Cochabamba, Mayo de 2014
Esto no les va a gustar a los ateístas “libertarios” ni a los cristianos “pietistas”. Porque los más fanáticos e intolerantes ateístas entre los “libertarios”, y los cristianos más fervorosos y más “devotos” (pietistas), a pesar a sus diferencias irreconciliables, están por completo de acuerdo en algo. Y no en un punto sino en tres puntos; y no cualesquiera puntos sino asuntos muy básicos y fundamentales, a saber:
(1) “Religión y política no deben mezclarse”; (2) “la religión es un asunto privado, íntimo de cada quien”; y (3) “la fe es un sentimiento personal, que no tiene que ver con la razón ni la lógica”.
De más está decir que estas tres nociones se conectan unas con otras. En síntesis, lo que te dicen los ateístas es que la fe es irracional, y la religión una chifladura, tolerable mientras la guardes para tu casa y las reuniones en tu iglesia. Pero no pretendas exponer tu “fe” en la Academia, los medios u otro espacio serio, controlado por la razón y por la ciencia, porque tú vas a ser el primer perjudicado: vamos a reírnos de tu ignorancia y de tu credulidad. Ni mucho menos aspires a llevar tu “fe” a la política, porque ya sabemos en qué termina eso siempre: Cruzadas, Inquisición, hogueras para los herejes.
Lo curioso es que los cristianos “pietistas” están de acuerdo: la fe es irracional. Cambian alguna palabra como “chifladura”, pero no el concepto. Hasta le encuentran “apoyo bíblico” (¿?) en I Corintios 1:18, donde el Apóstol Pablo habla de la predicación del Evangelio como “locura para los que se pierden”, pero no como algo que no se pueda entender, sino que muchos no quieren entender, y por eso llaman locura. El mismo autor lo explica más extensamente en la Carta a los Romanos.
Pues señores: ambas clases, ateístas “libertarios” (o sedicentes “agnósticos”), y cristianos “pietistas”, están igualmente errados. Equivocados en cuanto a religión, y su vínculo con la política; en cuanto a lo privado, y su relación con lo público; y por fin también en cuanto a la razón, y su conexión con la fe.
(1) RELIGIÓN Y POLÍTICA
Dos aclaraciones: una cosa es la política y otra la politiquería, esa degradación de la actividad política y el tratamiento de los asuntos públicos en manos de los politiqueros estatistas. Y una cosa es la esfera de lo “público” en el sentido de “estatal”, que debe separarse de las esferas de acción privada, y otra cosa el espacio de los asuntos “públicos”, abiertos para discusión y debate a todo el mundo.
Religión y política siempre han estado y siguen estando “mezcladas”, porque de cada postura en materia de religión, se sigue una cierta visión de la realidad y el mundo, del hombre y de la vida, y de cómo es y debe ser su conducta, privada y pública. Eso incluye la visión de la sociedad humana, la vida política y el Gobierno. Lo sepa la gente o no, sus convicciones políticas (o falta de ellas) nacen de su ética, y su ética (o falta de ella) nace de su filosofía; y su filosofía de su religión, o de su posición ante la religión. Y el ateísmo es la religión cuyo dios es el hombre, religión que por eso se llama “Humanismo”, como ellos mismos admiten en su notable credo, el Manifiesto Humanista.
Y otra cosa: el 99.99 % de “nuestras” ideas no son nuestras, son prestadas y repetidas. Aunque tú creas que “tus opiniones” son tuyas y originales, lo más probable es que repitas, en palabras más rudimentarias, las mismas ideas expresadas en un lenguaje más elaborado por un teólogo, filósofo, economista, poeta, novelista o escritor político muerto hace siglos, sin tú saberlo.
Religión y política son inseparables; y por eso la separación entre Iglesia y Estado (cosa diferente), es un principio a la vez religioso (bíblico) y político. Y un postulado perfectamente posible y aplicable, y aplicado, muy deseable, práctico y conveniente, tanto para la Iglesia como para el Estado, por ser justo y sabio. El liberalismo clásico lo tomó de los Evangelios de Marcos (12:17) y Lucas (20:25): “Al César lo que es del César”. Pero significa: al César solamente lo que es suyo, lo que le compete, es decir, aquello que la Biblia, y no el Estado, define como función y terreno del Gobierno. Por consiguiente, son del César la seguridad, justicia y obras públicas, pero no el trabajo, el comercio y los negocios, ni “la educación y la salud”, actividades privados todas, por prescripción Escritural y por naturaleza, y que así deben quedar. El cristianismo bien entendido es la valla más dura contra los avances del estatismo, así como mal entendido es su más efectivo caballo de Troya.
