SUMARIO I. Liberalismo: lo que es y lo que no es -- “Neo” liberalismo: aplicando el “Consenso de Washington” -- Liberalismo clásico y Gobierno limitado II. El Programa de las Cinco Reformas -- Funciones, Poderes y Recursos -- Política y partidos: seguridad, justicia, y obras de infraestructura -- Economía: ¡todos a ganar más y vivir mejor! -- Mejor y más educación, atención médica y previsión social III. Liberalismo para Adultos -- Preguntas que siempre se hacen -- Partido liberal, Parlamento y “Gobierno en la sombra” -- ¿Con cuáles apoyos comenzar?
La pregunta que de entrada nos hacen a los liberales es siempre la misma: “¿Por qué el mensaje liberal no llega a la gente?”
No llega por muchas razones: una es la intensa y frontal propaganda de la izquierda contra el capitalismo (o lo que se le parece) en la educación, los medios de prensa, en las Iglesias, etc. Pero otra razón es que no hay mensaje liberal conteniendo un “Programa”, es decir una lista de reformas concretas para poner sobre la mesa, mostrarla a título de “Promesa Básica” y decir: “Esto es lo que queremos”.
Hasta ahora los liberales no hemos concretado nuestro ideario en un manojo de propuestas atractivas, expuestas con claridad, “amigable” para la gente, en especial a quienes verían su situación mejorada si fuese aplicado, y nos podría apoyar. No hay. Lo que hay son los famosos 10 Mandamientos del “Consenso de Washington”, que interpretado y aplicado estilo mercantilista, es el mentado “Neo” liberalismo que se hizo en los ‟90. Y que aún se hace. Pero ese “Neo” liberalismo no es el Liberalismo Clásico.
Sin un Programa inspirado en el liberalismo clásico, no hay algo que se pueda comparar con el “Consenso”. Entonces muchos sedicentes liberales concluyen “el Neo liberalismo no existe”, lo que no es cierto, porque existen las políticas de “estabilización y ajuste” inspiradas en el Decálogo de Washington. Y las aplican casi todos los Gobiernos hoy en día, incluso hasta los socialistas “del siglo XXI”, ya que así se evitan los sobresaltos en el frente económico, y pueden ocuparse con tranquilidad e impunidad de sus Agendas de Marxismo Cultural.
Parece que los liberales hemos estado muy ocupados en la crítica a las medidas y políticas estatistas, o en atacarnos unos liberales a otros. Nos ha faltado el tiempo para enunciar reformas inspiradas en el ideario del Liberalismo Clásico, encaminadas a concretar sus “tres pilares”: el Gobierno Limitado, los mercados libres, y el respeto a la propiedad privada.
Y como tampoco hay partidos liberales con entidad suficiente, muchos derivan hacia dos lastimosas desviaciones: (1) al centro, con un mensaje “democrático” desteñido, cada vez más similar al de la social- democracia; o (2) al extremo “anarco-capitalista”, teñido casi siempre de Neo-ateísmo militante y agresivo, muy cercano a las expresiones más “duras” del Marxismo Cultural.
Los liberales no podemos decir a la opinión pública: “Esto es lo que proponemos; aquí está!” Los socialistas sí lo han hecho y lo hacen, con sus bien conocidas propuestas, desde los días del Manifiesto Comunista de 1848 hasta hoy. Con sobradas y fundadas razones los liberales criticamos sus políticas; pero ahí están: las “nacionalizaciones”, la “Reforma Agraria” y el Banco Central, las leyes laborales y sindicales, el dirigismo y planeación central de la economía, “educación gratuita” y medicina socializada, “seguro social” y demás “programas sociales”. La gente conoce muchas de estas promesas, y las menciona si en las encuestas de opinión se le pregunta “¿Cuáles son las medidas socialistas?”
Y aunque no puede definir o describir el “Marxismo Cultural”, la gente también sabe que el Socialismo del Siglo XXI difiere del anterior en ciertos puntos considerados “novedosos” como el feminismo y la “agenda de género”, el ambientalismo y el animalismo, el indigenismo, y el “matrimonio” homosexual.
Los liberales no hemos definido nuestras ofertas. Si en las encuestas preguntamos: “¿Cuáles son las medidas liberales?”, la gente no puede mencionarlas. Porque nadie las conoce. ¡Ni siquiera los liberales!
Radicales y moderados. Muchos liberales confían en propuestas “moderadas”. Algunos dicen: “Somos de centro-derecha”, creyendo equivocadamente que con eso de “centro” se van a hacer más “potables” para el grueso de la opinión pública. Resulta que no. Las izquierdas predominan porque siempre se presentan a sí mismas como radicales y antisistema, cuando en realidad son parte integral del sistema.
Si uno se lee las diez propuestas del marxismo económico, incluidas como “El Programa Mínimo de los Comunistas”, Capítulo 2 del “Manifiesto” de 1848, redactado por Marx y Engels, va a ver que todas han sido decretadas, hace muchas décadas. Están en plena vigencia, y hacen parte del sistema. Es lo que hoy día tenemos, y vemos como cosa común y corriente: (1) “Reforma agraria”, (2) el impuesto progresivo a los ingresos, (3) el impuesto a las herencias, (4) estatización de grandes empresas, y compañías extranjeras, (5) Banco Central, (6) los transportes del Estado, (7) las empresas de propiedad estatal, y las industrias y comercios bajo control del Gobierno, (8) leyes salariales y sindicales, (9) el impuesto a las ganancias extraordinarias, (10) la educación pública socializada.
Les faltó no más poner al Estado a prestar servicios médicos, sin duda Marx y Engels creyeron que sería demasiado “revolucionario” y la medicina socializada no está en la lista. Vino después.
Por eso digo que los liberales no debemos tener miedo de mostrarnos como lo que realmente somos: radicales y antisistema. Es lo que la mayoría está buscando, y por eso ganan las izquierdas, las “más duras”, porque la gente les vota, creyendo que lo son. Y no lo son. Los antisistema realmente somos nosotros. Pero tenemos que trabajar con inteligencia: diciendo la verdad.
I. LIBERALISMO: LO QUE ES Y LO QUE NO ES # “NEO” LIBERALISMO: APLICANDO EL “CONSENSO DE WASHINGTON” Los años „90. El Liberalismo clásico promueve el Gobierno limitado, y la economía libre es su resultado natural. No debe confundirse con “Liberalism” en inglés, que en EEUU significa lo contrario: socialismo e intervencionismo, con el marbete de “progresismo”. Tampoco debe confundirse con el “Neo-liberalismo”, que se aplicó en los ‟90; comencemos por verle la cara de cerca. A mediados de los „80 el economista John Williamson publicó su libro “IMF Conditionality”, con un recetario enunciado como un Decálogo de mandamientos para aquellos Gobiernos que aspirasen a recibir apoyo del Fondo Monetario. Podríamos expresarlos en diez verbos. Los cinco primeros aludían al sector público: (1) Imponer disciplina fiscal para reducir el déficit estatal; (2) Reducir las tasas de impuestos para aumentar la recaudación total; (3) Reorientar el gasto público hacia la atención médica básica, la educación primaria y la infraestructura; (4) Liberalizar las tasas de intereses; (5) Mantener un tipo de cambio “competitivo”.
Y los cinco restantes verbos referían a los sectores privados: (6) Eliminar todas las restricciones no arancelarias a las importaciones, y gradualmente reducir los aranceles hasta un 10% a 20% en promedio; (7) Liberalizar la inversión extranjera directa; (8) Privatizar empresas estatales; (9) Eliminar barreras al ingreso y salida en los mercados, reduciendo trabas legales; (10) Fortalecer los derechos de propiedad privada. Este fue el “Consenso”.
¿Son recomendaciones buenas o malas? Algunas son buenas, otras no, y otras son discutibles, en sí mismas o en sus consecuencias e implicaciones, y en la manera como se apliquen. Veamos: (1 y 2) La disciplina fiscal es admirable, pero recortando los gastos, no aumentando los ingresos; (3) la jerarquización de las funciones estatales es imprescindible, y la infraestructura es tarea propia de un Gobierno, pero no educar ni curar a la gente; y en todo caso la ayuda estatal a los pobres en educación y atención médica es mucho mejor con cupones o “vouchers”. (4) Es malo que los Gobiernos manipulen el tipo de interés; (5) y el tipo de cambio.
(6) La apertura en importaciones es excelente, pero ¿por qué no quitar por completo los aranceles? (7 y 9) Es bueno desregular los mercados y la inversión extranjera, pero ¿por qué no liberalizar por completo la inversión, incluso nacional o repatriada, y también el ahorro y el trabajo, y toda la economía? (8) Es muy bueno privatizar empresas estatales, pero si no queremos transformar monopolios estatales en privados, ha de haber desregulación. (10) El monopolio viola el derecho de propiedad que se dice querer fortalecer; pero monopolio no es una empresa grande, ni una empresa sola en un mercado, sino la empresa que goza de privilegios especiales en impuestos, insumos y materias primas, aduanas, seguros, transporte, relaciones
con los trabajadores o con los bancos, etc., otorgados como gracia por Gobiernos y Congresos. Y de este “capitalismo de amigotes” hubo mucho en los '90, a cubierto de la “regulaciones”; y lo hay ahora.
¿Cómo se aplicó en la práctica? Hubo reformas económicas pero muy fragmentarias y parciales, muy poco liberales, a cargo de Gobiernos salidos de partidos estatistas y populistas, el FMI, el Banco Mundial y las Universidades asociadas. En los 90 se nos dijo que estas “reformas macroeconómicas” eran imprescindibles, y que más adelante llegarían las “reformas de segunda generación”. Imprescindibles sí eran muchas de ellas, para sacar a las economías del marasmo producido por los socialistas de los ‟70, algo así como poner a los enfermos en la Sala de Cuidados Intensivos; pero después no hubo reformas de segunda generación, menos de tercera o cuarta. Lo que hubo fue el contra-ataque de las izquierdas, y ya en el nuevo siglo XXI, su regreso triunfal al poder, esta vez “recargados” con Marxismo Cultural.
Lo cual prueba que el “Neo” liberalismo, en el mejor de los casos, fue necesario pero insuficiente. ¿Por qué? ¿Qué fue lo que pasó? Podemos resumir el juicio crítico en seis puntos: (1) Los Gobiernos no redujeron drásticamente sus funciones. No conforme con su rol de congresista, juez, policía y soldado, diplomático y contratista, el Estado quiso seguir siendo educador, médico, odontólogo y bioanalista, promotor social, deportivo, científico, artístico y cultural etc.; y ductor general de la gente. En la economía apenas admitió cambiar, de mala gana y no siempre, su papel de propietario de empresas por el de planificador, supervisor y contralor, como “Superintendente” o gerente supremo.
