreditación estatal de sus calificaciones. Casi cada rama profesional o técnica tiene su “ley” propia: conductores, locutores, barberos, peinadoras y manicuristas, cocineros y mesoneros, periodistas, entrenadores, modelos, maestros y profesores, deportistas, músicos, etc. Protegen a los agremiados contra la competencia.

Son estos casos de verdaderos monopolios, donde el carnet gremial sustituye a la capacidad y habilidades. Los efectos nocivos de estas leyes son similares a las de permisos y licencias para actividades comerciales (clase 1).

30. Leyes de alquileres que establecen “control de rentas” congelando los precios de los arrendamientos. Privilegian a cierta categoría de inquilinos, los que contrataron en el pasado, y perjudican a los nuevos demandantes, pues acaban con los incentivos para dar viviendas y habitaciones en alquiler. Protegen a un pequeño grupo de aprovechados y de intermediarios; y perjudican a los propietarios, y a los demandantes de viviendas en alquiler. Reducen la oferta habitacional para dar en arrendamiento, matando así a la industria de la construcción de viviendas para ofrecer. Mucho dañan a los matrimonios y familias jóvenes que no consiguen alquilar.

31. Leyes de crédito para la vivienda son dictadas como la “solución” a la escasez de vivienda que crean las leyes de alquileres (30). Como en muchos otros casos, las leyes malas crean problemas que después se pretende “resolver” con otras de iguales o peores consecuencias. Cuando alquilar y dar en alquiler se torna imposible, los demagogos promueven la fiebre de la “¡casa propia ya!” Y dictan leyes que rebajan o congelan los intereses de ciertos deudores hipotecarios, perjudicando al resto de usuarios de créditos, a quienes los bancos cobran tasas mayores para compensar pérdidas.

32. Leyes electorales y de partidos políticos que contienen muchas injusticias, comenzando por el sufragio universal que lo extiende a los beneficiarios de “Programas Sociales”, y así les da voz y voto sobre el dinero de los contribuyentes de clase media, que aportan el grueso de los montos para esos programas. El viejo adagio “No vale tributación sin representación” debe ser complementado: “No vale representación sin tributación”.

Las leyes de partidos establecen una rígida dictadura estatista: les imponen un número mínimo de firmas; ciertas estructuras organizativas; formas de gobierno interno (supuestamente democráticas); y hasta contenidos ideológicos (“política correcta”). Igual que con las empresas, con los partidos es el funcionario es quien escoge, califica y decide; no el cliente, en este caso el ciudadano que vota. ¿Por qué los partidos lo aceptan? Porque se trata de otros tantos casos de monopolio.

33. Leyes de culto, iglesias y religiones. Cada vez que el Estado se entromete en esta materia es para otorgar privilegios a ciertas iglesias y congregaciones establecidas en desmedro de otras. Como en el caso de los partidos (clase 32), y como siempre, es el funcionario es quien escoge, califica y decide.

VI: Actividades “sociales” (i) Empleos, trabajo y sindicatos

34. Leyes salariales y obreras, que establecen salarios y condiciones laborales que sólo pueden cumplir las empresas grandes y/o fuertes. No así las pequeñas, las que están comenzando, o las menos eficientes, que de no ser por estas leyes, podrían contratar a personal menos calificado o menos eficiente, en otras condiciones, y que al menos no quedarían en la calle.

Las empresas que pueden cumplir las condiciones legales, son las que de todos modos -con o sin leyes- contratan a los mejores obreros, más calificados y expertos; con buenos salarios. Pero estas leyes perjudican al resto, y a los desempleados, sobre todo a los trabajadores más jóvenes e inexpertos, comenzando su vida laboral. Sin estas leyes, podrían hallar empleos y ser contratados en empresas menos rentables, con salarios menores. Igual es con los trabajadores de mayor edad, que tampoco hallan puestos, por causa de las altas cargas del “Inseguro” Social.

35. Leyes del trabajo y de contratación colectiva, que garantizan las mismas condiciones a todos los empleados y trabajadores por igual, con independencia de su desempeño y sus resultados: protegen así a los menos capaces o menos cumplidores, y desestimulan a los mejores.

36. Leyes sindicales, que amparan a los obreros agremiados, y a sus jefes, jefecitos y caudillos, a expensas de todos los buenos trabajadores, que deben soportar la competencia desleal de los incompetentes. Y a costa de los empleadores. Y de los consumidores, que deben pagar precios encarecidos por los efectos erosionantes de este tipo de leyes.