Muchos y controversiales temas políticos hay en la Biblia, de los cuales voy a tomar sólo tres como ejemplos. Hay varias las referencias en cada uno, por eso no pongo las citas: (a) los ricos que oprimen a los pobres; (b) el cuidado por las viudas y los huérfanos; (c) la ética del peso y medida justa. Si los respectivos pasajes se leen con lentes de izquierda tipo Bergoglio, lo que se halla es: (a) patrones capitalistas que oprimen a sus trabajadores; (b) el Welfare State debe proveer para “los más débiles”; (c) los comerciantes no deben engañar con balanzas trucadas.
Pero no es obligatorio leer con lentes marxistas; pueden leerse sin lentes los mismos textos, según el sentido literal de las palabras y de sus contextos inmediatos y mediatos. Lo que se encuentra es lo contrario: (a) los ricos y opresores no son los empresarios, son los gobernantes despóticos, alejados de la Ley de Dios; (b) los más débiles deben ser protegidos por las familias, las Iglesias y por la caridad voluntaria, y defendidos de las atrocidades de los gobernantes, como los impuestos indirectos, incluso la inflación… (c) la cual resulta de la adulteración de la moneda, que es una medida del valor. Y así se encuentra apoyo bíblico para la más “libertaria” de todas las consignas, ante la cual retroceden muchos de los más osados liberales: el patrón metálico para el sistema monetario.
Los católicos desconocen la Biblia, por eso los más liberales tienen que hacer malabarismos retóricos con las Encíclicas de sus Papas, y los escritos de Santo Tomás y otros santos, para terminar concluyendo que se puede ser católico y liberal, pero también católico y socialista, algo así como con las camisetas de los equipos de fútbol. ¡Relativismo, relativismo everywhere! Y en esta acomodaticia indiferencia, muchos evangélicos les imitan, lo cual es más grave, pues dicen conocer la Palabra de Dios, y creerla obligante.
Los cristianos “pietistas” viven una serie de dualismos o separaciones entre cosas “espirituales” o ultra-mundanas, y cosas “mundanas”, que les llena de contradicciones, las cuales no advierten, porque la lógica es para ellos “cosa mundana”, como lo es la política. Un ejemplo: se la pasan cantando a los gritos coros que exaltan “el poder de Dios”, y a Dios le niegan el poder y el derecho a establecer la línea demarcatoria entre lo público y lo privado, que atribuyen a la Constitución del país, al Congreso o al jefazo populista de turno.
Este pietismo dualista es una reedición de la vieja y persistente herejía gnóstica, que dividía la realidad en natural y sobrenatural, pero condenando la primera como si no fuese parte de la Creación de Dios. En los cultos pietistas se ve todo el griterío, el gusto por lo “sobrenatural” como dramático y espectacular, típico de todo gnosticismo; e igualmente el desprecio por la razón, la entrega orgiástica a las intensas emociones y sentimientos. El pietismo actual tiene mucho ver con la “feminización” en las iglesias, y en la democracia, desde el sufragio femenino, que algunos autores destacan. Si vas a lapidarme, puedes ir a buscar las piedras, pero no me las arrojes todavía, porque no digo que la mujer no tenga cabida en la Iglesia o en la política. Lo que digo que Dios nos hizo a las personas hombres y mujeres, con distintas cualidades, para propósitos y roles diferentes, nos guste o no. Y que vemos hoy en día un excluyente predominio de orientaciones y valores femeninos, inclinados a saber más por intuición que por especulación, a los sentimientos más que a la exploración física o mental, a “la práctica” más que a los enunciados “teóricos”, al reparto doméstico y a las relaciones interpersonales de apoyo más que a los intercambios impersonales en el mundo externo. ¿O crees que es casual que el sufragio femenino es resultado del socialismo?
