Cada año, la organización cristiana Open Doors (“puertas abiertas”) publica su “Lista Mundial de la Persecución”. Considera la violencia física, y otras menos visibles en lo policial, judicial y político, contra los cristianos de todas las distintas iglesias, denominaciones, credos y opiniones teológicas.
Miden la violencia contra 260 millones de cristianos, en países asiáticos y africanos en su mayor parte, que practican la “resistencia contra la tiranía”, cosa propia del cristianismo histórico, antes y después de la reforma protestante. Es la raíz de lo que hasta no hace mucho tiempo fue la “civilización occidental y cristiana”; o más breve: “Cristiandad”. ¿Cuáles son las bases de esta doctrina, y cuál fue su suerte?
(1) La Biblia comienza con cinco libros, la Torah o Pentateuco, que incluye un modelo político, con sus leyes: la “Judicatura”, o sea el gobierno “limitado” a sólo tres funciones: seguridad, justicia y obras públicas de infraestructura física. En lo que sigue, el Antiguo Testamento describe las ventajas del gobierno limitado (“de los Jueces”); advierte reiteradamente contra cualquier tendencia al gobierno opresivo, abusivo y despótico; y narra las desventuras sufridas por las desviaciones.
(2) La Escritura, creemos los cristianos, es la Palabra escrita de Dios. Por ende, la política es tema que a Dios le interesa, y mucho, y es muy claro al respecto. Tanto, que el Nuevo Testamento no abunda en el tema político y de gobierno, simplemente para no ser repetitivo. La doctrina política de Nuestro Señor Jesucristo (cabeza de la Iglesia) para el gobierno de las naciones, es la misma, como resumidamente le leemos en tres pasajes “sinópticos” (paralelos): Mateo 20:25, Marcos 10:42 y Lucas 22:25.
(3) La Iglesia es la agencia de Dios para el avance del Reino. ¿Y el “Reino”? Es toda cultura y civilización que cumple con la voluntad, el propósito y las normas de Dios, tanto en la Iglesia, como en la familia, en la educación y la ciencia, el comercio y la economía, el gobierno y la justicia, etc., que son las “esferas” de la vida en sociedad. Y que deben ser independientes, no tiranizadas o esclavizadas al “Estado”.
(4) Los “santos padres” del primer milenio captaron el punto, necesario “para vivir una vida tranquila y sosegada” (1 Timoteo 2:2). Con Aristóteles (Ética a Nicómaco, libro 3, cap. 1) pensaban que la virtud no se impone por la fuerza, así que no puede ser un pretexto para tiranizar. Discutieron sus opuestos puntos de vista; y por si tal o cual Papa, Emperador, Rey o Príncipe tiránico, violaban la regla del gobierno limitado, o no. Pero había acuerdo en su Teología Política (la “Res Publica Christiana”).
(5) Y más o menos igual en el segundo milenio de la Era Cristiana, tras el Cisma de Oriente (1054); pero cesó la sana costumbre de resolver discrepancias en amplias reuniones o “concilios” regionales, nacionales, y ecuménicos (universales). En cambio, se optó por las lamentables divisiones y separaciones. Por eso, el siglo XIX halló impreparada y muy dividida a la Iglesia, “Cuerpo de Cristo”. Y no fue resistencia eficaz contra el iluminismo, el malthusianismo, el darwinismo, el marxismo, y luego el freudismo, y los embates socialistas y de otras corrientes anticristianas, como el existencialismo y el posmodernismo, que por muchos caminos impulsaron el culto irracional al tiránico dios-Estado. Y en el siglo XX, tanto el Cuerpo como el Reino de Cristo sufrieron derrotas y retrocesos, hasta hoy día. La bandera del gobierno limitado fue abandonada por los cristianos, aunque recogida por el Liberalismo Clásico.
(6) Los liberales clásicos cristianos somos consistentes: combatimos las aspiraciones hegemonistas de dominio absoluto, y defendemos el "equilibrio de los poderes", consigna del pensamiento realista y anti-utópico, tanto entre las ramas del gobierno dentro del sector público, como entre las esferas de la sociedad nacional. Y también en el plano internacional, entre las grandes potencias.