(2) En consecuencia no recortaron competencias, controles, poderes, prerrogativas ni presupuesto. Menos aún nómina de personal, que continuó su nociva expansión, consumiendo hasta el 80% de sus presupuestos. No cerraron Ministerios ni oficinas. Es que no achicaron el gasto estatal, ni cesó el endeudamiento.
(3) Los Gobiernos no aceptaron eliminar la inflación como medio de financiarse, sólo reducirla. Por ello se siguió creando dinero-papel de la nada sin respaldo real, y crédito sin respaldo de ahorros, con la banca de reserva fraccionaria, y con las tasas de interés manipuladas artificialmente a la baja, estimulando el endeudamiento. La inflación fue reemplazada en parte por el IVA y otros tributos, y los aranceles por “derechos antidumping”, pero la presión tributaria y fiscal no se redujo: se aumentó, como la presión reglamentarista. Y siguieron empobreciendo a la gente con “devaluaciones competitivas”.
(4) Las privatizaciones fueron “fiscalistas”, para capitalizar a los Gobiernos. Los monopolios estatales fueron vendidos a precio de “gallina gorda”, sin dejar de ser monopolios. Fueron adquiridos por grandes complejos empresariales y consorcios internacionales apalancados por grandes bancos, con precios muy por encima del real valor de mercado de sus activos. Y después los adquirentes recuperaron todas sus inversiones con elevadas tarifas para usuarios y consumidores, en su mayoría tan pobres como antes.
(5) Muy pocas leyes malas derogaron; al contrario: se dictaron muchas otras nuevas. A los monopolios privados les encuadraron en decretos y “Superintendencias”, pero no en la disciplina de la competencia abierta. Los viejos controles de precios se reemplazaron por leyes del Consumidor y “Pro competencia”. Y decretaron toda clase de pesados y onerosos reglamentos laborales, ambientalistas, de “género”, de la niñez y adolescencia, de indígenas, discapacitados, etc. según la moda “política correcta”. Viejas y nuevas burocracias continuaron enseñoreadas a lo largo de la economía y de la vida nacional entera, impidiendo a las iniciativas individuales aprovechar su creatividad y fructificar.
(6) El viejo modelo “cepalista”, de sacrificio de la exportación en aras del mercado interno, se cambió por el contrario: sacrificio del mercado interno en pro de la exportación, pero siempre bajo la planificación y dirección central del Estado. Sólo cambiaron sus objetivos, modalidades y los sectores protegidos, pero no el “proteccionismo”. Los esquemas de “integración” no hicieron liberación comercial. Siempre sus listas de excepciones y “productos sensibles” fueron más extensas que los propios acuerdos, y así la letra chica de los Anexos mató a la letra grande de los Acuerdos. Esta visión de “bloques” políticos permaneció; no es de Milton Friedman ni de la Escuela de Chicago, es la típica de la teoría “dependentista” del subdesarrollo de los '50 a los '70: Raul Prebisch, André Gunder Frank, el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, Enzo Faletto, Celso Furtado, Enrique Iglesias, Osvaldo Sunkel y Pedro Paz.
En síntesis: los cambios fueron pocos, tímidos, raquíticos, algunos meramente cosméticos, y muchos en contra del libre mercado de verdad. Sus malas consecuencias y estrepitosos fracasos les pavimentaron a las izquierdas su camino de regreso al poder. Poco de “Neo” y menos de liberalismo real; su nombre debe ser ¡”Neo-mercantilismo”! "La misma gata pero revolcada".
LIBERALISMO CLÁSICO Y GOBIERNO LIMITADO
En este escrito resumimos las Cinco Reformas, a fin de concretar lo que llamamos “La Gran Devolución”, en América latina. Nuestros países no son tan distintos como se nos hace creer. Somos diferentes en las maneras de hablar y de vestir, en la comida y la música; pero padecemos los mismos males, y el remedio es el mismo: capitalismo de libre mercado. Pasa que los políticos estatistas siempre nos engañan con el mismo cuento: “Este país es muy especial, diferente y atípico; y es por eso que no cabe aplicar la receta de libre mercado”, nos dicen. Sin embargo la receta de ellos, el estatismo socialista combinado con mercantilismo y salsa picante de populismo, ¡es la misma en todas partes!
Mercantilismo y socialismo. Son las dos variedades de estatismo. (1) Mercantilismo es el capitalismo político y tramposo de la oligarquía de negocios establecidos, usando en su favor el poder estatal para impedir la libre entrada de nuevos competidores a los mercados, creando monopolios y oligopolios con reglamentos disfrazados de leyes. Por su lado (2) el socialismo declara y promete mil maravillas, pero siempre termina en lo mismo: “capitalismo de Estado”, usando el poder gubernamental en provecho de las oligarquías “rojas”: política, docente, burocrática, mediática etc. Y también empresarial: los socialistas con éxito están invariablemente aliados a los empresarios mercantilistas antiguos, o creando su propia clase empresarial emergente.
(3) “Populismo” es vulgar demagogia, acompañada con promesas irrealizables y dádivas “compensatorias”. Demagogia es halagar al pueblo: le dicen que es una maravilla, un dechado de puras virtudes y sin defecto alguno, con un pasado glorioso y un futuro promisorio, porque se lo merece, etc. Así le hacen tragar a la clase popular sus promesas falsas de prosperidad y felicidad, que son imposibles de cumplir a través de medios, políticas e instrumentos estatistas. Quieren “redistribuir la riqueza”, y efectivamente toman para ellos un alto porcentaje del ingreso nacional, pero ¿qué es lo que reparten? Una buena parte se la quedan para ellos, por diversas vías, legales y no legales; y una ínfima parte la distribuyen en bolsas de comida y otros “Planes Sociales” que son meras limosnas para comprar votos.
Porque más allá de las promesas populistas, la realidad siempre se impone: toda economía funciona con capital, y en ese sentido toda economía siempre es “capitalista”. Pero el mercantilismo es un capitalismo restringido, “sólo para los cuates” (amigos y parientes); y el socialismo es un capitalismo más restringido
aún, “sólo para los gobernantes y sus allegados”. El liberal en cambio es un capitalismo para todos, de abiertas oportunidades a quienes aspiren al crecimiento y demuestren tener las capacidades.
Casi siempre los estatistas sazonan su “mix” de mercantilismo y socialismo con algo de religión, a su manera; en especial ahora que el Papa latinoamericano socialista inclina más a la izquierda a la Iglesia Católico-romana, esperando así reconquistar el terreno perdido frente a las “sectas” evangélicas. Es un hecho que las iglesias cristianas más atractivas para los pobres son las pentecostales, por su oferta de una “prosperidad” instantánea de tipo milagroso. Y de “sanidad” y curaciones, un verdadero imán para familias hartas de esperas y mala atención en los hospitales públicos, e impotentes para pagarse una medicina privada. Y es un hecho que en su empeño, el Papa Francisco se ha convertido en un líder global del Socialismo del Siglo XXI. Al final tratamos este tema de la religión, muy espinoso pero de crucial importancia.
Las cinco series de “problemas más graves”. En las encuestas de opinión, siempre se pregunta por los problemas más acuciantes. Y siempre aparece en primer lugar la inseguridad, personal y jurídica, y muy de cerca le sigue la corrupción. En las provincias y departamentos del interior de cada país, la queja es por “el abandono” en que están hundidas las regiones y provincias, por falta de obras públicas e insuficiente mantenimiento. Otra queja muy sentida: “Los políticos y partidos incumplen sus promesas”. Todos estos problemas son los referidos con más frecuencia; y son de orden gubernamental o político (1), por eso la Reforma Política es la primera de las Cinco.
Seguidamente en las encuestas aparecen mencionados problemas de orden económico (2): el alto costo de la vida, los “precios muy caros”, o los “sueldos bajos que no alcanzan”, el desempleo, la pobreza, e incluso la miseria. Por eso la Reforma Económica es la segunda de las Cinco. Y para terminar, nunca faltan en los sondeos las quejas por las deficiencias de la educación en todos sus niveles (3), y en servicios médicos (4), y por las malas condiciones del “seguro social” y las jubilaciones y pensiones (5). Por eso las otras tres reformas son las sociales: en educación, en la salud, y en previsión social, remedios para cada uno de estos problemas.
Las Encuestas y la pirámide de Maslow. Este ordenamiento no es casual; de primera prioridad es la vida, y por ello la inseguridad personal encabeza la lista de los problemas. Lo segundo, la economía: necesidades básicas. Y después siguen la educación, la salud y la vejez. Es una jerarquía de necesidades, como en la “Pirámide de Maslow”. Y además tiene que ver con el “ciclo de vida” de las personas: la seguridad y la subsistencia interesan a todas las edades; pero a los jóvenes es la educación lo que en especial les inquieta; y a medida que nos hacemos más adultos, la atención en salud y el plan de retiro para la vejez se nos hacen preocupantes.
Las Cinco Reformas se basan en estudios de opinión por encuestas, y responden a la lógica de las necesidades humanas de distinto orden, que han ser satisfechas, cada cual en su prioridad respectiva.
Las grandes falsificaciones. Para terminar esta parte introductoria, apuntemos que el sistema antiliberal o estatista que padecemos se apoya en tres grandes falsificaciones: de la verdad; de las leyes; del dinero y otras instituciones.
(1) Las universidades no nos entregan conocimientos verdaderos. En su lugar nos dan conocimientos falsificados, que tomamos por verdaderos. En cada Facultad o Departamento para estudios sociales, hay una o varias corrientes dominantes que justifican y apoyan el gobierno ilimitado, haciendo descarados fraudes contra la verdad: relativismo, empirismo o racionalismo, utilitarismo, cientificismo e ingeniería social, positivismos de todo color y pelaje, marxismo, keynesianismo y ahora Posmodernismo. La Historia ha sido sometida a “revisionismo”. Las líneas de pensamiento en Filosofía se presentan como si fuesen todas igualmente importantes, por ser sus autores “famosos y célebres”. En las ciencias duras también hay mucho fraude p. ej. con el calentamiento global y otros disparates ecologistas y evolucionistas. Así ex como se nos escamotea la realidad, y se nos impide, dificulta y encarece el tratar con nuestro entorno. Andamos a ciegas por el mundo.
(2) Apoyado en conocimientos falsos, el Parlamento nos dicta leyes falsas, asumiendo que ley es toda norma con nombre de tal. Pero una “ley”, enseña el Prof. Friedrich Hayek, es una regla de justicia general o universal, igual para todos; cosa diferente a una “ordenanza”, una regla especial, válida sólo para ciertas personas, grupos o categorías de individuos, empresas o instituciones. Así nos encajan ordenanzas y nos dicen que son leyes. Y les creemos.