“Dios es apolítico”, me dijo un pietista, de esos que quieren votar por candidatos evangélicos “que honren a Dios” pero de boquilla nada más, sin saber ni interesarse por saber acerca del sistema político que Dios en la Biblia prescribe. No es así. Dios no es “neutral” en política. Porque Dios Soberano, Creador del Universo y Rey que es de las Naciones, en los primeros Cinco Libros de la Biblia ha establecido un sistema político excelente: “Judicatura” o Gobierno de los Jueces, el modelo Gobierno Limitado. ¿Y para qué? Para que las naciones puedan tener seguridad, orden, prosperidad y justicia. Y la Biblia dice también que la eficacia, sabiduría y justicia de ese sistema político, han de verse como expresiones y pruebas fehacientes del carácter de Dios. (Deuteronomio 4:5-8).
Dios también promete enormes bendiciones para los países que adopten ese sistema político; así como asegura enormes dificultades, problemas y crisis para los países que lo rechacen, y adopten el sistema de Gobierno tiránico. (Levítico 26 y Deuteronomio 28). Y esta es una verdad absoluta, empíricamente comprobada una y otra vez en todas partes del mundo, y a lo largo de la historia. Por eso los verdaderos sabios y más grandes e ilustrados doctores reconocen las bondades del sistema político de Gobierno Limitado, y que es el mejor, aunque muchos de ellos no conocen a Su Autor, y/o no quieren reconocerle mérito en el diseño de esta forma de Gobierno.
Mi respuesta para este pietista fue esta: en tu Iglesia, ¿son “apolíticos”, y desconocen e ignoran ese sistema político, decretado por el Creador en la Santa Escritura? O peor aún: ¿lo repudian, apegados a otro sistema, puramente humanista secular, diferente y opuesto? Entonces es mejor que te salgas de esa Iglesia, puesto que esa actitud es síntoma de que adoran a un “dios” de su propia factura, que ellos mismos se han hecho en sus mentes, y que muy poco o nada conocen del Dios verdadero.
Dice asimismo la Biblia que si el pueblo escoge el mal camino: “Clamaréis aquel día a causa de vuestro Rey que os habréis elegido, mas Jehová no os responderá en aquel día” (I Sam 8:18). Es la respuesta de Dios a la pregunta de por qué Dios no da respuesta a tantas oraciones y “clamores por la Nación” que se hacen en las Iglesias cristianas, y que parece no escuchar.
En el libro II de Crónicas capítulo 7 se dice que el pueblo puede orar por la nación, pero si se arrepiente y “se devuelve de sus malos caminos”; lo que no ocurre ni ha ocurrido en América latina, al contrario: ¡cada vez más y más estatismo! Por supuesto que a estas claras exigencias escriturales, los pietistas dan toda clase de interpretaciones “espirituales”, o sea: caprichosas y arbitrarias, de tipo romántico y subjetivo, porque adhieren entusiastas al anti-nomianismo y al anti-intelectualismo, aunque no lo sepan, dos posturas muy ligadas: quien está en contra de las normas, por lo general también adversa los enunciados que las expresan, y la especulación intelectual que las fundamenta. Y no pocos adhieren al socialismo.
Lejos de probar que no hay Dios, o que no oye, su falta de respuesta a esas oraciones prueba: (a) que como Soberano de su Creación, Dios es quien ha dictado la Ley para las Naciones; (b) y la aplica, sin faltar a Su Palabra-Ley; (c) y que no puede ser burlado: su voluntad se hace. Esto es claro: si un país se desvía y escoge el modelo estatista, en contra del explícito Consejo de Dios a las Naciones, ¿no ha de atenerse el pueblo a las malas consecuencias, claramente establecidas por el Rey Soberano?
En Deuteronomio 5:32 y 17:20 dice que hay dos maneras de desviarse: a un lado y a otro, a izquierda y a derecha; lo cual no significa evitar tanto el socialismo como el capitalismo y seguir la ecléctica “Tercera Vía”, lo que significa es “Gobierno sin límites” a un lado, y al otro lado “Anarquía”.