37. Leyes “protectoras” de niños y adolescentes, las que penalizan el trabajo de los jóvenes en tareas sencillas como barrido y limpieza, ayudantías, mandados, etc., en relación de dependencia. De esta forma les impiden a los niños y jóvenes de las familias pobres, tres cosas valiosas: ganarse la vida dignamente; apoyar a sus familias; aprender un oficio, ganando experiencia. Y les arrojan así a las calles; a cuatro cosas destructivas: al vicio; a la prostitución; al crimen; a la mendicidad.

Estas leyes “sociales” en las relaciones laborales tienen un potente efecto anti-empleo: tienden a destruir puestos de trabajo. Pese a todo, hay empresas que siguen operando, produciendo y ganando plata. ¿Por qué? Como vimos, estas leyes obstaculizan sobre todo el inicio de los nuevos negocios, y el crecimiento de las empresas noveles y pequeñas; y causan desempleo en especial entre los obreros menos calificados, y los más jóvenes, y los más viejos, impidiendo la creación de empleos de baja calificación y salarios acordes a su menor productividad. ¿A quién benefician? A las empresas ya establecidas, sobre todo a las más grandes y rentables, a las que dejan solas en los mercados.

Pero además la inflación tiene un no menos potente efecto anticonsumo y antiingreso, corrosivo de la capacidad adquisitiva del salario, que “compensa” perversamente el señalado efecto anti-empleo. La inflación es provocada por los Gobiernos para aumentar su parte en la riqueza, pero también les permite a los empleadores pagar “altos” salarios nominales -cheques llenos de ceros- aunque bajos salarios reales, y mantener de esta forma sus empresas funcionando. Cuando llega retrasado el decreto o la ley de incrementos de salario nominal, se paga en mala moneda, degradada por la inflación, a la que logra equilibrar sólo en una ínfima parte, y muy tarde.

VII: Actividades “sociales” (ii) Educación, Salud y Seguro Social

38. Leyes de “educación” que no dan los resultados que declaran perseguir: la educación es cada vez peor, pese al enorme gasto en el rubro. ¿Por qué? Porque la real finalidad de la enseñanza controlada por el Estado no es educar; es catequizar a la población en las doctrinas del estatismo.

Por eso no enseñan la verdad, porque no les interesa; por eso se centran en ciertas “técnicas” y herramientas de producción y de gestión, escogidas y elogiadas por los burócratas docentes y gubernamentales como las más “eficaces”. Desde la Universidad hasta la enseñanza elemental, las escuelas y corrientes de pensamiento que se inculcan a los estudiantes son aquellas que justifican, legitiman,  promueven y afirman la dominación estatista sobre todas las esferas privadas.

39. Leyes de “Salud Pública”. Esta expresión procede de una indebida y abusiva extensión del concepto de Obras de Salubridad, parte legítima en la función estatal de las Obras Públicas, pero que alude solamente al control de los focos epidémicos. Lo que tenemos es otra cosa: medicina socializada. Y quien haya pasado por la “atención” médica estatal, no necesita que se le hable de su inoperancia.

¿Por qué tan pésima atención? Porque al igual que con la educación, la idea de la Salud Pública esconde otros fines, una “Agenda oculta”. No es mantener a la población saludable, sino tenerla controlada, con exámenes y chequeos registrados en sus archivos médicos de antecedentes (y vacunaciones); y es complementar la catequesis estatista de la escuela socializada, a título de “Educación para la Salud” y de “Medicina Preventiva”. No es casual la promoción de una conducta sexual licenciosa a título de “salud reproductiva”, con reparto gratuito de condones. Es para que la gente sienta una cada vez mayor “libertad sexual”; ¡así no siente la falta de otras libertades!

40. Leyes del seguro social, establecen fondos colectivos, no cuentas de capitalización individual, en base al sistema del “pote común”: los pagos de los beneficiarios no salen de los retornos de las buenas inversiones privadas, sino que salen de las nuevas cotizaciones de quienes van ingresando. Así los magros beneficios que se pagan a los pocos afortunados elegibles, son costeados por los cotizantes activos. Lo irónico es que si un particular lo hace es un delito, y se llama fraude “esquema Ponzi” o popularmente “la bicicleta financiera”, y está penado; pero si lo hace el Estado se llama “solidaridad social”. No es de extrañar que en todo el mundo este “Seguro” es insolvente e inauditable, está actuarialmente fundido, quebrado o al borde de la quiebra.