(3) Las leyes falsas engendran instituciones falsas, pero legalmente cubiertas. Así se nos dice que “dinero” es todo lo que las leyes digan que es dinero, y se impone su uso por obligación, no importa si es dinero de verdad, con respaldo en un bien económico real o mercancía, escogida por la gente para usar como moneda de cambio universal. Igualmente nos dicen que “banco” es lo que las leyes dicen que es un banco, no una entidad de depósitos que otorga créditos con respaldo en los ahorros del público.
Muchas Iglesias nos dan un cristianismo falsificado. Pero ese tema va al final. Aprender y desaprender. Cuando careces de conocimientos, aprender no es tan difícil. Para aprender Química por ejemplo, basta dedicar tiempo y algo de esfuerzo a estudiar la materia. Tienes la mente en blanco, nada que “desaprender”. Pero si quieres aprender Economía por ejemplo, o Ciencia Política, eso sí es más difícil, porque para aprender, tienes que desaprender un cúmulo de conocimientos falsos que hay en tu cabeza; y es en paralelo: las dos tareas a la vez. Es complicado.
Y es peor si has estudiado estas materias en una Universidad, por años, incluso tal vez hasta en Posgrado, asimilando contenidos que creíste verdaderos e indiscutibles, más allá de toda duda. Aprender se torna trabajoso. Aunque si no has pasado por el aula universitaria, entonces tienes muy poco que desaprender, apenas lo que has oído por ahí, de la gente o de los medios; y aprender ya no se vuelve tan desgastante.
Para aprender liberalismo, hay en cada país hay uno o varios “tanques de pensamiento”, dedicados a “difundir las ideas de la libertad”, como ellos les llaman. No parecen tener mucho éxito, a juzgar por la hegemonía de las izquierdas. ¿Por qué fracasan los tanques de pensamiento liberales?
Porque van a lo difícil en lugar de ir a lo fácil. En vez de dirigirse al público general, que tiene menos que desaprender, se enfocan en un público universitario, creyendo que así van a tener mayor influencia. Pero como vimos, los universitarios tienen mucho más que desaprender. Y hay otro factor que hace muy duro el desaprender: la natural vanidad, o la falta de humildad. Y como si esto fuera poco, muchos universitarios tienen una “carrera” hecha en el estatismo, o esperan tenerla. Y es una inversión considerable, de tiempo, energía y dedicación, y dinero. No es para tirar por la borda.
Si los “tanques” fuesen partidos políticos, tendrían que buscar votos en el público en general, y en esto se enfocarían. Sería mucho más fácil explicar las reformas liberales, sin estar constantemente atajando un sinnúmero de objeciones, muchas de ellas sin sentido, basadas en conocimientos falsos.
II. EL PROGRAMA DE LAS CINCO REFORMAS # FUNCIONES, PODERES Y RECURSOS Gobierno Limitado. El liberalismo clásico, el verdadero, no se centra en la idea de “libertad”, así en el aire, en abstracto, como creen los liberales despistados, sino en el más concreto concepto de “Gobierno limitado”, lo que significa “limitado” a sus funciones propias, específicas y conforme a su naturaleza. Ese es el punto de partida de su ideario o doctrina.
Y para el Liberalismo Clásico, ¿cuáles son esas funciones propias del Estado, mejor dicho, de los Gobiernos? Sólo tres nada más: seguridad; justicia; y obras públicas de infraestructura. Por lo tanto, un Gobierno liberal también es “limitado”: en poderes, y en recursos financieros. Esto es: cuenta con todos los poderes y recursos necesarios para cumplir sus tres funciones, pero nada más. Gobierno limitado es lo contrario al “estatismo”, sistema hoy vigente en América latina y en casi todo el mundo. La Reforma No. 1 es para recuperar el Estado sus tres funciones propias, hoy sumidas en el descuido y el abandono.
“Estatistas” son Gobiernos que usurpan otras cuatro clases de funciones, privadas por su naturaleza: económicas; docentes; médicas; previsionales (jubilaciones y pensiones). En los Gobiernos estatistas, los mercantilistas dicen “ocuparse de la economía”; y los socialistas dicen estar “muy preocupados por los pobres”, así que nos aseguran que van “ocuparse de la educación, la salud, y la seguridad social”. Asumen que los Gobiernos pueden ocuparse de sus tres funciones propias, más las otras cuatro: en total siete; ¡y eso ya es demasiado! Sabemos que “quien mucho abarca, poco aprieta”.
Por eso todos los Gobiernos estatistas incumplen sus promesas. Todos fallan. Hay que cambiar el sistema. Y los llamados “partidos de oposición” nos ofrecen siempre más de lo mismo. “Nosotros sí vamos a poder cumplir”, nos dicen; esa es su promesa básica. Y es falsa. La Gran Usurpación. Lo que se llama por lo común “Revolución,” es en realidad una usurpación, y triple. A las personas, familias, empresas y otras entidades privadas, nos usurpan primeramente funciones, p. ej. hacer negocios y empresas productivas, educar y enseñar, curar a los enfermos, ocuparnos de los ancianos y desvalidos, etc. Con el pretexto de cumplir ellos esas funciones, los Gobiernos también nos usurpan, en segunda instancia, una gran cantidad de recursos, es decir dinero, mediante altos impuestos e inflación; y por fin nos usurpan poderes, o sea libertades, con sus minuciosas y restrictivas regulaciones.
De este modo el estatismo nos sobrecarga y perjudica con gravámenes exagerados, y caprichosos reglamentos para toda suerte de actividades, comerciales y de todo género. Los Gobiernos acaparan fuertes dosis de poder absoluto, y dinero en cantidades astronómicas, que usan en provecho propio y de sus allegados. Y nos debilitan e incapacitan para servir a las funciones privadas a los individuos, familias e instituciones particulares como las empresas, centros docentes, clínicas médicas, y fondos de pensiones, entidades que bajo el estatismo son del Estado o dependen del Estado, directa o indirectamente.
Así las personas individuales y las familias quedamos desapoderadas y empobrecidas, dependientes también del Estado. Semejante concentración de poder y dinero en las mismas manos, las “visibles” del Estado, se hace inmanejable, y fuente de toda clase de ineficiencias y corrupciones.
“La Gran Devolución”. Lo contrario a esta usurpación es “La Devolución”, también triple: de funciones, de poderes, y de dinero. Y eso es mediante las demás Reformas, que son también devoluciones: consisten en el traspaso de las funciones privadas en los negocios y la economía a sus titulares naturales que son las empresas, muchas condenadas ahora a la informalidad, en la Reforma No. 2. Y asimismo en la educación, la salud y la previsión social, respectivamente a las escuelas y centros educativos, a las clínicas y sanatorios, y a las Cajas de Previsión, en las Reformas Nos. 3, 4 y 5, junto con el apoyo estatal a los más pobres pero mediante “vouchers”, específicos para cada uno de estos tres rubros, en el proceso de la transición hacia el capitalismo liberal maduro, y al desarrollo político, económico y social.
Profecía que se realiza a sí misma. El sociólogo Robert K. Merton, en su libro “Teoría y Estructura Social”, define este tipo de “profecía” de este modo: “es una descripción falsa de la realidad, pero que suscita un comportamiento que modifica la situación y la vuelve verdadera”.
Y esto es lo que hace el socialismo: “el Estado se hará cargo de todo porque tú no puedes”, te dice, y con ese pretexto te quita tus recursos y tus libertades ¡y así te vuelve realmente impotente! “El Estado se va a ocupar porque tú eres incapaz”, te dice el Estado, y se apodera de la economía, la educación, los medios, los partidos e instituciones, y te carga de impuestos y regulaciones, ¡y así te vuelve de hecho incapaz e impotente! En lo económico y en lo político.
La Anti-política. Es el grito de la clase media ante la situación real de impotencia. Esta clase media confunde “política” con politiquería, y no quiere entender que el problema no es este o aquel Presidente sino el sistema. Algunos intuyen que hay que cambiarlo, pero la clase media se ve impotente para hacer eso, incluso para entenderlo! Por eso su bronca contra “los políticos”, la política y los partidos, unida a la histeria anticorrupción, que es en el fondo un reclamo socialista: “Se roban el dinero en vez de hacer escuelas y hospitales para mí!” La Antipolítica se expresa en las “marchas”. Cada tanto la “indignada” clase media convoca a una “marcha de protesta” por tal o cual abuso, este o el otro. Jamás se convoca a hacer un partido liberal para salir del estatismo, al menos masivamente. ¿Y qué cambian las marchas? Nada. ¿A quiénes interesan las Cinco Reformas? A toda la ciudadanía en general, pero en especial a varios sectores, grupos y categorías de gentes involucradas. Nuestra labor, la tarea pendiente de los liberales en un partido Liberal, es mostrarlas y explicarlas. Se basan todas en el axiomático principio liberal de la estricta “separación” de lo público respecto de lo privado; y son las siguientes, comenzando por la primera y de mayor importancia.
POLÍTICA Y PARTIDOS: SEGURIDAD, JUSTICIA, Y OBRAS DE INFRAESTRUCTURA
UNO: Reforma Política, de los Gobiernos y los partidos, para devolver al Estado a sus funciones propias: seguridad, justicia, e infraestructura, las cuales hoy se encuentran muy descuidadas por la desidia oficial. Esta Reforma es para fortalecer esas capacidades, hoy debilitadas y corrompidas; y también para jerarquizar debidamente a las instituciones y servidores públicos encargados de las mismas y su cumplimiento. O sea: militares y policías; jueces y agentes judiciales; funcionarios y contratistas de obras de infraestructura; todos los cuales se hallan enormemente desprestigiados hoy en día.
Seguridad primero. El crimen es señalado como el principal y más grave problema, sobre todo en las grandes ciudades. ¿Por qué el desborde criminal? Muy simple: porque no se ocupan, ya que la ideología socialista hegemónica tiende a exculpar al criminal, incluso a justificarle. Por todos los medios siempre las izquierdas nos dicen que el crimen es “un producto de la descomposición típica de la sociedad capitalista”; y no le echan la culpa al ladrón, asesino o violador, sino al consumismo, al materialismo, al individualismo, a la prensa y demás. Es obvio el efecto destructivo que este discurso tiene sobre la fibra moral y el tejido social, como muchas veces apuntó el Profesor Milton Friedman, un Premio Nobel de Economía que sabía mucho más que de su especialidad. Por eso en las encuestas de opinión aparece primero la inseguridad. En el interior del país, la queja es por “el abandono” de las regiones, la falta de obras públicas como caminos, puentes y carreteras para facilitar el comercio y dinamizar la economía, y también de embalses y represas para controlar y aprovechar el ciclo estacional de lluvias y sequías en la irrigación. Y hay mucho descontento también por la corrupción y “Los políticos y partidos que incumplen sus promesas”. Todos estos problemas son de naturaleza política, entonces la Reforma Política es la primera.