Los pietistas parecen avergonzarse de la religión cristiana, al punto de negarle el carácter de religión. Existencialistas hasta la médula, no lo saben, y por eso le redefinen como una “relación personal con Jesús”, expresión que no está en la Biblia. En los Evangelios sí encontramos que “Mi Reino no es de este mundo”; pero significa que no “procede” de este mundo, sino de lo Alto. Sin embargo, ellos interpretan la frase en sentido “espiritual” (místico) y escapista. Como si el Reino no fuese “para” este mundo, como lo testifica la oración “Venga a Nosotros tu Reino”, “Hágase tu Voluntad en la tierra” (Mateo 6:10), “Busca primero el Reino de Dios y su justicia” (Mateo 6:33) etc. Y como si los primeros cinco libros de la Biblia no se consagrasen en buena parte a prescribir normas legales cuyos principios son enteramente para “este” mundo. Con lo que llegamos el próximo tema.
(2) LO PÚBLICO Y LO PRIVADO
No voy a callar mis opiniones en religión ni en política, ni a mantenerlas “en privado” pues no tengo razones ni motivos para avergonzarme de mi religión cristiana ni de mi adhesión al liberalismo clásico, una filosofía política históricamente derivada del modelo bíblico de Gobierno Limitado, lo sepas o no, nos guste o no.
Lo público tiene un espacio en la cosmovisión cristiana: el “bien público” o interés general existe, contra lo que afirman ahora los “libertarios” despistados, pero no se identifica con el Estado, por cuanto su cuidado no es atribución exclusiva y excluyente del Gobierno: al bien común contribuye, tanto o más que los Gobiernos, la iniciativa privada en el trabajo, en el comercio, las finanzas y la economía, la educación y la medicina, así como en las artes y ciencias; y por supuesto en las obras solidarias o de caridad.
De este concepto sale la metáfora de la “mano invisible” de Adam Smith, la de la Providencia, que lleva al panadero y al cervecero a proveer al “bien común”, aún sin ser su propósito. Esta visión de cuño puritano fue la que hizo grande a Occidente; no el cesarismo estatista, típico del cristianismo oriental bizantino y su misticismo, que llevó a las Iglesias ortodoxas helenista a apoyar a las tiranías comunistas, y que ahora abrazan los pietistas en Occidente. Tampoco es la visión del papismo romano, que sustituyó la Biblia por un sistema de creencias no escriturales y ajenas a la herencia judeocristiana, condenó a los pueblos del Sur de Europa y de esta América a la pobreza y a la miseria crónica, que al parecer el Papa Bergoglio desea perpetuar. Aunque gracias a Dios en la Iglesia Católica romana, no faltan ahora voces en contra del socialismo y en favor del capitalismo de libre mercado, como en tiempos de la vieja Escuela de Salamanca; al igual que en otras denominaciones cristianas, aunque no mucho en esta América “latina”. Yo soy católico aunque no romano sino anglicano, pero igual me gusta meter la nariz en el debate.
No es razón para callarme el hecho indudable de que todas las religiones hayan sido y sean manipuladas con fines políticos perversos, incluso el cristianismo, lo que es de lamentar. Esto sólo prueba la importancia de la religión, y lo necesario y urgente que es hablar del asunto, así como hacen los ateístas, que casi no tienen otro tema. También es un hecho indudable que las naciones que practicaron el Gobierno Limitado, y con éxito, como en su tiempo los EE.UU., fue en el marco ideológico de la tradición judeocristiana. Y que esos países están hoy a punto de quiebra, porque fuera de ese contexto cultural, ese sistema político no se puede sostener. Ya que si una sociedad se traga el cuento roussoniano de la “bondad natural del hombre”, y deja de lado aquella visión de la naturaleza humana profunda y malamente alterada por el pecado y sus efectos, entonces no encuentra motivo alguno para negar a la burocracia del Estado más funciones, más poder, y más dinero.
El socialismo del siglo XXI ya no se apoya en textos de economía marxista, sino en los “Evangelios” torcidamente interpretados en sentido socialista, como hace a diario Bergoglio. Todas las encuestas muestran que en nuestros países el voto por las izquierdas es en su mayor parte “cristiano” hoy en día, católico y evangélico. Por eso es de extrema necesidad poner bien en claro la auténtica doctrina política contenida en la Biblia. Y lo voy a hacer, tanto como pueda, mientras Dios me de vida y aliento.