VIII: Drogas y ambientalismo

41. Leyes antidroga. ¿Qué resultados se esperan? En país alguno se reducen las ventas, la producción o el tráfico. Año a año aumentan críticamente las compras, el consumo, las siembras, el procesamiento y la fabricación, y el comercio ilegal de sustancias sicotrópicas y estupefacientes. Y año a años se incrementan exponencialmente también todos los delitos ligados a la droga: millares de consumidores pobres se prostituyen y/o se hacen revendedores minoristas, ladrones o asesinos, sólo para pagarse el vicio. E impera la corrupción en todas las esferas; y las interminables guerras entre pandillas, incluso dentro de los muros y rejas de las abarrotadas cárceles.

Es igual que con la “Ley Seca”, la Prohibición contra las bebidas alcohólicas, decretada en EEUU en 1919, y derogada en 1933. La diferencia es que los gobiernos de EEUU han apremiado a los del resto del mundo a seguir su política irracional con las drogas; por eso la rectificación se hace mucho más difícil.

42. Leyes ambientalistas que declaran perseguir un “desarrollo sostenible”, pero su efecto es impedir el desarrollo. Ratificando discutibles acuerdos inter-estatales, aterrorizan a la gente, manipulando con fines políticos lo que ellos llaman “la ciencia”, una de las religiones más populares de hoy en día. Con acusaciones alarmistas y sin evidencias suficientes, hipótesis exageradas y conjeturas sin base científica real sobre el “calentamiento global”, y otras supuestas catástrofes apocalípticas que amenazarían al planeta, frenan el progreso de las tecnologías, las industrias, las empresas y las naciones. Agenda oculta: dar nuevos y mayores pretextos a los Gobiernos, para decretar más controles, más burocracia, y más impuestos.

Los problemas reales de contaminación no se resuelven dando más poder a los gobiernos, sino devolviendo el poder a la gente. Cuando la tierra, los árboles, los ríos y lagos son de nadie, porque son del Estado, entonces los cuida nadie, y los protege nadie. ¿Qué es lo aconsejable? Especificar más y mejor los derechos de propiedad privada sobre los recursos naturales, y ampliarla. Y remover los obstáculos que hoy impiden a sus propietarios privados –actuales o potenciales- defender de factores contaminantes su patrimonio, resolviendo sus diferencias con las empresas responsables mediante arreglos privados, y ante jueces ordinarios en caso de conflicto. Con lo que entramos al tema del Derecho Común.

IX: Criminalidad y justicia

43. Leyes criminales centradas en el victimario: a la cárcel; y la víctima: al olvido. ¿Para qué cárcel? Para castigar al culpable, si la justicia penal es punitiva o vengativa. Si la justicia penal es en cambio positivista del tipo ingeniería social, la prisión es para “regenerarle”, y “reinsertarle en la sociedad”; lo que poco se logra con ese medio. Pero en ambos casos el medio es el mismo: privación de la libertad. Y el enfoque es el mismo: centrado en el delincuente.

Hay en cambio otro concepto: la justicia resarcitoria o compensatoria, centrada en la víctima. Más que encerrar al delincuente, se le pone a trabajar, para que restaure o compense el daño al agraviado. Si hay razones para sospechar potencial peligrosidad, o sea probable reincidencia, entonces podría ser puesto en la cárcel, por previsión; pero no se justifica la prisión si no existen esas razones para temer nuevas transgresiones. En el primer caso el trabajo en la cárcel serviría también para sostener en lo económico al sentenciado, en lugar de condenar a esa pena al contribuyente, como es ahora. Así las víctimas serían atendidas, por los delincuentes transgresores y no por los contribuyentes, y las cárceles hoy sobrepobladas se desatestarían.

X: ¿Hay leyes buenas?

Las leyes malas son leyes especiales, basadas en la idea de “prevención”. Declaran como propósito “prevenir” ciertos abusos o injusticias, reales o supuestos. Con el hipotético fin de evitarlos, los Parlamentos decretan una Ley para cada tema o materia, e instituyen una oficina o agencia del Gobierno para su aplicación, que combina una serie de amplísimas funciones reglamentarias, ejecutivas, consultivas y judiciales, en violación de las reglas relativas al debido proceso.