¿A quiénes interesa más esta Primera Reforma? Primeramente a los militares y policías; a los jueces, fiscales y personal de tribunales y penitenciarías; también a los empresarios privados constructores de las obras públicas. Hay que explicar que bajo un sistema liberal, van a tener el reconocimiento social y la justa compensación de que hoy carecen. Porque el estatismo declara “primeras prioridades la educación y la salud”; pero es pura retórica vacía.
La Reforma No. 1 va a dignificar a los agentes de la seguridad y la justicia, con y sin uniforme; y los de la educación y la salud también serán dignificados y enaltecidos, por otra vía, la privada, como veremos en las Reformas Nos. 3 y 4. A los empresarios, formales e informales, a los inversionistas, y también a los consumidores, interesa mucho esta reforma y la siguiente, como vamos a ver también; porque a todos nos van a enriquecer.
Administración de Justicia. Es la segunda función propia del Estado, después de la seguridad. El Premio Nobel de Economía Douglass North, trabajando el tema del subdesarrollo económico, ha identificado una de las causas de mayor peso: la carencia de tribunales confiables para hacer valer y cumplir los contratos y derechos, y resolver los conflictos en los negocios. Eso obliga a la gente a hacer negocios casi nada más que con familiares y conocidos de confianza, lo que limita enormemente su radio de actividad económica y producción. La inseguridad, y la ausencia de obras públicas o de su mantenimiento idóneo, se suman a los factores limitantes.
Esta Reforma No. 1 incorpora también para el área de la legislación ordinaria, el concepto de justicia restauradora o compensatoria, centrada en la víctima, y en su derecho a recibir una justa indemnización por daños de parte del criminal, más que en la “regeneración” del delincuente. Por ello esta Reforma es de particular interés para las víctimas de los delitos, hoy tan desasistidas. En este caso, al igual que en las demás Reformas, a los potenciales beneficiarios hay que mostrar las ventajas y beneficios tangibles que les reportarán, tanto en lo material como en otros órdenes de la vida.
La propiedad privada del subsuelo es otra innovación incluida en la Reforma No. 1. ¿Qué pasa si descubres petróleo, gas, oro o plata en tu propiedad? Que el Gobierno te la quita, porque el Estado es el dueño del subsuelo. Eso no era así en otros países como en EE.UU., donde la propiedad privada de los inmuebles se extendía “desde el Infierno hasta el Cielo”. Los propietarios texanos y californianos fueron dueños del petróleo y los recursos minerales, y muchos lo son todavía.
Bajo el sistema liberal, un propietario tiene muchas opciones para tratar con compañías petroleras o mineras: puede alquilar, puede dar su terreno en comodato, puede vender o ceder en permuta. Y también puede asociarse con las empresas multinacionales. Según lo que más le convenga, a su entender. Obras de infraestructura. Hace un siglo el sociólogo alemán Max Weber definió al Estado como el “monopolio legal de la violencia”. Por eso se requiere para las tareas sociales que necesitan del uso de la violencia: reprimir el crimen; hacer justicia pública en última instancia para resolver choques y conflictos; y construir caminos y carreteras, cobrando impuestos a los remisos. En cambio no se requiere el Estado en tareas que no ameritan uso de la fuerza, y que por ello los agentes privados pueden cumplir: hacer negocios; enseñar; aplicar cuidados médicos; y atender cajas o fondos de jubilaciones y pensiones.
La principal causa del subdesarrollo es que el Estado se entromete en lo que no debe, y no hace con eficacia lo que debe. No está para producir bienes y servicios, o tratar con educandos, enfermos y ancianos. No son esas sus labores, y por eso falla. Está para perseguir y apresar criminales, y juzgarles, en primer lugar; y en segundo término, para contratar ciertas obras de infraestructura que las empresas privadas difícilmente podrían hacer cobrando precios, y pagarles con “tributos” recabados a la gente. Por eso su estructura es vertical, jerárquica, burocrática y autoritaria; y por ello no se adapta a los oficios de agricultor, fabricante, comerciante, maestro, médico y asistente a la vejez. En estas ocupaciones falla también, porque se empeña en hacerlas, contra su “ontología”, o sea: su naturaleza.
Corrupción. Es un producto del estatismo principalmente: de la indebida mezcolanza de lo público y lo privado. La connivencia de intereses es inevitable: cuanto más estatismo, más corrupción. Y la corrupción se ha hecho un medio normal de financiación para los candidatos estatistas, sus partidos y campañas.
Por otro lado, la realidad es que la “lucha anticorrupción” es una farsa, un medio para competir los políticos estatistas unos con otros, acusándose mutuamente de corruptos, y evitando así los temas de fondo. Los lapsos de campañas electorales deberían servir para discutir los temas de fondo, los tales “proyectos de país”, las propuestas de los diversos partidos y candidatos. Eso no ocurre, porque los escándalos de corrupción abarrotan los periódicos, las radios y las pantallas de las televisoras.
Con sus escandalosas “denuncias” se quitan de en medio unos a otros: los corruptos expertos y más hábiles en borrar huellas y no dejar rastros, pueden sacar del juego a los corruptos menos diestros en tales artes, y también a la poca gente decente pero muy incauta que a veces se atreve a incursionar en la política municipal y regional. La corrupción es endémica, en muchos casos es “narcorrupción”, y en ciertas naciones se liga además a la “narco-guerrilla”, sobre todo a niveles locales. Por eso no es recomendable para los liberales arriesgarse y enredarse en la corrupta política estatista de las Alcaldías y Gobiernos regionales; es inefectivo, y peligroso. Lo aconsejable es candidatear directamente para el Congreso: a derogar Leyes Malas e impulsar las reformas.
El remedio para la corrupción es: la des-estatización. En un sistema liberal el comercio, la enseñanza, la medicina y la previsión social se separan del Estado. Así la corrupción disminuye drásticamente, y puede ser tratada con sus remedios naturales propios, que son los judiciales. Pero para eso hay que separar esas cuatro áreas de actividades del Estado; y a ese fin son respectivamente las reformas Nos. 2, 3, 4 y 5.
Federalismo y municipalismo efectivos. Se incluyen en la Primera Reforma. Este tema interesa en el interior de cada país. Mucha gente me pregunta “¿Podría yo postularme para Alcalde (o Gobernador) y hacer las reformas liberales en mi localidad?” ¡No sirve! Primero es necesario cambiar el actual sistema estatista, en el que los Alcaldes y Gobernadores tienen muy pocos poderes efectivos, y no tienen el poder de derogar las leyes, el cual pertenece sólo al Congreso. En el liberalismo clásico, el “Gobierno” más importante y primero es el inmediato: local y regional, antes que el nacional, mal llamado “central”, como si los otros fuesen “periféricos”. Esto se llama municipalismo y federalismo verdaderos, que comienzan por el “principio de subsidiaridad”, pero bien entendido, que se expresa así: las funciones estatales genuinas les caben primero que nada a los Gobiernos locales, tanto municipales como regionales, y al nivel nacional sólo después, y en carácter subsidiario: cuando estos no puedan desempeñarlas.
“Voto Limpio” y partidos privados. Por la Reforma No. 1 los partidos políticos serán liberados de sus actuales lazos de dependencia y subordinación al Estado, con lo cual se les devolverán a los afiliados y simpatizantes, y se ampliará y mejorará el abanico de ofertas electorales. ¿Cómo es eso? ¿Cómo va a ser el sufragio, los partidos y candidatos? ¿Y el financiamiento y la organización interna de los partidos? La Reforma Política incluye cinco reglas para los partidos y las elecciones, que llamamos “Voto Limpio”:
(1) El sufragio es plenamente libre y voluntario, no hay multas ni sanciones, y la abstención es legal; (2) y se incluye el voto en blanco o “por ninguno” como opción abierta, plenamente válida. O sea: el voto no es obligado. Estas dos reglas ponen sobre los partidos la obligación de ser atractivos si quieren sacar votos y reunir adherentes y recursos.
(3) No hay financiamiento público: los partidos deben sostenerse sólo con aportes de sus miembros y simpatizantes, e igual sus campañas electorales. Por consiguiente (4) no hay directrices ni reglamentos estatistas para los partidos ni para sus campañas electorales, en todo se rigen exclusivamente por las voluntades, opiniones y criterios de sus adherentes, en su doctrina, en su Programa, y también en sus Estatutos, que definen su forma organizativa, estructura interna, derechos y obligaciones, etc. Es decir que si no te gusta la ideología de un partido o su propuesta, o su modo de financiarse, o su organización, si te parece poco democrático, pues no entras, o te sales, y si quieres te puedes pasar a otro, o a ninguno. Simple. Estas dos reglas ponen sobre los partidos la obligación y la responsabilidad de ser cada vez mejores para atraer membrecía. Y fondos. Y para concluir: (5) no hay exigencias desmesuradas de miles de firmas y vallas exorbitantes para presentarse a competir en comicios. Esta regla pone sobre los hombros de los partidos establecidos el deber de soportar la competencia abierta.
ECONOMÍA: ¡TODOS A GANAR MÁS Y VIVIR MEJOR!
A caballo entre las reformas política (No. 1) y económica (No. 2) tenemos una drástica rebaja general de gastos públicos, como consecuencia del adelgazamiento del Estado y su aparato burocrático. Por lo tanto, la deuda pública ya no se justifica. Y tampoco el elevado nivel de la carga tributaria sobre las espaldas de la gente. Resultado: precios más bajos para todos.
Deudas. Hoy en día el Estado no sólo se endeuda, sino que empobrece a las personas, familias, empresas e instituciones privadas; y en conjunción con la banca, presiona a los privados a endeudarse, en el contexto de la economía inflacionaria. La Reforma No. 1 prohíbe al Estado endeudarse; y por su lado la Reforma No. 2 le abre la puerta al ahorro privado, con lo cual desaparece la presión extrema por el endeudamiento a los particulares, y se devuelve al crédito su rol natural de recurso extraordinario para emprendimientos productivos, ¡que serán muchísimos!