Asumo que los ateístas libertarios, al igual que yo, están hartos de socialismo, y también observan a los cristianos votando en masa por el socialismo. Conozco muy bien a los cristianos socialistas porque yo lo fui …hace unos 50 años, cuando era muy jovencito.
Entonces, sobre este tema tan alarmante de los cristianos de izquierdas, les tengo dos noticias a los ateístas libertarios: una mala (para ellos); y otra buena (para todos). Comencemos, como es usual, por la mala: (a) los cristianos socialistas no van a dejar de ser cristianos, a su manera. O quizá sea mejor dicho así: no van a dejar de ser cristianos a fuerza de insultos, reprimendas, burlas e intolerancias propias del ateísmo fanático a lo bruto. Quizá dejen de ser cristianos si se les brinda algún argumento que les convenza, pero hasta ahora no ha sido el caso. Hablando en general, la gente que deja de ser cristiana lo hace por otras razones, que no vienen al caso en este ensayo.
(b) La noticia buena para todos es que los cristianos socialistas pueden dejar de ser socialistas. Pero eso tampoco es con intolerancias fanáticas. Es si se les enseña la Biblia, y la historia del cristianismo, y se les muestra por ejemplo: (1) que religión y política están mezcladas desde el principio, para bien y/o para mal, y esto se observa tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, y en la historia del mundo. (2) Que la religión no es y nunca ha sido sólo asunto privado, íntimo de cada quien, sino que ha estado siempre presente en la escena pública, como objeto o materia de reflexión, acción y debate, y esto ha traído consecuencias tanto muy malas como muy buenas, y entre las muy buenas ha estado el capitalismo de libre mercado. (3) Que para discernir sobre las malas o buenas consecuencias de los hechos, tenemos la gente cerebro, y las bibliotecas tienen material suficiente. Y desde luego, que la fe no es nada más que un sentimiento personal, y tiene mucho que ver con la razón y la lógica.
En tal caso, la buena noticia es que los cristianos socialistas pueden dejar de ser socialistas. Pueden pasar a ser cristianos pensantes. Y liberales, en sentido clásico. Si tenemos éxito en esa tarea, podemos cambiar el curso de más de medio siglo latinoamericano de ignorancia, pobreza y miseria; es decir: de mercantilismo, socialismo y otras formas de estatismo, siempre alimentadas por creencias religiosas de distinta factura, pero todas más falsas que billete de 30. Podemos entrar nuestros países en la Modernidad, de otra forma que no sea nada más usando sus productos tecnológicos.
Pero esa tarea obviamente no les cabe a los ateístas libertarios sino a los liberales cristianos. Lo que les cabe a los ateístas es nada más una sola cosa: no fastidiar.
Los guerrilleros socialistas de los ‘70 a los ’90 provenían de hogares católicos muy devotos, y además muy aristocráticos muchos de ellos; y como los católicos no conocen la Biblia, se apoyaron en Marx, Engels, Lenin y el Che, antes que en el Antiguo y Nuevo Testamento. Y es un grave error creer que estos ex-subversivos renunciaron al socialismo: ellos sólo dejaron sus armas, pero no sus “ideales” de izquierda. Con los votos les ha ido mucho mejor que con las pistolas y las bombas: ¡ahora son Gobierno! Y fieles a sus antecedentes, ponen en práctica las políticas del socialismo, con sus horrorosas consecuencias, inspirados en aquella misma Teología (marxista) de la Liberación de sus años juveniles, que ahora el Papa reivindica, y que adoptan también muchos evangélicos.
Que nadie se engañe con la “Teología de la Prosperidad” pentecostal; ese es negocio de los Pastores para prosperar ellos con los diezmos y ofrendas. Por eso no es de extrañar que los creyentes, que siguen tan pobres como siempre han sido, vean su “fe” como algo enteramente compatible con el “redistribucionismo de la riqueza” de los socialistas cristianos en la política, la cual creen que debe estar “separada de la religión”. Así que no ven contradicción entre sus “decretos” (votos) de prosperidad que “declaran” en sus iglesias, y su voto por partidos y candidatos de izquierdas que hacen en las elecciones.