Se fundan en lo que Hayek llamó la “ingeniería social”: la creencia roussoniana y positivista de que todo mal puede evitarse si las leyes se inspiran en la “dirección científica de la sociedad”, que la sociedad es como un gran mecanismo o máquina, complicado pero no intratable recurriendo al saber científico y técnico de las diversas “ciencias sociales”. Por eso para redactarlas se contratan muy bien pagados asesores supuestamente sabios y “expertos y técnicos” en educación, cultura, industria, comercio, crédito, banca y negocios, crimen, Ecología, Psicología infantil y toda ciencia de lo humano y divino, supuestamente capaces de imaginar anticipadamente el mal, en todos y cada uno de sus cauces, para que pueda ser “prevenido” por medios legales, aplicados por “Superintendencias” o Ministerios que asumen funciones judiciales, e implicando altos costos para el contribuyente. ¿Resultados? A la vista: subdesarrollo, desempleo, pobreza y miseria, desnutrición y enfermedades, educación paupérrima e ignorancia generalizada, injusticia, violencia.

Las leyes buenas son las comunes o generales del derecho ordinario, aplicables por los jueces ordinarios. Las hay criminales o de derecho penal; y civiles y comerciales. Hoy las primeras son malas porque no atienden a las víctimas, como se destacó; pero no las segundas. Y siendo prácticamente las únicas leyes buenas, casi no se aplican, porque las malas han reducido su ámbito de competencia al mínimo residual. Es lo que pasa por ej. con las disposiciones sobre la Quiebra, institución muy típica del capitalismo, que no es un problema, sino una solución al problema de la insolvencia. Consiste en deshacer una empresa arruinada, para permitir que el capital, la mano de obra y los otros recursos comprometidos, queden libres para otros emprendimientos, más productivos.

Los viejos Códigos Civil y Comercial, inspirados en antiguas legislaciones hebrea, romana, árabe, germánica, indiana (hispana) o más moderna -europea y Usamericana- establecieron pautas y reglas generales de justicia objetiva, respetuosas de los acuerdos y contratos celebrados por las partes. Su vigencia ha sido muy drásticamente recortada y estrechada por las leyes especiales, dictadas con posterioridad, y enumeradas en este Catálogo.

Su concepto es el de la justicia en libertad, y el Derecho ordinario. La idea es muy simple: Ud. pone un negocio o inicia una actividad, para lo cual celebra acuerdos o contratos formales con sus socios, sus clientes, y con sus abastecedores o proveedores de capital, de bienes intermedios, energía y servicios y otros recursos productivos, todo esto bajo el imperio de las leyes generales. Sin que sea necesario pedirle permiso al Gobierno, sin tener que llenar cantidad de formularios impresos, sin papeleo y sin gastos.

Y si en el curso de sus actividades, Ud. u otra persona halla que alguien le causa o ha causado perjuicio real, tangible y comprobable, entonces Ud. o esa persona acude a un Juez ordinario, que resuelve en base al Derecho común, mediante una sentencia que fija en su caso una responsabilidad por los daños una justa compensación, si los hubiere. Es todo. Mucho más simple, sencillo y natural; menos trabajoso y menos costoso. Es el sistema de Gobierno limitado, como Dios manda.

Es de notar que la mayor parte de las leyes malas dictadas en las últimas décadas son importadas y no de factura nacional. Casi todas se firman como Acuerdos, Convenios o Protocolos Internacionales en las Agencias de la ONU como la OIT, FAO, UNESCO, OMS, PNUD, UNICEF, ONUDD, FMI y Banco Mundial y las demás (o sus equivalentes regionales o subregionales a nivel americano); luego los Congresos y Parlamentos nacionales las ratifican y convierten en leyes del país.

Así es como vamos camino de un Estatismo Global, hacia un Gobierno Mundial para todo el planeta. Dios no lo permita. ¡A ponerle un STOP!

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Anexo B

ORGANIZACIÓN CELULAR

El Liberalismo no es una religión, una Ciencia o una Filosofía: es una doctrina política, y como tal requiere acción humana política. La organización celular es la más idónea para la acción política, sobre todo de tipo liberal. ¿Por qué razón? Porque funciona, para ser efectivos y eficaces. Además, para ser consistentes, los liberales debemos practicar aquello que predicamos, el gobierno limitado. Y en los grupos políticos, gobierno limitado significa estructura celular, que no inventaron los comunistas, sino que se copiaron de las iglesias cristianas perseguidas de los primeros siglos.

¿Qué es una célula, cómo es una estructura celular, para qué sirve, cómo funciona, y cuáles son las ventajas?

1. Célula. Es un grupo pequeño, de no más de unos 25 miembros activos y asistentes regulares a las reuniones y actividades, y un “anillo” periférico de hasta unas 100 personas, 3 o 4 adscritas a cargo de cada miembro activo para su seguimiento. Hay células territoriales, insertas en un área geográfica delimitada. Hay además células institucionales, penetradas en ciertas instituciones como lugares de trabajo, estudio, sindicatos, colegios profesionales y cámaras empresariales.