Impuestos. A la pregunta “¿Pero y de qué va a vivir entonces el Estado?” la respuesta es: con una recaudación tributaria no menor que la actual, y probablemente mucho mayor, procedente de nuevas empresas, negocios y empleos, y de los ahora existentes, pero que serán mucho más productivos y con mayores ingresos. Esto se llama “efecto Laffer”. La Reforma No. 1 incluye a ese fin el impuesto de “las tres U”: único, uniforme (igual para todos), y universal (sin excepciones). Ese impuesto, de una alícuota muy baja, será recaudado por los Municipios, y distribuido desde abajo hacia arriba con los Gobiernos regionales y nacional. Esto se llama “federalismo fiscal”. Pasemos ahora a la Segunda Reforma.
DOS: Reforma del dinero, la banca y la economía, para devolver las actividades económicas a los empresarios, al dinero su valor, y a la banca su rol intermediador entre ahorros y préstamos. A fin de desaparecer los ciclos económicos de auges artificiales inflacionarios, con sus posteriores inevitables secuelas de crisis, recesiones y depresiones, la Reforma No. 2 contempla un patrón bimetálico para la moneda, oro y plata, y un sistema de reserva total para la banca. Tendremos así deflación en lugar de inflación: el poder de compra de la moneda va a subir en vez de bajar. Será de gran beneficio para la economía formal, tanto empleados y trabajadores como empresarios. Y en una economía en continua expansión y capitalización, la banca va a operar con crédito sólido, fundado en el ahorro.
Esta Reforma No. 2 también incluye la derogación de todas las leyes malas que hoy atentan contra el desarrollo de la economía informal. Las PYMEs no van a estar obligadas a quedarse “pequeñas” para siempre; van a poder crecer, aumentar el giro de sus negocios y hacer más ganancias, creando más empleo, más productivo y mejor pagado. La economía privada en expansión va a poder absorber los recursos humanos liberados por el Estado con el cierre de Ministerios, departamentos y oficinas burocráticas. Todos podremos tener más capital y trabajo, más empleo, más riqueza e ingresos.
La Bolsa y las instituciones bursátiles también van a aprovechar ampliamente. Y claro, las empresas estatales van a ser licitadas; pero sin monopolios; los liberales queremos desaparecer los monopolios, no nada más hacerlos privados.
MEJOR Y MÁS EDUCACIÓN, ATENCIÓN MÉDICA Y PREVISIÓN SOCIAL Simultáneamente con las Reformas de la política y la economía, hay tres Reformas “sociales”, para la educación, la salud, y las jubilaciones y pensiones. Es muy importante destacar, subrayar e insistir que las Reformas son complementarias; y que por eso han de ser simultáneas. En muchos países, los fracasos en reformas liberales se han debido a un “gradualismo” mal entendido: una reforma hoy, la otra ya veremos. Las Reformas sociales se ocupan de Educación (No. 3), atención médica (No. 4) y de los sistemas de jubilación y pensiones (No. 5). Operan a la vez por el lado de la oferta y de la demanda. Por el lado de la oferta, lo que hacemos es devolver la educación a los maestros y profesores, el quehacer médico a los doctores, enfermeras y profesionales de la salud, y el seguro social a sus administradores, empleados y obreros. A los directivos, operadores y trabajadores de cada centro se les dice: estas instituciones, con sus inmuebles y equipos, de ahora en adelante son de Uds. Se las entregamos como “dación en pago” por las obligaciones pendientes. Verán si forman una empresa, una asociación civil, una cooperativa o una ONG, lo que quieran. Y competirán por clientes y usuarios con otras instituciones similares.
Por el lado de la demanda, lo que hacemos es apoyar a los clientes y usuarios más pobres con bonos o “vouchers”, reembolsables en dinero a las entidades elegidas por sus titulares. Estas son ayudas sociales.
Si se hacen reformas estructurales, como las incluidas en las Cinco que proponemos, pero sin brindar ayudas sociales, mucha gente pobre se ve afectada. Pero si se dan ayudas sociales, sin hacer reformas estructurales, la gente pobre se queda “enganchada”: nunca sale de la pobreza. Y eso es lo que quieren los socialistas; nosotros no. Por eso en este Programa las ayudas sociales son transitorias, y complementarias de las reformas estructurales. Veamos: TRES: Reforma de la Educación, para devolver la enseñanza a los educadores: los docentes hoy mal pagados y mal tratados en los institutos estatales de enseñanza, van a ser sus dueños y propietarios.
Desde luego las entidades privatizadas van a competir con los institutos docentes que ya son privados, y en igualdad de condiciones, porque todo el sector educación, en todos sus niveles, será desestatizado y desreglamentado. Así se van a diversificar y mejorar notablemente todas las ofertas educativas a disposición del público, que hoy están demasiado uniformizadas, desactualizadas y empobrecidas.
Como política transicional, la Reforma No. 3 incluye bonos (“vouchers”) para los buenos alumnos sin recursos económicos, a fin de empoderarles para escoger libremente el instituto de su preferencia. El Estado reembolsará en efectivo el valor de los bonos a los centros escogidos por los educandos. Es obvio a quiénes hay que mostrar todos los beneficios de la reforma educativa: padres, maestros, profesores y estudiantes.
CUATRO: Reforma de la Atención Médica y el sector Salud, para devolver la atención médica a los profesionales de la salud. Esta reforma es análoga a la anterior: los profesionales que hoy se desgastan en institutos estatales pobremente suministrados, serán sus dueños y propietarios; así competirán con las clínicas privadas. Como medida transicional, también hay bonos para pacientes de bajos recursos, tanto los enfermos como los discapacitados y accidentados, que van a poder escoger libremente el instituto de su preferencia, entre los privatizados y los que ya son privados. Como en el caso de la educación, los bonos serán reembolsados en dinero a los centros médicos escogidos por sus usuarios.
Es obvio a quiénes hay que mostrar las ventajas: a doctores, enfermeras, paramédicos, bioanalistas, etc., que van a trabajar de manera independiente, ganando más y viviendo mejor; a la gente, que recibirá mucha mejor atención, sobre todo a quienes hoy no pueden pagarse un servicio privado, y están condenados a mendigar una pésima atención en los servicios estatales, llamados “públicos”.
CINCO: Reforma de la Previsión Social para devolver la previsión social a las Fondos de Jubilaciones y Pensiones. Esta reforma es similar a las dos anteriores; por eso son “reformas sociales” las devoluciones 3, 4 y 5. El “Seguro Social” de ahora será entregado a sus empleados y trabajadores en propiedad. Para que puedan competir con los Fondos privados, en un ambiente de libre mercado, aunque transitoriamente con ayuda estatal a los más pobres, en bonos suficientes para adquirir la póliza de un Plan Básico de Seguridad Social, en el instituto de su libre elección.
Como en las otras dos reformas sociales, el Estado también reembolsará en efectivo el valor de los bonos a los institutos escogidos por los usuarios. Un Ministerio de Apoyo Social se va a encargar de administrar las tres series de bonos, para que los apoyos puedan ser focalizados de verdad, mediante “trabajadores sociales” que por primera vez van a hacer su trabajo en lugar de ser agitadores revolucionarios al servicio de la izquierda.
III. LIBERALISMO PARA ADULTOS
PREGUNTAS QUE SIEMPRE SE HACEN
Cuando hablamos de liberalismo, y sobre todo si presentamos el Programa de las Cinco Reformas, casi siempre surgen las mismas preguntas, muchas implicando dudas y cuestionamientos, y también objeciones y críticas. Es casi siempre por culpa de los conocimientos falsos; sobre todo en el público universitario. Veamos algunas de las más comunes, junto con otras cuestiones y temas que se suscitan.
“¿Y en qué país se han hecho estas reformas?” normalmente es la primera. Se puede mencionar aquí que en los años ‟50 las hubo en los tres países vencidos en la II GM: Alemania, Italia y Japón. En los años ‟70 en los “cuatro dragones” del sudeste de Asia: Hong-Kong, Singapur, Formosa, y Sur-Corea. Y en los ‟90, se llevaron a cabo las reformas de Margareth Thatcher y Ronald Reagan en Inglaterra y en EE.UU. Y en los países escandinavos, que muchos tienen por “socialistas exitosos”, pero en aquel entonces dejaron de ser socialistas, al menos en gran medida. Ahora en este siglo XXI se ven los resultados de las reformas comenzadas por Deng Xiao Ping en ciertas partes de China.
Allí donde estas reformas se aplicaron, el éxito ha sido indiscutible. Cuanto más a fondo se aplicaron, mayor el éxito. Y cuanto menos a fondo, los logros fueron menos espectaculares, y no se hizo esperar la reversión del proceso: los socialistas han regresado.
Porque estas reformas no fueron aplicadas a fondo en ningún caso; y por consiguiente no erradicaron por completo los males. Entonces surge la siguiente pregunta: “¿Por qué no se hicieron a fondo las reformas”? O la otra más o menos equivalente: “¿Y en qué país hay un sistema liberal puro?” Pues la respuesta es: en ninguno. Pero no porque sea malo el sistema de iniciativa individual, libre mercado y Gobierno limitado,
¿”Por qué no se aplica el liberalismo”? Porque el estatismo no lo permite; tan simple como eso. La poderosa y hegemónica alianza mercantilista-socialista restringe muy severamente, o incluso prohíbe la libre entrada a los mercados y la competencia abierta. Es así en todas las naciones, con muy disímiles pretextos; y uno de ellos es: “todos los extremos son malos, por eso el colectivismo extremo tampoco se aplica en ningún país!” Y verdad, es cierto que aún bajo el comunismo más duro hay muchos mercados “negros” clandestinos que son “tolerados” porque sirven a sus clientes; pero no es por ser “un extremo” sino por supervivencia, incluso de los parásitos socialistas, que de otro modo no podrían ni comer. No todos los extremos son malos.
¿Y los "Índices de Libertad Económica”? Nos muestran que a más estatismo, menos prosperidad y más pobreza. Eso es un hecho. Pero estos indicadores son engañosos, en tanto no miden grados de libertad sino de opresión, de estatismo. Ordenan los países no en base a mayor libertad sino a menor estatismo relativo, que no es igual. Y a los países relativamente menos estatistas en comparación les llaman “libres” o “más o menos libres”. Pero es como poner a 150 asesinos seriales en orden creciente, desde el menos al más criminal, según número de homicidios de cada uno. Y al que "solo" tiene 5 muertos, le dicen "honesto” o “relativamente decente"... sólo porque los otros 49 tienen cada uno 20 muertos en promedio!
