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ALICITA QUIERE MUDARSE

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o la tragicomedia del “Miracielos”

(Título I en 12 brochazos)

La Mafalda liberal, un personaje en busca de dibujante

Alberto Mansueti

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“JG aprueba nuevo REE”

Titular de portada, “La Hoja del Miracielos”, 1º de agosto de 1999

JG es la Junta General, y REE las siglas del Reglamento de Exenciones y Escalas. Al “Miracielos” llegó la moda de las siglas.

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Se llama Alicia. Aldelaida y Engelberto sus papás la bautizaron así por “Alicia tras el espejo” o Alicia en el País de las Maravillas. Pero desde chiquita le dicen Alicita. Bien criada, muy buena chica, de inteligencia fuera de lo común, de muy buen carácter y respetuosa –de las que quedan pocas–; eso sí: no soporta a la gente despistada. Es muy observadora y no se queda callada …

Vive con sus papás y su hermano Pancho. Y su perro Churchill. ¿Su familia? Muy normal, con las dificultades y problemas normales, pero también con los remedios habituales y corrientes. Antes de ayer Alicita cumplió sus 13. Saca muy buenas notas en su Colegio. Bueno, sacaba. O sea, en el Colegio de antes. ¿Antes de qué…? De todos estos problemas, crisis y líos del condominio y todos sus nuevos servicios comunitarios. Ahora hasta Grupo Escolar y Ciclo Básico han puesto en el Conjunto Residencial “Miracielos”, donde queda el apartamento en que vive con su familia en el edificio “C”. Alicita “tiene” que ir al “Centro Docente”; pero no es como su anterior Colegio.

# 1. Choques y asperezas. Comisiones y Subcomisiones. Y siglas.

Recientemente ha habido crisis más graves y seguidas entre el vecindario del Miracielos, y más conflictos, y tal vez más prolongados o … más permanentes. Bueno, como está pasando en realidad ahora con todas las familias de todos los edificios de la ciudad.

Esa misma tarde en La Lavandería peleaban dos señoras del edificio “G”. Se gritaban entre sí, y con la Encargada. Porque alguien se confundió y a una de ellas le entregaron ropa que no era suya …

–Mamá –entró Alicita– ¿ves como anda toda la gente con la cara amarrada, enojada, y discutiendo a gritos en los pasillos? Y no es sólo la gente de este edificio, ¡es la de todo el Miracielos!

–Sí, bueno, claro, son las facturas de los condominios que están saliendo muy costosas. Y la calidad de todos los servicios, cada vez peor. Al principio se dijo que algunos costos fijos se prorratearían, y de los otros costos cada quien pagaría según su consumo, pero ahora con esto de las benditas exenciones, y las escalas de ingresos que han decretado, al final nadie sabe lo que debe. Y está la deuda …

A la mamá de Alicita no le gusta hablar mucho del asunto. Sobre todo de las exenciones, dispuestas muy recientemente para ciertos pagos, a gente de menores recursos, conforme a ciertas escalas de ingresos, que “se rigen por criterios técnicos”, y se “actualizan periódicamente” …

La semana anterior, en La Cafetería, presenció Alicita otra escena muy desagradable. La discusión fue porque otra vez a alguien no le gustó la comida y se quejó.

–¿Otra vez esta porquería …?

Y sobre La Guardería, todavía se comenta acerca de un bebé que supuestamente fue maltratado semanas antes. Alicita averiguó, pero no pudo enterarse de qué tipo de maltrato se trataba o se hablaba, ni cómo quedó el asunto. Uno de una Junta le respondió:

–Si tú tienes quejas o reclamos, hay que hacerlos por escrito, en primera instancia por ante la Junta de tu edificio. Pero antes tienes que pedir en la Subcomisión de Procedimientos de tu edificio los correspondientes formularios respectivos, sea FQ o sea FR, dependiendo …

De un tiempo a esta parte, la gente del Miracielos sí habla extraño. Usa ciertos términos como de sumario policial o judicial, de esos que “instruyen” en las Comisarías o Juzgados. No le parece raro a Alicita el lenguaje en sí; de hecho Abogacía es una de las carreras que está pensando estudiar si decide ir a la Universidad. Lo que le parece muy curioso y extraño, es usar ese lenguaje para referirse a cosas que tienen que ver con muy domésticos asuntos de pañales, teteros y papillas, ropa limpia y planchada, o comida.