(7) En nuestro siglo XXI, hay un proyecto tiránico de Gobierno Único Mundial. Como cuando la Torre de Babel (Génesis), y el Imperio faraónico de los egipcios (Éxodo); como en los imperios descritos en el libro capítulo 2 del libro de Daniel: babilónico, medo-persa, greco-macedonio y romano. Como en los tiempos de los Otones y los Hohenstaufen, de los Emperadores bizantinos, de Napoleón, Hitler y Stalin. Esta vez se pretende hacer de las naciones unos estados-vasallos de la ONU y sus Agencias. Y además otro proyecto tiránico, impulsado mediante el terrorismo por las sectas salafistas y wahabistas (sunnitas), y safavistas (chiitas), en la religión islámica, cuyas primeras víctimas son los 1.500 millones de musulmanes de a pie, que no son terroristas. De estos, ninguno es mejor, ni preferible, ni “menos malo” que el otro.
En Asia, Open Doors registra que 1 de cada 3 cristianos sufre persecución a niveles “alto, muy alto o extremo”, y en África 1 de cada 6. Se puede comparar con el antiguo Imperio Romano: en las películas de los ’50, vemos a los bravos mártires que resistieron la tiranía, pero la historia nos documenta de los otros, los que doblaron la rodilla y agacharon la cabeza para evitar choques.
América latina casi no figura en los informes de Open Doors. ¿Es que hay menos persecución aquí? No; hay menos “resistencia”. Porque en nuestra región del mundo, poco o nada hay del cristianismo histórico; los cristianismos nuestros son muy “domesticados”, pues fuimos evangelizados por el cristianismo católico español: muy jesuita (intolerante con el protestantismo), y muy atado al poder. Algo similar al católico ortodoxo de los bizantinos, donde la tesis de la “sinfonía” entre el poder espiritual y el temporal, en principio bíblica, en la práctica terminó en una estrecha sumisión al poder establecido.
En Hispanoamérica, las reformas liberales del siglo XVIII no llegaron, fueron resistidas por los “pelucones” y “mantuanos”, así como la Constitución de Cádiz. En el siglo XIX, el catolicismo político rígido engendró a los “conservadores”; y la reacción anticlerical y masónica a los “liberales”, que fueron hijos de la Revolución Francesa, y no del “whiggismo” anglosajón, el de John Locke y Thomas Jefferson. Y ya en el siglo XX los “liberales” se transmutaron en la izquierda, y los conservadores en la “derecha mala”, como le decimos en el Movimiento Cinco Reformas. La genética es clave en la política, como en los caballos y los perros; y los genes, malos, buenos o regulares, son siempre de tipo religioso.
En nuestro medio tenemos hoy “cristianos” de varias clases. Unos de izquierda, en el grueso de la Iglesia romana (con su “teología de la liberación”, devenida de su Doctrina Social de “tercera vía”); y en gran parte de las protestantes (históricas), muy minoritarias; y en evangélicas (pentecostales), que hoy son una amplia mayoría. Por tanto, son ideológicamente afines a gobiernos tiránicos de corte socialista.
Otros, educados por misioneros evangélicos de EE.UU. y Europa, no son de izquierda, pero sí un tanto acomodaticios, y renuentes a hablar siquiera de política, mucho menos a resistir a las tiranías y gobiernos abusivos. Han hecho de sus iglesias un lugar de encierro, de escapismo ante las derrotas. Existen varias clases de “escapes” de la política y del compromiso combativo. Ejemplos: el grito de “¡es el fin del mundo ya!” O la teología de la “prosperidad” pero con la idea de prosperar con ofrendas y milagros, y no con el cumplimiento del plan de gobierno de Dios para las naciones.
Y en vez de batallar contra las tiranías, muchos escogen guerrear entre ellos mismos, en interminables y feroces disputas de Facebook y Twitter, teológicas, eclesiásticas e inter-denominacionales; algunas sobre temas muy secundarios o ya resueltos hace muchos siglos. El día que los cristianos se decidan a terminar con estas infructuosas querellas menores, para ser “luz y sal”, e impulsar el Reino como se debe (esa es “La Gran Comisión”), asumiendo sus costos, entonces ese día cambiará la faz de nuestro futuro.
San Juan del Río, México 4 de mayo de 2020
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