Autocrítica. Hay otras tres series de razones por las cuales el liberalismo “no se aplica”, y hay que exponerlas muy honestamente. (1) Los grupos liberales se encierran en “tanques de pensamiento” y se resisten a embarcarse en la política activa, y en esos ambientes enrarecidos predominan los “libertarios” anarco-ateístas, que se encargan de espantar a cuanta gente corriente y normal se acerca a curiosear; o bien se encaminan en el quehacer político, pero creyendo que hacer concesiones al estatismo es requisito para tener éxito, y así fracasan, porque con tantos mercantilistas y socialistas originales, nadie quiere copias. (2) Como tratamos al final de este escrito, el liberalismo clásico es un producto de lo que antes se llamaba la Civilización Cristiana Occidental, con raíces en la Biblia. Es la doctrina política del cristianismo; y por tanto los cristianos deberían impulsarla; pero desde hace unos 150 años aproximadamente impulsan el socialismo, siendo esa una de las razones del éxito de las izquierdas. (3) El tercer factor se deriva de los otras dos: las resistencias de los liberales para hacer las necesarias autocríticas y rectificaciones.
¿El capitalismo es la propuesta de la derecha? Por supuesto, tanto como que el socialismo es la de la izquierda. No hay que temer a definirse claramente por la derecha, así como los partidarios del socialismo no temen definirse por la izquierda. Si los liberales no lo hacemos, jamás vamos a argumentar en defensa del libre mercado, porque las izquierdas nos espetarán “¡Eso es de la derecha, eso es capitalismo!” y así nos quedaremos mudos, como tontos sin saber qué decir, cuando la respuesta tiene que ser un orgulloso “¡Sí, soy pro-capitalismo liberal y de derecha! ¿Y qué?”
Sólo es preciso aclarar que hay dos derechas: la mala, el mercantilismo, la del “capitalismo para los cuates”. Y la derecha buena, el capitalismo liberal o de libre mercado: capitalismo para todos. Y hay dos izquierdas: la mala es la socialdemocracia; y la otra es peor: lo que se llama comunismo en todo el mundo, aunque en la Alemania de Hitler se llamó nazismo. Difieren en los medios que usan: la primera es la blanda, “menchevique”, emplea la mentira; y la segunda es la dura, la “bolchevique”, que utiliza la violencia además de la mentira.
Izquierda buena no hay; eso no existe. Y de la derecha mala (mercantilismo) se puede pasar a la buena (libre mercado); pero de la izquierda mala se pasa casi siempre a la peor. ¿Por qué? Porque el socialismo siempre es malo, y sus resultados son nefastos; y si no hay una opción fuerte de la derecha, las únicas opciones a las izquierdas malas son las peores. Todos los Gobiernos de izquierdas decepcionan, pero a cada frustración culpan “al capitalismo” (¿?) siempre tienen otra opción de “izquierda verdadera” para repuesto.
“¿Y Pinochet?” Jamás falta esa pregunta. Los liberales despistados dicen que “todas las dictaduras son iguales”, y que “Pinochet es como los Castro”, como si la tiranía que entronizó el comunismo en Cuba fuese igual a la dictadura que le evitó a Chile ese mismo futuro. Las de izquierda no son dictaduras, son tiranías, porque además de autoritarias son “totalitarias”, aspirando a un control socialista sobre “todas” las áreas de la vida social e individual. Las de derecha sí son dictaduras; y por supuesto son indefendibles desde un punto de vista liberal clásico, pero no son “equivalentes” a las tiranías.
Democracia y partidos. Lo que defendemos es la democracia, pero una democracia sana, con partidos claramente identificados con sus respectivas doctrinas de izquierdas y derechas, de modo transparente, sin engaños ni disimulos.
En ese contexto defendemos el sistema de listas en las elecciones al Congreso, injustamente vilipendiado por la partidofobia de los “anti-políticos”. Si los partidos son privados y entran a competir entre sí, como era en alguna Era pretérita, naturalmente tiendan a ocupar cada uno su nicho ideológico favorito, y por ello a distribuirse a lo largo del espectro. En tales condiciones, una lista de candidatos no es un crimen ni algo pecaminoso, sino una manera de comunicar al elector, entre otras cosas, la filiación ideológica de los incluidos en la lista, rebajando de ese modo los costos de información al público.
Lo contrario a democracia sana es una democracia enferma o “patológica”, tal como enseña el Prof. Olavo de Carvalho, con partidos de izquierda, centro izquierda, extrema izquierda, ultra-izquierda e izquierda pura, ...aunque algunos de manera disimulada, usando para sus partidos nombres raros y muy cursis.
¿Habría sindicatos en una democracia liberal? El sistema actual les permite a los sindicatos el uso de toda clase de apremios y violencia, y así se convierten en armas de presión y de agitación política. En el poder, los socialistas les conceden a los gremios todas sus exigencias, que siempre terminan pagando los contribuyentes en el caso de los empleados públicos, a través de más impuestos, y los consumidores en el de los del sector privado, a través de precios más elevados. Así sube cada vez más el costo de la vida. Y en todo caso, las ventajas sindicales pagan siempre con desempleo los que no consiguen trabajo porque no hay, dado lo costoso que se hace crear empleo que en estas condiciones.
En un sistema liberal, los gremios no van a desaparecer, porque tienen tres funciones históricas y naturales, que son muy legítimas: (1) capacitar profesionalmente a sus afiliados, con cursos y escuelas; (2) intermediar sin violencia en el mercado laboral, con bolsas de trabajo; y (3) ofertar seguridad social, con sus propias Cajas de Previsión. Por supuesto que en ninguna de sus tres funciones gozarán de posiciones monopolísticas: competirán con maestros, educadores y Universidades; con las agencias de selección y empleo; y con las aseguradoras privadas y privatizadas.
¿EE.UU. es un país capitalista? Cada vez menos. En los días de la Independencia, Thomas Jefferson avisó que “el precio de la libertad es la vigilancia permanente”. Por eso, tras redactar buena parte de la Constitución, entendió que ella no podía cuidarse sola, y en 1792 fundó con James Madison un partido, el Partido Demócrata-Republicano, que se opuso al Partido de Alexander Hamilton, llamado “Federalista”, pero que era en extremo centralista, estatista y mercantilista.
El Partido de Jefferson y Madison se inspiró en el estricto postulado calvinista: la naturaleza humana tiende al mal y no al bien, por eso los Gobiernos deben ser limitados. Pero ¿quién va a ponerles freno y a impedir que salgan de sus límites? Una poderosa corriente de opinión, encarnada en un vigoroso y bien estructurado partido político. ¿Cómo EE.UU. inició su camino en el capitalismo liberal? Bajo el liderazgo de este partido, que tuvo un largo predominio, entre 1801 y 1825. Al declinar este partido fue que las cosas comenzaron a cambiar.
A futuro, ¿quiénes habrán de aplicar las reformas liberales? Tiene que ser la gente de un partido liberal, no los partidos socialistas obviamente. El socialismo no es el simple “error de no saber economía”, como erradamente pensaba el profesor Friedrich von Hayek; es una estafa, cuando no un crimen mayor, y las izquierdas jamás van a “aprender economía”, por una simple razón: así les va muy bien. De economía saben todo lo necesario para empobrecernos a nosotros y enriquecerse ellos, ¿a qué más?
¿Y el “anarco-capitalismo”? Es un disparate que inventaron los profesores liberales (“liberalismo de cátedra”) cuando se cansaron de esperar a que los socialistas se decidan a “estudiar economía”, pero sin por ello contribuir a impulsar un partido liberal.
“Capitalismo” implica un Gobierno, desde luego limitado a hacer valer los derechos de propiedad, y a mantener abiertos los mercados. La seguridad, la justicia y las obras de infraestructura son “bienes públicos”, con dos rasgos importantes por los cuales es insostenible su prestación con precios: (1) su uso por A no impide el uso simultáneo por B, C o D; y (2) no se puede técnicamente excluir de su uso a quienes no hayan pagado el precio. Por eso las “agencias privadas” no pueden proveerlos.
Hablamos de seguridad y justicia públicas como “últimos recursos”. No de la existencia de agencias privadas de seguridad y policía, que las hay ahora bajo el estatismo, al igual que agencias de justicia interna dentro de instituciones privadas. Eso no va a dejar de existir en un sistema liberal. Pero ¿qué pasaría si dos agencias entran en conflicto y no hay una instancia pública superior como “último recurso”? Somalía. Eso es anarquismo. Asimismo hay también ahora dueños de fincas y haciendas haciendo trabajos de infraestructura para provecho propio aunque abiertas al público; no se les va a impedir en su orden liberal, pero hablamos de obras de mayor envergadura.
El análisis económico es toda una ciencia, y sirve para explicar los hechos económicos, pero no los políticos o de otra índole; y si el estudio económico se lleva más allá del objeto propio de la Economía, se cruza la línea del disparate, con toda probabilidad. De hecho, como estamos viendo, las reformas liberales más importantes ni siquiera son económicas: son políticas.
Por otra parte, es deshonesto que los “ancaps” (anarco-capitalistas) usen para su Instituto el nombre de Ludwig von Mises, cuando el insigne vienés condenó el anarquismo con palabras muy claras y contundentes; al igual que Ayn Rand, por eso es inconsistente que los “libertarios” que se dicen sus seguidores se hayan adherido a la fantasía utopista de los anarcoides. La filosofía de la “abolición del Estado” nada tiene que ver con Mises ni con Rand, y mucho con Carlos Marx, quien veía al Estado como un “instrumento de dominación de una clase sobre otra”, y lo profetizara condenado a desaparecer, junto con las clases sociales. Y con la religión, producto de la “alienación capitalista”, que desaparecería junto con el capitalismo.
Como referencia el “anarco-capitalismo” podría ser la verdadera “extrema derecha” del espectro ideológico; pero últimamente muchos de sus partidarios se están volviendo conscientes de sus afinidades con el pensamiento de Carlos Marx, y se definen a sí mismos como “libertarios de izquierda”.
Tema muy aparte es el de la actual Prohibición respecto de las drogas, que todos los liberales clásicos adversamos, y que indebidamente se pone en el mismo saco con los tópicos de la Agenda marxista cultural.
¿Y el “Test de Nolan”? Es un fraude. En sintonía con el “Nuevo Orden Mundial”, casi todos los “libertarios” anarco-ateístas adhieren al aborto legal, al “matrimonio” homosexual, y a la eutanasia de ancianos, enfermos terminales y discapacitados graves, disfrazada de “suicidio asistido”. Y aducen que estas posiciones son compatibles con el liberalismo económico, y ambas pueden sostenerse a la vez.