A diferencia de los católicos, los evangélicos tienen su Biblia bajo el brazo, y la leen, pero salvo las excepciones que siempre hay, no la entienden cabalmente, porque la usan sólo para citar frases aisladas y a menudo fuera de contexto, con propósitos disímiles, a veces “místicos” (mágicos), otras veces no muy santos. Es obvio que hablo en general, hablo de la mayoría, y siempre hay sus excepciones, pero al igual que el grueso de los católicos, los evangélicos tampoco estudian la Biblia de modo sistemático, y mucho menos saben de la rica Historia del Cristianismo bíblico y su historial en la política del mundo occidental.
Sus Pastores comparten todas estas fallas y lagunas, por eso cuando saltan al ruedo político, lo que hacen muy a menudo, combinan posturas contrarias al aborto y al “matrimonio” homosexual, con posiciones estatistas en Economía, Leyes y Gobierno, de las viejas y de las nuevas. Según ellos, que en todo son dualistas y dicotómicos, la “fe” no tiene que ver con la razón sino con “el corazón”, por eso poco les importan las contradicciones y falta de lógica.
Estos Pastores no ven el estatismo que es anti-bíblico; al contrario: les enseñan a todos sus feligreses a ser “buenos ciudadanos”: o sea estatistas obedientes, cerebros bien lavados en la “corrección política”. Ni ven el Posmodernismo, infiltrado en sus iglesias por las nefastas vías convergentes de la psicología humanista aquella de “¡eleva tu autoestima!” y la filosofía del existencialismo “cristiano”. Y enceguecidos por su terca y necia enemistad con la razón, no captan que el “No a la racionalidad” es el Artículo 1 del actual Credo relativista “posmoderno”, la puerta franca y abierta al aborto, a la “unión civil” y a cualquier aberración por el estilo.
(3) FE Y RAZÓN
No sé cuál será la tuya, pero mi fe no es otra que la fe cristiana histórica, la cual no está reñida con la razón, la lógica ni la ciencia experimental, para nada. Esa fe es una “confianza” o buen crédito, apoyado no en emociones y sentimientos, sino en buenas razones, evidencias sólidas y testimonios creíbles; lo que no puede decirse p. ej. de la fe en la teoría evolucionista, por citar la “prueba” a que más se aferran todos los partidarios de la cosmovisión humanista y anticristiana, de la Izquierda y de la Derecha. Tampoco puede decirse de la “fe” de tantos pentecostales en los supuestos “milagros” de sus Pastores, o de muchos católico-romanos en sus estampitas impresas.
La Biblia es para ser pensada y razonada con lógica, con la única lógica que hay, que los pietistas llaman “lógica humana”, entendiendo que otra distinta es la lógica de Dios. Si esto fuese cierto, y la Biblia no pudiese comprenderse como otros libros, entonces para entender mejor a Dios, el creyente debería ser insensato, irracional, incluso lunático. Y entre los internados en los manicomios estarían quienes mejor saben de la voluntad de Dios. ¡Aquí es donde pietistas y ateos de dan la mano en perfecto acuerdo!
Ambos están equivocados. Dios es el Creador del ser humano, y nos ha dotado de un cerebro capaz de pensar y razonar, de modo sensato, conforme a las reglas de la lógica, y un lenguaje acorde, idóneo para expresarnos y comunicarnos. La Biblia es un libro para conducirse gentes y naciones en esta vida; en la otra no la vamos a necesitar. Dios se ha comunicado con el hombre a través de un texto escrito, y en la misma manera que el hombre razona, piensa y habla. No de una forma diferente, no de modo irracional o ilógico, no en algún idioma extraterrestre. Así hay que entender su Palabra, tanto en su lógica como en su gramática y semántica. De otro modo no podríamos entenderla, mucho menos aplicarla; tendríamos una serie de párrafos cuyo significado o sentido no podríamos conocer.
Cuando en Isaías 55:9 leemos que Dios dice “Como son más altos los cielos que la tierra (…) son mis pensamientos más que vuestros pensamientos”, no es que “mi lógica contradice a la tuya” como lee siempre el pietista, sino más simplemente: “Yo soy más sabio que tu”.
Los ateístas “libertarios” no lo aceptan, pero al pretender prohibirnos a los cristianos liberales clásicos hablar de política con citas bíblicas, y con referencias históricas a la religión cristiana, a cuenta de que todo eso es “irracional”, lo único que logran es impedir la emergencia de una derecha clásica en el campo de fuerzas partidistas.
