Éste ya no es el siglo XX. Aquel mundo bipolar de dos bloques y “Guerra Fría”, ya no existe. Era más simple, tipo “blanco y negro”, comparado con el actual. Demasiados cambios se han sucedido, (no todos para bien), y el cuadro se ha complicado mucho. El terrorismo islámico, el éxito del capitalismo en China, la “euroesclerosis” y el Brexit, los triunfos de la izquierda en Washington, Hollywood y el Vaticano, y los altibajos y zonas grises de las diversas globalizaciones, nos exigen tener más información de calidad. Y más agudo y afilado el criterio, para descifrar todo rectamente, y ser capaces de discernir.
En América latina estamos “crudos”. La gente no aprendió de las experiencias guerrilleras y militaristas de los ‘70 y ’80, de los tímidos ensayos “neoliberales” de los ’90, del aluvión chavista del Foro de Sao Paulo aunado al marxismo cultural en la primera década del siglo, y de los sonados fracasos de la derecha mala en la segunda. Y si no entendemos la naturaleza de nuestros males, ¿cómo daremos con el remedio?
El remedio, en dos palabras, es: política fusionista; una fuerza política de derecha sólida, culta pero activa, como lo fue en su clímax el Tea Party en EE.UU., unido el liberalismo económico con el realismo conservador, para dar batalla en todos los frentes, con un atrayente programa de reformas. Tuvimos esperanzas con Bolsonaro, y terminó, víctima de la “histeria anticorrupción” que lo encumbró.
Pero, como dicen, muchos “no estamos preparados para esta discusión”. ¿Por qué? Porque cunden las malas interpretaciones, la desinformación y los errores, en nuestro propio campo. Las izquierdas sólo hacen su trabajo, que es mentir, robar y matar; y lo hacen muy bien, por desgracia. Nosotros, los de la derecha liberal, hacemos demasiadas pifias ideológicas y políticas, estratégicas y tácticas, y comunicacionales.
Un ejemplo; y es sólo uno entre muchos: los equívocos, malentendidos y medias verdades en el tema de los chinos, Trump y el Covid 19, y su contexto, tratados en el presente artículo.
Poco o nada sabemos de “transitología”, una nueva rama de las ciencias políticas, que estudia las vías y los pasos que han dado los países que han logrado salir del comunismo tipo soviético en Europa, Asia y África. ¿Cuáles fueron los caminos? Y, sobre todo, ¿a cuáles destinos o estaciones de llegada han arribado, hasta ahora? No ha sido la democracia pluralista y el capitalismo liberal en todos los países. Separando con tino la economía de la política, y según haya o no competencia abierta en uno y otro campo, dos ejemplos nada más: Rusia y China. Stalinismo y Maoísmo ya no hay, pero ¿qué hay en su lugar?
En Rusia, la política es de partido entre dominante y hegemónico, “Rusia Unida”, liderado en modo autoritario por Putin; los otros partidos son casi una fachada. Pero hay libertades religiosas, porque Putin es un decidido antimarxista cultural. Su política exterior es la del viejo realismo del “equilibrio de poder”, impulsora del multipolarismo. Y la economía del país es mercantilista, sometida a grupos monopolistas o quasimonopolistas, ligados al poder, cuyas prácticas, métodos y estilos pueden calificarse de mafiosos; y por eso no hay mucho crecimiento.
En China, la política es de partido único, dirigido en modo más o menos colegiado, pero no hay ni puede haber otros partidos; libertades religiosas tampoco hay. Su política exterior es la misma de Rusia. Pero libertades económicas sí las hay, y por ello florecimiento, sobre todo en el sur, destacando las ciudades de Shangai y Shenzhen. A sus amplios emporios industriales, tecnológicos y comerciales acuden en masa, todos los años, mercaderes mayoristas de todas partes del mundo, para comprar y a cargar contenedores por toneladas. ¿Ayuda el Estado? Algo, pero, sobre todo: no estorba. Hay montañas de productos de todo precio y calidad; muchos tenemos a la mano, en nuestras casas y oficinas, en la cocina y el baño, en la sala de estar y hasta en el dormitorio. ¡Y más baratos que los “Made in USA”!
Por eso los mercantilistas proteccionistas de EE.UU. y de todos los países del mundo están asustados, y promueven prejuicios y miedos antichinos en todos nuestros países.