Por supuesto que pueden; pero es inconsistente. Esas posturas no son del liberalismo clásico, que en tierras anglosajonas se llama “conservatismo”, por lo muy ligado que se halla el respeto a la vida humana con la preservación de las instituciones del matrimonio y la familia, y de la propiedad, empresa y economía privadas. No son separables, como muy certeramente lo registró Federico Engels en su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, de 1884, un clásico contra el liberalismo económico y a la vez contra el matrimonio y la familia. Porque (1) Una economía empobrecida es incapaz de sustentar familias, que tarde o temprano se debilitan en medio de la pobreza. Por el otro lado, (2) no hay economía próspera sin empresas fuertes, y las empresas jamás pueden ser fuertes con familias destruidas o debilitadas.
Sólo para apoyar esta injustificable pretensión, el “Test de Nolan” y otros de vena similar, toman el eje horizontal propio del espectro de izquierda versus derecha, esto es socialismo versus capitalismo, que es unidimensional, y le inventan otra dimensión vertical, con lo cual confunden mucho las cosas en su intento de llevar brasa a su sardina. Es una completa estafa ideológica.
PARTIDO LIBERAL, PARLAMENTO Y “GOBIERNO EN LA SOMBRA”
Las tres preguntas. Cuando la gente oye hablar de liberalismo por primera vez, entiende que es un pensamiento político, y hace tres preguntas, muy básicas, las que cualquiera le haría a un grupo político:
(1) “¿Cómo sería ese ideal de país liberal?”, o sea, cuál es la diferencia con lo que tenemos; (2) “¿Cómo se llega desde aquí, desde este país estatista, hasta allá?”, o sea, cuál es la Hoja de Ruta; y (3) “¿Por dónde comenzamos?”, o sea, cuál es el primer paso. Los “tanques de pensamiento” liberales y libertarios no son partidos políticos; no responden porque no están en capacidad de responder.
Si algún día existiera un Partido Liberal de verdad, podría dar las respuestas apropiadas. La primera pregunta no es tan difícil: bajo un sistema liberal, un Gobierno haría lo contrario a lo que ahora. Porque se ocuparía de tres cosas: seguridad personal, que hoy brilla por su ausencia; justicia en los Tribunales, la cual hoy no existe; y obras públicas de infraestructura, que ahora no hay, o están harto descuidadas. Y lo que no haría es lo que ahora hace: prohibir, reprimir, estorbar y encarecer actividades de empresas y entes privados, que prestarían las otras funciones sociales en libre competencia: ofertar bienes y servicios económicos, educación y atención médica, jubilaciones y pensiones, etc., que la gente bien podría pagar con su plata. ¿Cuál? La que ganaría limpiamente en quehaceres y empleos privados, que serían florecientes en un clima de libre mercado. Y lo que ahorraría en impuestos para sostener el mega- Estado de hoy, y en inflación y deuda para cubrir su déficits monumentales.
Hasta aquí, es una buena descripción que responde a Pregunta No. 1. Solo cabría agregar, para atajar la sempiterna cuestión “¿Y qué pasaría con los pobres?”, que esas actividades privadas serían enormemente productivas y rendidoras; y con un impuesto único y plano, de tasa muy baja, sobraría para pagar las tres funciones estatales, y tres series de “cupones” de apoyo a los más pobres en su educación, atención médica y jubilaciones, durante la transición al capitalismo. Cuando la gente te entendió, te dispara la Pregunta No. 2: “¿Cómo se llega?” Fácil: a través de una Gran Devolución, que es exactamente lo inverso de “Revolución”. Toda Revolución es una “usurpación”, por parte de los Gobiernos, de tres cosas que son privadas: funciones sociales; y para llevarlas a cabo, de poderes (libertades), y de recursos. Que siguen siendo privadas por naturaleza, aunque no por ley. La “Devolución” es restituir lo que se ha usurpado. ¿Cómo? Recuerda, ¿cómo fueron las usurpaciones? Mediante leyes, las clasificadas en el “Catálogo de Leyes Malas”.
Entonces la Devolución se empieza desde el Congreso, derogando todas esas leyes malas, para que puedan recuperar su vigencia las “leyes buenas”: los antiguos Códigos ordinarios Civil, de Comercio, Penal, y de los Procedimientos, hoy inaplicables pues han sido sustituidas por las Leyes Malas, las cuales impiden hacer las Reformas. Y a futuro, ya contando con mayoría los liberales, concretar la Devolución desde el Poder Ejecutivo, impulsando las Cinco Reformas.
Ah, te dice la gente “pero para eso se requiere un partido político!” Por supuesto, le respondes, ese es el Primer Paso, y los liberales tenemos que empezar a hacer campaña electoral, pero no para las Alcaldías ni gobiernos regionales, a enredarse y perderse en la politiquería o la corrupción, sino para ir al Congreso, donde las leyes se aprueban o desaprueban. Ahí te arrojan la siguiente Pregunta, No. 3: “¿Y cuál es el primer paso?” El segundo será; porque el primero es el Partido Liberal. Y es el “Gabinete en la Sombra”.
El Gobierno en la Sombra. El paso es el que todos los partidos han dado en sus inicios: lo que se llama “Gobierno en la Sombra”, a imitación del modelo inglés. En Inglaterra se inventaron los partidos. Y los líderes de la oposición se organizaron primero como lo que hoy es el Gabinete a la sombra (“shadow”), en paralelo al oficial, para hacer seguimiento, juicio crítico y denuncia pública a sus políticas; y transmitir al público sus criterios y proposiciones.
Pero a diferencia de ahora, en el antiguo “modelo de Westminster”, los miembros del Gabinete lo eran también del Parlamento. Así el Congreso podía obligar a los Ministros a defender sus políticas desde sus asientos como diputados; era una de las viejas formas de poner bajo control parlamentario al Ejecutivo.
Por eso, en los comienzos de la institución del “shadow cabinet”, la oposición creaba todo un Gobierno completo “en la Sombra”, compuesto tanto del grupo parlamentario como de un Gabinete oposicionista, transmitiendo el correcto mensaje de que el Congreso también gobierna. Y desde esa posición, los opositores se fueron organizando como partidos, para tomar parte en las elecciones.
El Gobierno es el Congreso. Poca gente lo sabe, pero la realidad es que desde el Ejecutivo lo que se gobierna es el Estado. En cambio en realidad un país se gobierna desde Parlamento y mediante las leyes; y desde los Tribunales, mediante las sentencias de los jueces, en los casos particulares.
Los decretos del Ejecutivo gobiernan la maquinaria estatal. En cambio las leyes del Congreso disponen sobre las relaciones humanas cotidianas: entre marido y mujer, y los padres con los hijos; entre los tenderos y sus clientes; entre los finqueros y sus colonos; entre industriales o empresarios y obreros; entre bancos y depositantes o prestatarios; entre socios en una compañía; inquilinos y arrendadores, etc. Y son los jueces quienes gobiernan esos asuntos humanos en particular, individualmente, a través de las sentencias expedidas en sus oficinas, cuando intervienen y juzgan, en base a las leyes.
¿Y de qué forma se gobierna un país desde el Congreso? (1) Bajo el sistema estatista actual, según criterios estatistas e intervencionistas, mercantilistas y socialistas. (2) En un sistema liberal en cambio, con arreglo a un criterio racional de justicia: con leyes nada más que para proteger los tres únicos reales y verdaderos derechos humanos, que son vida, libertad y propiedad, respetando el carácter privado de las relaciones entre particulares, reguladas primeramente por los contratos entre las partes involucradas. Esta es la gran diferencia. Contra lo que se piensa comúnmente, un orden liberal puede funcionar tanto con un régimen Presidencialista como parlamentarista.
Muchos tanques, poco pensamiento. En América latina hay más de 200 “tanques de pensamiento”, supuestos a impulsar “las ideas de la libertad”, como ellos llaman a las de libre mercado. De ellos, unos 70 aproximadamente cuentan con presupuestos considerables, según publica en sus informes la Fundación Atlas, encargada de sostenerlos.
Presumen que su influencia es notoria y creciente. Pero eso no es lo que se ve. Las ideas predominantes en América latina son las socialistas, no las de libre mercado. Quizá no las del socialismo tipo soviético, sino las del “Socialismo del Siglo XXI”, esas son las ideas que comparten casi todos los partidos. En nuestros países no hay partidos liberales de verdad; por eso predomina el estatismo. Las ideas liberales son ideas políticas, y con sobrada razón, la gente espera que los promotores de ideas políticas sean candidatos, y que desde sus partidos políticos, compitan en las elecciones, explicando y mostrando cómo van a aplicarse en la práctica. No se supone que sólo prediquen desde lo alto de unas académicas e inaccesibles torres de marfil, invisibles para la gente del común.
Discípulos, Seguidores y Porristas. Los “tanques de pensamiento” invitan a muchas personas, en su mayor parte jóvenes estudiantes, y les dan información sumaria sobre liberalismo. Lo cual está muy bien, pero no tienen respuesta clara a las tres preguntas que todo el mundo hace cuando se asoma por vez primera al tema: “¿Cómo sería un país liberal? ¿Y cómo se llega a ese punto? ¿Y por dónde empezamos?” Y menos respuesta para la pregunta más directa: “¿y cuál es el partido o grupo político que va a llevar estas hermosas ideas a la práctica?” No hay respuesta.
Y la gente se aleja pensando: “Algo no debe estar bien con esta clase de ideas políticas cuando ni sus defensores se atreven a largarse al ruedo para llevarlas a la práctica.” En especial pasa con gente que tiene mentalidad de “porrista”, como mucha que se encuentra a montones en las Universidades.
Si algún día existiera un Partido Liberal de verdad, debería reclutar no sólo porristas sino discípulos y seguidores. Uno de los mejores ensayos breves del economista “austro-cristiano” Gary North se titula “Discípulos, Seguidores y Porristas” (2004), y se basa en “La misión de Isaías” (1936), un viejo escrito del libertario cristiano Albert Jay Nock sobre el tema bíblico del “Remanente”, que en lenguaje sociológico significa: la minoría selecta.
Explicando el desarrollo de los movimientos religiosos y políticos, Gary North describe tres tipos de adherentes: (1) el discípulo, es un convertido tempranero, que abandona su compromiso con el statu quo para seguir a un maestro, con quien hace una relación personal; (2) el seguidor, sin contacto directo con el maestro, pero atraído por sus enseñanzas, que aún dentro del statu quo, empieza a “ver el mundo a través de sus lentes”, y no por llamar la atención sobre sí mismo; (3) un porrista, que sí busca atención: lo que quiere es “ser visto en el lado ganador” y nada más. Los porristas no quieren estar del lado de la verdad; y tan pronto advierten que su equipo no gana, desertan. Y los “tanques” nos han hecho un “liberalismo para porristas”: a cada tanto dicen que en tal o cual país, tal o cual Gobierno aplica “medidas liberales”. Ese no es un mensaje para discípulos ni para seguidores; ¡es para porristas! Tan pronto llega el fracaso del tal Gobierno, nos llegan unas “aclaraciones” que no aclaran la verdad sino que oscurecen.