Claro, con todos esos nuevos servicios –que poco a poco se han ido agregando a los de siempre–, las facturas de los condominios son altísimas todos los meses, por unos montos nunca vistos. Lo cual es motivo de queja y escándalo general. Y cuchicheos. Hay además protestas porque muchos miembros de las Juntas de Condominio –una por cada edificio– están señalados por “irregularidades”, o sea “hechos de corrupción” de distintos tipos, incluso en el de Alicita, el edificio “C”. E igual con algunos miembros de la Junta General –la de todo el Miracielos– recientemente “instaurada” para poder manejar los servicios, sobre todo los nuevos.

Ayer oyó Alicita a la mamá de Quique, una despistada:

–Los corruptos deben ser reemplazados inmediatamente, a fin de “moralizar la administración”. Hay que tirar una RE (llamar a Reunión Extraordinaria) … Si es preciso, convocar a nuevas elecciones. Y hacer cumplir los Estatutos y Reglamentos. Y si hay que modificarlos, que sea, para lo cual hay que nombrar una CTE (Comisión Técnica Especial), designada por la misma gente, participando, pero que sea idónea, o varias, una para cada materia específica …

Siglas, siglas, siglas …

Y Alicita con sus comentarios punzantes:

–Pero, y a la anterior Junta, la que resultó corrupta, ¿no la había nombrado también la misma gente? ¿Y la propaganda no decía que los candidatos estaban capacitados?

# 2.Los Nuevos Servicios: La Cafetería y La Lavandería. “Dejar el egoísmo”

Pese a sus 13 años recién cumplidos, Alicita recuerda bien que la vida en el Miracielos no siempre fue de esa forma, tan agitada. Antes la gente hablaba normal. Y saludaba, y se detenía a conversar aunque fuese un momento. Y reía, muchas veces. No es que era todo una maravilla –había problemas–, pero sin toda esa tensión, murmuraciones, ni esas insinuaciones malévolas, que siempre terminan en pleitos con insultos. Y tanta gente que ni se habla ni se mira por largos meses. Antes, a ella y Churchill su perro le hacían chistes y bromas en el Parque de Juegos, y le preguntaban por sus padres. Y por su hermano mayor Francisco, que ya estaba en la Universidad.

–¿Cómo anda Pancho? ¿Sigue de novio?—

Pero con el tiempo las cosas habían ido cambiando … y para peor.

Lo primero fueron las reuniones. Unos años antes comenzó a haber demasiadas reuniones, y de todas clases …

–Papá, ¿esta noche también tienes RC (Reunión de Condominio) …?

–Hay AG (Asamblea General de todo el conjunto.) Pero no voy a ir yo, le toca a tu mamá. Y espero que no invente algún otro pretexto.

Por entonces Alicita preguntaba mucho, a sus papás Aldelaida y Engelberto, a Pancho. Y a Quique, el chico del A que le gusta mucho a ella … También a algunos vecinos y otros amigos, no sólo de su edad, sino también más grandes y gente mayor.

Alicita quería saber por qué tantas reuniones. Y al principio, con paciencia y amabilidad, le contaban lo que estaba pasando. En esa época la gente parecía aún tener tiempo y ganas incluso de explicarle el significado de algunas palabras que por entonces no entendía. Pancho por ejemplo:

–Hay alguna gente con nuevas ideas muy buenas, en la mayoría de los edificios. Y están promoviendo su “implementación”. Debemos apoyarlos. Para eso, todos tenemos que participar. Algunos son muchachas y muchachos como nosotros, y otros son “jóvenes de mente”, tú sabes … ¡La clave es participar!

Pero Alicita no sólo preguntaba. Discutía.

–¿En qué, Pancho? ¿Participar en qué? ¿Y qué voy a ganar?–; pero Pancho no respondía muy concretamente a esas preguntas.

–¡Deja ese egoísmo, chicaaaa …! Participar en toda actividad comunitaria, sin egoísmo. Porque si no, dejas que otros decidan por ti, y después no tienes derecho a quejarte. Y te vas a terminar transformando, como uno de esos “desajustados”, que se oponen a los nuevos servicios y no participan. Se encierran en sus apartamentos, pero murmuran en los pasillos. Y se escapan afuera; se mudan si pueden, se van de los edificios. Sin embargo son muy pocos, ya todos los conocemos e identificamos.

–No me parece –replicaba ya Alicita–que la única manera de impedir que otros me impongan cosas que no me gustan y me someten, sea tener que auto-someterme yo misma a reuniones continuas, largas y aburridas. Se pierde muchísimo tiempo, que yo podría emplear participando en otras cosas que a mí me gustan. Y sin contar el tiempo requerido para poder enterarme, si no quiero simplemente levantar la mano y ya. O sea: informarme de todos los temas, las propuestas, y los diferentes grupos que se hacen y deshacen continuamente, los motivos y hasta los chismes … y últimamente también hay que leerse todos los larguísimos Reglamentos, sobre todo el de Sesiones, ese otro nuevo de las Exenciones y Escalas –no me acuerdo la sigla–, las “Reglas y Procedimientos” y el Manual “¡Participa!”. Ni hablar del “Manual del Buen Vecino”. ¿Todo eso tengo que hacer yo también para estar “ajustada”?