Sobre el Covid 19, verdad que el gobierno chino ocultó información, que como en toda sociedad no democrática, no fluye libremente. Y puede que el virus escapara de un laboratorio de guerra biológica; pero, ¿China es la única potencia que tiene esos laboratorios? ¡No! Tampoco es cierto que fue intencional y deliberado, ¿cómo los chinos van a querer matar tanta gente, si la población consumidora mundial es su mejor cliente comercial? Vale aquí comparar con el accidente de Chernobyl.
Amigos: para entender el mundo, en cada tiempo, siempre hubo que leer mucho; pero ahora, ¡más aún! Por ejemplo, leer a Ronald Coase, Premio Nobel de Economía 1991, co-autor del libro “¿Cómo la China se hizo capitalista?” con el Prof. Ning Wang, en 2012. En los ‘80, tras la rehabilitación política de Deng Xiao Ping y su liderato, la economía china fue muy cambiada por “las cuatro fuerzas marginales: cultivos privados; empresas de municipios y aldeas; zonas económicas especiales; y el emprendimiento individual”. Y desde entonces, no han hecho sino avanzar en esa dirección.
Y leer al Dr. Ron Paul. A diferencia de China, la economía de EE.UU. se hizo cada vez más recargada de impuestos, subsidios, y absurdos reglamentismos, a la sombra del dinero fácil de su banco central (Fed), del crédito blando y de la deuda creciente; por eso, sus costos han crecido; y ya no es competitiva. Dos caminos se abren aquí: desmontar el estatismo, o incrementar el “proteccionismo” estatista; y este es el que por desgracia siguen los “neocons” que rodean a Mr. Trump, los cuales además quieren ir a un mundo “unipolar” hegemónico, bajo la “Presidencia imperial”, que nunca existió, y que Dios nunca va a permitir, esperamos los cristianos. (Les debo un artículo sobre los cristianos …)
Los “libertarios” deberían leer a Llewellyn Rockwell, por ejemplo, su reciente y breve “¿Guerra con China?” que ya está traducido al español. Y releer a Murray Rothbard, sobre las dos clases de “teorías conspiranoicas”: "profundas" vs. "superficiales". Un teórico "superficial" ve un fenómeno y se pregunta ¿Cui bono? ("¿Quién aprovecha?"). Se da una respuesta, a veces discutible; pero lo peor es que de ella salta locamente a la conclusión de que un real o supuesto beneficiario domina los eventos. En cambio, el "profundo" comienza con un pálpito, pero luego sale a buscar los hechos, para confirmar o no la sospecha inicial; y hace, por ejemplo, conspirología retrospectiva, para el revisionismo histórico bueno (el malo es pura narrativa de propaganda). Por otra parte, incluso las conspiraciones reales, ya no las imaginarias, no siempre son exitosas. (Ver Salmo 2, en la Biblia).
Todos los despistados del planeta liberal-libertario deberían leer a Stefan Karlsson, “El fracaso del índice de libertad económica”, también traducido. Y desconfiar de la tan sobrevaluada publicación de la Heritage Foundation, de la que han hecho un ídolo, al que rinden culto anual. Realmente no mide grados de libertad, sino de opresión o estatismo económico; ¡y lo hace muy mal! Harto defectuosa es su metodología; por ejemplo, subestima y malinterpreta la economía informal, extendida en casi todo el orbe. Por esas sus fallas técnicas, muy gruesas algunas, economías muy intervencionistas, como la de EE.UU., obtienen altos puntos de “libertad”, y otras que lo son menos, como la de China, tan pocos.
Pero, sobre todo, leer a nuestro maestro el Dr. Václav Klaus, ex presidente checo, autor de las reformas liberales en su país. Un brillante intelectual, escritor y docente; pero también un político decente, mal que les pese a los antipolíticos “libertarios” y sus sectarios adictos. Su tesis central: las izquierdas hacen su trabajo, y muy bien, por desgracia. Nosotros perdemos, más que nada por errores, fallos y carencias propias, resultado de grandes lagunas formativas e informativas, que son demasiadas; y muy graves.
En nuestro Movimiento 5 Reformas tratamos de enmendar y rectificar. ¡Hasta la próxima, amigos!
San Juan del Río, México 27 de abril de 2020
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