La Biblia. Es un inagotable manantial de lecciones y preceptos en el arte y ciencia del Gobierno civil, como muy bien sabían John Locke, William Blackstone, Thomas Jefferson y otros muchos escritores políticos que hicieron el camino del Liberalismo Clásico.
Una de esas lecciones bíblicas es que para hacer buen Gobierno primero tienes que hacer buena oposición, que se aprende de la experiencia de David el pastor, que antes de ser Rey fue el “Jefe de la Oposición” al Rey Saúl. De este relato salió la idea de “Gobierno a la Sombra”. Mucha de la sabiduría política occidental ha sacado más inspiración de la Biblia que de las obras de la Antigüedad Clásica.
A finales de los años 60, el Reverendo Edmund Opitz publicó su obra maestra “Religion and Capitalism: Allies, not Enemies”; sobre las relaciones entre la religión bíblica y la economía de mercado. Destacó que en la Biblia hay muchas enseñanzas y normas que son para las naciones, no para las personas individuales. Y si esto no se tiene presente, esos pasajes y capítulos y hasta libros enteros, se interpretan como lo que no son: directivas para las personas individuales, y se les atribuye un contenido totalmente arbitrario.
Por el contrario, muchos consejos y recomendaciones bíblicas para las personas individuales no tienen aplicación alguna en las condiciones actuales del estatismo salvaje, porque solamente se entienden y se aprovechan en el contexto de un Gobierno Limitado, como el prescrito en “la Ley”, los cinco primeros libros, en griego llamados “el Pentateuco”. ¿Qué sentido tiene el trabajo duro cuando las leyes malas lo castigan, y premian la vagancia? ¿O qué sentido tiene el ahorro cuando las leyes bancocentralistas nos traen una inflación que se come nuestros ahorros?
Por eso es que la Ley de Dios para las naciones figura en la Biblia de primera: al comienzo del Antiguo Testamento. Y por eso en el Nuevo Testamento, cuando Jesús habla de bienes económicos para comer y beber, para vestirse y calzarse, en el Cap. 6 del Evangelio de Mateo, termina así el mensaje: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”
Hoy vemos el mundo a oscuras, y hay en la política mucha perversión, que comienza por arriba, por la cabeza: por los Gobiernos usurpadores. Es porque los cristianos no hemos cumplido con nuestro deber de ser “Luz para el mundo”, y también “sal para la tierra.”
Comparando EE.UU. con América Latina. El Prof. Rousas J.. Rushdoony, otro de los grandes maestros del liberalismo clásico cristiano, nos recuerda que en EE.UU. los primeros Presidentes cristianos de esa nación juraban sobre la Biblia al asumir el cargo, tomando el compromiso de observar las obligaciones y deberes inherentes a su nueva posición. Pero el tomo de la Biblia no estaba cerrada, como es ahora con los Presidentes, sino abierta, y no en cualquier parte sino en el Capítulo 28 de Deuteronomio, parte central de la Ley de Dios, enunciada en al Antiguo Testamento como un “Pacto” entre Dios y la nación.
Por medio de ese Pacto la nación se comprometía a respetar la Ley de Dios, incluyendo tener un Gobierno estrictamente limitado. Y Dios por su parte se comprometía a derramar sus bendiciones sobre la nación observante, a la vez que declaraba y advertía que hambre, pobreza, ignorancia, esclavitud y otras calamidades se seguirían del incumplimiento de la Ley, en infidelidad al Pacto.
Explicar estas cosas en América latina sería muy pedagógico; serviría para dar a conocer las reformas liberales en las Iglesias cristianas, que ahora no se mencionan porque no se conocen. Empezando con anuncios pagos en la prensa, para los que habría que juntar dinero, porque en los comienzos no van a anunciar ni a dar espacio si no pagas. Pero hay que empezar, y eso es con la difusión y la propaganda. Se requiere una sustancial inversión comunicacional y en organización.
Y esto lleva a una pregunta, la última de este escrito, para concluirlo, que nos trae al tema de la religión, el Cristianismo y las Iglesias, que habíamos prometido tratar.
¿CON CUÁLES APOYOS COMENZAR?
Inventario de recursos. No con los “tanques de pensamiento”, por supuesto. Hagamos un breve examen
de grupos y categorías sociales. Desde luego, en todas hay excepciones, pero el panorama general es éste:
1. Los empresarios, sobre todo grandes, son los beneficiarios del mercantilismo. Como Adam Smith sabiamente advirtió, son los últimos que quieren libre competencia. Rápidamente aprenden a limar sus diferencias de intereses, y a convivir con los políticos socialistas, democráticos o no.
2. Los políticos; son los ejecutores principales del estatismo desde hace unos 400 años, por no irnos más atrás. Lo imponen, lo dirigen, lo gerencian, lo administran y amorosamente lo cuidan cuando se enferma, hasta que sana. Y por supuesto, mucho lo aprovechan. Con ayuda de los burócratas, egresados de las universidades estatistas, por supuesto.
3. ¿Los universitarios? ¡Son los inventores del estatismo, sus creadores intelectuales! Y desde sus cátedras, lo apoyan y legitiman “científicamente”. Porque la Ciencia no reemplazó a la religión, como se dice, sino que se hizo otra religión, para quienes se creen todo lo que digan los universitarios, sacerdotes del nuevo culto. Como toda religión falsa es politeísta y sus dioses, coexisten, la Ciencia y el Estado.
4. ¿La prensa? Publica lo que se vende; y lo que se vende es escándalo y politiquería.
5. Los líderes religiosos legitiman al estatismo para los adeptos de sus respectivas iglesias. Pero esto no siempre fue así. Hasta 1850 más o menos, el Cristianismo fue en Occidente el más firme y eficaz baluarte contra el poder estatal usurpador y abusivo. La Declaración de Independencia de EE.UU. dice lo siguiente: “Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; y dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables...” No pueden “alienarse”: enajenarse, cederse o abandonarse al gobierno. Porque son dones de Dios; y como individuos creados, ante Dios somos por ellos responsables.
Liberalismo Clásico y Cristianismo. Ahora se prohíbe hablar de religión en los círculos políticos; sobre todo en los liberales y libertarios. Pero la historia de Occidente muestra que la libertad ha progresado al paso que el cristianismo ponía freno a los despotismos, y que el estatismo y especialmente el socialismo han avanzado al paso que el cristianismo ha decaído o se ha pervertido. La defensa del credo liberal es imposible sin una base moral. Y hablar de ética no es posible sin referencia a la religión. La separación de Estado e Iglesias es muy saludable para ambas instituciones; pero no significa eliminar la religión de los asuntos públicos, para relegarla como asunto “meramente privado”, del que no cabe hablar en el Congreso, ni en los partidos, sus reuniones y documentos.
La Primera Enmienda a la Constitución de EEUU dice: “el Congreso no aprobará ninguna ley que promueva el establecimiento de religión alguna, o que prohíba el libre ejercicio de la misma”. Esta norma garantiza la libertad de cultos. Y lo que prohíbe es una iglesia oficial, sostenida por el Gobierno, con los impuestos de todos los contribuyentes. Dice que el Estado no debe ser religioso; lo que no implica que deba ser ateo, o que deba controlar las expresiones religiosas, privadas o públicas, de la gente. No manda una educación bajo control del Estado y adscrita a la religión evolucionista. Ni prohíbe invocar a Dios, o mencionarlo, o citar la Biblia en la plaza pública. Ni veda a los cristianos exponer, enseñar y proponer el modelo bíblico de Gobierno: limitado.
Bajo estas reglas, en EE.UU. se destacaron empresarios cristianos de todas las denominaciones, que fundaron emporios industriales y comerciales, de los cuales siempre salía mucho dinero para escuelas, hospitales, casas de ancianos y otras obras de caridad, regentadas y administradas por instituciones eclesiásticas, entendidas como parte de la función propia de las Iglesias cristianas. En nuestra parte de la América, estas experiencias no se conocen. Los cristianos oyen hablar de las Cinco Reformas y sueltan siempre la misma objeción “Y si no el Estado, ¿quién va a ocuparse de la economía, de la educación y la salud, y de la previsión social?” Respuesta: los privados, pero entendiendo que la Iglesia tiene ciertas responsabilidades escriturales en estas materias, que hoy abandona en manos del Estado.
En América latina no se conocen las bases bíblicas ni teológicas del sistema de Gobierno liberal, ni su defensa por parte del Cristianismo durante la mayor parte de la historia de Occidente. No es casual que el socialismo comenzó a hacerse popular al ser adoptado por clérigos, autores y líderes cristianos de izquierda, en la década de 1850. Hay que revertir ese proceso: los cristianos deben ocupar su lugar en la batalla política, en el campo del Gobierno Limitado y no en contra, como están ahora, guiados por líderes de izquierda, o estatistas que buscan hacer carrera dentro del sistema, no cambiarlo. ¿Qué pasaría si los católicos, los protestantes y los evangélicos cambiaran de bando?
Esto no les va a gustar a muchos cristianos, pero nosotros los cristianos somos los grandes culpables del deterioro de las condiciones de la vida pública y privada en nuestros países. Estamos en la ignorancia y siguiendo a demasiados Pastores ignorantes, ciegos guías de ciegos, todos caemos al pozo.
Y esto no les va a gustar a muchos “libertarios”, pero el ocaso para el socialismo va a llegar en América latina si y sólo si los cristianos se salen del campo socialista; y ese día, el de su deserción, no antes. Para ese fin es de suma urgencia fundar Escuelas Bíblicas que enseñen y difundan la Cosmovisión cristiana, si es que va a haber algún día Gobierno Limitado en esta parte del mundo. La tarea de rescatar a miles de creyentes es de importancia decisiva para la suerte del Liberalismo Clásico. Y no es tan difícil; sólo hay que hacerles entender, con sus Biblias abiertas, que hoy en día tenemos el culto público al ídolo pagano más viejo de la Historia, y exigente cobrador de los sacrificios humanos más crueles: el Estado.
Y sé que esto les va a gustar menos todavía, pero es la verdad: en América latina, como en cualquier otra porción del planeta, el cambio para mejor no depende de la buena voluntad de los liberales clásicos ni de los cristianos, sino de la Buena Voluntad de Dios. Roguemos entonces al Altísimo para que nos perdone a los latinoamericanos nuestros pecados, que no son pocos ni leves, y nos mire con benevolencia.
Cochabamba, Noviembre de 2014.
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