Así le están haciendo tremendo favor a las izquierdas estos “libertarios”. A la gente en las elecciones se le obliga a escoger el “mal menor”, entre socialistas con diversas tonalidades de rojo, y una derecha mercantilista inepta, ignorante, corrupta e impresentable. Por supuesto los socialistas (y también los mercantilistas, aunque algo menos) sí que hablan de religión cristiana, y citan la Biblia a su modo, ¡todo el tiempo!
Y estos ateístas dogmáticos también son ciegos al Posmodernismo relativista, dominante en la cultura de hoy, y uno de los factores que hoy el socialismo aprovecha. La razón no es dios, pero es el medio para conocer la verdad, y por eso la guerra contra la razón, que es antes que nada una guerra contra la verdad. Y por eso la guerra contra la racionalidad se extiende hoy en día y se despliega en varios frentes a la vez, contra todo lo que tenga que ver con la verdad, como el lenguaje y la ortografía, que sirven para comunicarla, y la Historia real, no manipulada, que ayuda a conocerla. Los ateístas no ven para nada que el cristianismo histórico o clásico no es ahora el principal enemigo de la razón, que ellos tan enfáticamente reivindican, sino el Posmodernismo, filosofía cuya religión hermana es la “Nueva Era”.
¿Por qué esa ceguera tan terca? Ah, porque ellos (también con sus respectivas excepciones) combaten sólo la mitad del marxismo, el económico, pero abrazan casi completa la agenda de la otra mitad, el marxismo cultural. Parece que tampoco les importan mucho las contradicciones y falta de lógica.
Pues a mí no me interesa ni me perturba si a los ateístas les molesta que yo hable de religión, o de política citando la Biblia, ¡tampoco me importa que a los pietistas les moleste por igual! Aunque pise infinidad de callos a diestra y siniestra, a tirios y troyanos, yo no escribo para todo el mundo, sino sólo para una clase de personas: la gente libre de prejuicios.
¿Por qué “Liberalismo cristiano”? Porque si hubo y hay “democracia cristiana”, y hasta socialismo y comunismo “cristianos”, no veo razón para que no lo haya. Entendiendo que es “Liberalismo Clásico”, lo que en EEUU equivale a “conservatismo”.
Y veo en la Biblia, y en la historia pasada de Occidente, muchas razones que explican el hecho de que las libertades civiles, económicas, intelectuales y políticas hayan ido de la mano con las libertades religiosas, de no menor importancia, y todas activamente promovidas por las Iglesias. En el pasado; pero puede ser así también en el presente. O en el futuro. Considerando que Occidente es el distrito del planeta al cual América latina pertenece, si bien como la parte pobre del vecindario.
Y porque salir del socialismo no es fácil. Como bien lo entendieron los “fusionistas” de los años ‘50 en EEUU, se requiere una alianza política entre los conservadores sociales y culturales, y los liberales económicos. Y no es fácil para los primeros aceptar los principios del mercado libre y abierto, y desprenderse del “proteccionismo” y dirigismo estatista en la economía. Para los segundos tampoco es fácil aceptar los valores relacionados con la familia, la educación y la moral. No es fácil porque mucho malentendido hay que despejar, y prejuicio que vencer, en uno y otro campo.
Si hubiese un camino más fácil, esa sería la ruta a transitar. Pero no la hay, y así lo muestran en modo positivo los mensajes y políticas de Thatcher y Reagan en el pasado, y ahora Tony Abbott en Australia. Y lo muestran en modo negativo, entre nosotros los latinoamericanos, los reiterados fracasos de las experiencias “libertarias” que nunca salen de la línea de largada, y los partidos “cristianos” que surgen, crecen y van a los puestos públicos para fracasar miserablemente.
Pudiera pensarse que las dificultades mayores están en los desacuerdos entre los grupitos “libertarios” y las cristianos profesantes, que llenan las bancas de las iglesias, y muchas veces deciden la suerte de unos comicios con sus votos. Tras investigar, he llegado a otra conclusión: las más graves dificultades no están en sus puntos de discrepancia, sino los tres puntos tratados en este ensayo, en los cuales tienen pleno acuerdo.
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