Alicita siempre prefirió pasar tiempo hablando con Quique, pero de otros temas.

Para los primeros servicios –La Cafetería y La Lavandería– argumento principal a favor de su instalación y puesta en funcionamiento fueron las personas que vivían solas, muchas de ellas ancianas o casi. Algunas estaban bastante enfermas, y les resultaba imposible o muy difícil cocinar, o lavar y planchar su ropa. “Será muy positivo para estas personas –leyó Alicita en un volante, muchos meses atrás– poder tener sus comidas sin salir del Conjunto Residencial, y tener su ropa limpia y lista.” Para La Guardería, se habló de las madres que tenían que trabajar –sobre todo las que eran solas– y de la atención a sus niños. Ya no tendrían las mamás que preocuparse, ni faltar al trabajo. Porque La Guardería también podría ofrecer alguna atención especializada, médica. En el ascensor, varias veces Alicita escuchó:

–¿Por qué tenemos que ser tan egoístas? “Debemos pensar en los demás … ¡sobre todo en los más necesitados!”

# 3. Más Servicios Comunitarios ¡y sin “ese afán de lucro”!

La Lavandería y La Cafetería fueron las dos primeras ideas, que surgieron de propuestas muy simples “y muy concretas”, porque así lo querían todos, “sin tanto analizar”: prestarían servicios esenciales y muy concretos a toda la comunidad de Miracielos, cargando los costos en las facturas de los condominios de los edificios. Obviamente los precios serían mucho más económicos y solidarios, puesto que sería eliminada la ganancia empresarial.

Muy importante: no serían empresas sino “servicios comunitarios”, sin afán de lucro. Nadie sacaría provecho particular negociando con las necesidades y derechos de los demás. La gente ni pagaría ahí mismo en el acto, sino que firmaría unos tickets y ya. Sería muy beneficioso para todos.

Después apareció La Guardería. Y enseguida La Peluquería y Salón de Belleza Unisex.

En esencia, todas las novedades siempre partían del mismo punto, que en una de las primeras reuniones –Alicita estaba– alguien expuso así:

–¿Por qué debemos conformarnos con unas JC (Juntas de Condominios) atendiendo nada más que a sus funciones “convencionales” …? “Eso es cosa del pasado”. Se repetía siempre lo mismo: “¿Quién dijo que las Administraciones tenían que encargarse nada más que de la limpieza, los pasillos, la pintura, los bombillos y la basura? ¿Por qué no pueden asumir otras funciones, útiles y de provecho para la comunidad de los residentes?”

Aquel otro vecino en el uso de la palabra fue esa vez muy convincente. La audiencia asentía, interrumpiendo con aplausos de tanto en tanto. Decía:

–… ”el proceso debe ser fluido y dinámico, y hay que verlo sin prejuicios ni anteojeras, y como un desarrollo no acabado, multidimensional, y desde una perspectiva holística, es decir, integral. Y para contribuir a los cambios es preciso participar…” bla bla bla.

Su intervención siguió más o menos así:

–“No hay que temer a los cambios, ni tener una mente tan limitada, caramba. Las personas debemos ser más imaginativas, en lugar de constreñirnos a los estrechos confines de lo que siempre se ha hecho por costumbre, o de lo que se hace en otros edificios de apartamentos. Tenemos que ser más creativos también. Y proactivos. Aprovechar las sinergías…” bla bla bla.

En aquella oportunidad Alicita preguntó a la señora a su lado:

–Pero, ¿qué es un Condominio, para qué sirve en realidad? Quiero decir, ¿cuáles son sus funciones propias y específicas?

–Bueno, hija, verás, “convencionalmente” se ocupa sólo de las áreas comunes: pasillos, ascensores, puertas de acceso, estacionamiento y eso. Limpieza, mantenimiento y reparaciones. Y por supuesto, seguridad. Pero verás Alicita, yo creo que ellos tienen razón: no tiene por qué ser nada más que eso, y siempre así. ¡Podemos cambiar! “¡El cambio es bueno! “¡Todo fluye!”

Cada tanto, los promotores de cada nuevo servicio pegaban avisos en las carteleras, describiendo todas y cada una de las ventajas de aquello que proponían, y sobre todo cuales beneficios concretos recibirían cuales clases o categorías específicas de residentes: bebés, niños, madres, embarazadas, jóvenes, trabajadores, jubilados, casados, divorciados, solteros, viejos, enfermos, gordas, flacas, parejas jóvenes, casados, dueños de mascotas, etc. Para cada quien inventaban algo. Que les sería de provecho.