2. Ambiente. Cada célula tiene un nombre y un líder. Una vez a la semana en hora, día y sitio fijo, cada célula tiene su reunión plena ordinaria. En grupos pequeños la información y la comunicación discurren con fluidez y amplitud, y todos participan en las discusiones y actividades. Cada quien se compromete de modo voluntario para funciones y tareas que puede cumplir, conforme a su capacidad, aptitudes y disposición de tiempo y ganas. Nadie se compromete a más de aquello que puede cumplir. Y si alguien encuentra un fallo, defecto o vacío en alguna tarea, lo dice claramente, al mismo tiempo que propone una solución, pudiendo él mismo ofrecerse a mejorar el trabajo.

3. Actividades, formación. A) La primera actividad de la célula es la lectura y discusión en grupo del Manifiesto Liberal, y los documentos que le sigan, y otros textos liberales (o videos), a fines de formación e información. En el Movimiento no existe el “Departamento de Formación”, porque es tarea de cada célula. B) La segunda tarea es el apoyo en diferentes actividades, temas, eventos y acciones específicas, áreas para los cuales tampoco existen Departamentos o Secretarías especiales o “funcionales”.

4. Liderazgo. Bajo la guía del líder de la célula, surgen y destacan los otros líderes funcionales, que se van especializando en diferentes aspectos: activismo, organización, iniciativa, comunicación, estudio y reflexión; en simpatía y carisma; y en actividades de apoyo a las diversas tareas; en resolución y arreglo de conflictos.

5. Estructura generacional. De la primera célula original, formada e integrada por los fundadores y líderes del Movimiento, se desprende una o más células, una a la vez, que constituyen la primera generación o camada de células. Luego, ya maduras y consolidadas estas, de ellas se desprenden otras, con el tiempo. A partir de las células de la primera generación, van surgiendo otras, de una segunda generación, y después de una tercera, y así sigue el proceso. Cada célula es una reproducción mejorada de su célula-madre -a veces muy mejorada- y llega a adquirir su personalidad propia y distintiva, con su nombre propio.

6. Doble pertenencia. El líder de la célula conserva su pertenencia a su célula-madre. Los líderes de célula tienen entonces una doble membrecía; así, a través de ellos, la información y comunicación se distribuyen horizontalmente, y circulan verticalmente, entre la cúpula y las bases, atravesando los cuadros medios, en ambas direcciones.

7. Niveles. En tanto el Movimiento crece, sus nuevas células constituyen sus bases, y sus células-madres constituyen sus cuadros medios, más antiguos, conocedores y experimentados. De modo natural y espontáneo, cada camada de células se constituye en un nivel dentro de la organización: las células de las camadas más antiguas naturalmente orientan, lideran y controlan a las de las camadas posteriores, quedando aproximadamente al mismo nivel las de la misma camada. Así la organización celular es jerárquica, pero con el mayor grado de descentralización posible, sin “aparato” ni burocracia.

8. Funciones. Y así se cumplen naturalmente dos series de objetivos. Primero, potenciar las tres funciones propias principales de un movimiento político, a cargo de cada célula, por eso tampoco hay “Secretaría”: A) la difusión, promoción y propaganda; B) la captación y encuadramiento de nuevos miembros; C) la capacitación y entrenamiento de los cuadros y líderes, y su desarrollo en base a sus conocimientos, experiencia y méritos. Estas funciones no son atribuidas a las entidades de una superestructura burocrática, sino a todas y cada una de las células en particular. Se logra así un rápido y explosivo crecimiento, espontáneo pero en orden, preservando a la vez la identidad del Movimiento, su doctrina, sus principios, sus políticas y su cultura.

9. Resolución de problemas. En segundo término, la estructura celular permite optimizar el manejo y la solución de los problemas típicos de los movimientos políticos; entre otros: A) competencia por el Liderazgo; B) lucha por la conservación de la identidad; C) manejo del conflicto, que unas veces es por el liderazgo, y otras veces por otras razones o motivos, unas veces legítimos, y otras no tanto. La pérdida de la identidad es un problema, pero no lo es la sana competencia, y tampoco el conflicto: el problema es la incapacidad para tratar la competencia y el conflicto, y resolverlos apropiadamente, de modo tal que no se hagan un estorbo, sino fuerzas impulsoras, creadoras y productivas.

¿Viste? El concepto de “célula” es sólo una analogía, pero muy apropiada.

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