–Churchill –medio soliloqueaba Alicita–, ¿por qué no usan esa misma inventiva para desarrollar lo que ofrecen en empresas suyas, privadas y particulares de cada quien, en lugar de cargarlo a los condominios …?

Eso sí: los promotores no decían palabra acerca de precios, costos, formas de financiamiento, etc. La mayoría de ellos eran miembros de las Juntas o querían serlo. De hecho, los candidatos o postulados para integrar las Juntas, eran los más activos en su trabajo de “concientización y sensibilización”.

–¡Dile a tus papás que voten por mí!–cansaban a Alicita.

Le pasaba algo muy extraño a Alicita, que a ella misma le sorprendía: era una de las pocas personas que no estaban tan entusiasmadas. El entusiasmo era muy contagioso, pero a ella no se le pegaba. Desde el principio, y no sabía bien por qué. Tal vez porque alguien del Gobierno Municipal había prometido ayuda para los nuevos servicios en el Miracielos, y no sabía muy bien si en tal caso serían de la comunidad o del Gobierno. Y Alicita ya no escribía a La Hoja de Miracielos, porque en ese órgano ahora nunca había espacio para publicar cosas que consideraban desajustadas, negativas, o de personas con falta de “fe”. Pero mientras más vueltas y vueltas les daba en su cabecita a las nuevas ideas, le parecía que las cosas como estaban antes no iban tan mal después de todo …

–En el sector –le comentaba a Quique—antes había antes varias fuentes de soda. Y había guarderías particulares relativamente cerca del conjunto Miracielos. Ni hablar de peluquerías y talleres. Y ahora muchos de estos negocios cerraron por falta de clientes, pero es porque después de pagar esas enormes facturas de condominio, a la gente de aquí casi ni le queda dinero: no puede ahorrar, y hasta se endeuda. ¡Pero las Juntas usan la falta de dinero para justificar más servicios que cuestan dinero! Y ahora para colmo están pidiendo créditos. ¿Cómo se van a pagar?

# 4. “Pensar positivo” …

Alicita se preguntaba por qué a casi todos los demás les parecía tan buena la presencia de nuevos servicios y a ella como si nada. Incluso en su misma familia. Su papá por ej., conocido como pragmático, y como tal, no amigo de sacar conclusiones anticipadas –antes de informarse–, cosa que a Alicita le parecía con sentido:

–Hija mía querida, ¿qué perdemos con probar …? Y Pancho, cada vez le hablaba más raro, como en discurso:

–¡Muchaaaacha! Lo importante es “abrir canales a la participación”, y que “reine la mayor tolerancia; y la participación sea lo más amplia posible… ¡sin discriminaciones!”

Últimamente, en lo que ella expresara una observación sobre esto o lo otro, le respondían que “de alguna manera” se produciría el buen resultado buscado, ¡pero jamás le detallaban cual sería esa manera! Y le insistían:

–“No pienses tanto. Colabora. ¡Y usa tu imaginación …!”

Realmente, todas esas formas raras de hablar poco contribuían a desenredar las cosas, y mucho a enredarlas más. Alicita llegó a pensar en una forma de resolver de cuajo este problema de incomunicación: ponerse ella también a hablar igual. Pero ¿cómo podría hablar por ej. como el señor de enfrente? El de los horóscopos, el tarot y las cosas espirituales. Hablaba de los poderes de la imaginación, de la visualización y de la palabra. Como otros, también pedía tener fe, y pensar positivo. Decía:

–Pero tampoco hay que pensar tanto, Alicita. “Hay que pensar menos y sentir más”. Hay que dar espacio a nuestras emociones. Pensar es frío; sentir es cálido. Y la pura lógica es fría. Mejor es dejarse llevar por la energía. Es una fuerza, espiritual, y todo el Universo es energía. Tienes que sentirla. ¿Tú no sientes toda esta nueva energía que fluye en los edificios …? Todos somos energía, incluso tú y yo, y Dios es energía. Por cierto: ¿no será que te falta una limpieza de aura con la señora Edita? Y además, ¿qué son los “hechos”? ¿Eso qué llamamos “la realidad” …? ¿Y quién lo dice? Podemos reinventar la realidad, reescribirla. Yo ya no pienso las cosas, ¡ahora siento!

A Alicita todo eso no le congeniaba muy bien con un libro de Ciencias, que por cierto no estaba entre los autorizados por la Junta Escolar. De allí recordaba energías como la electromagnética o la termonuclear, y fuerzas como las de vientos y mareas, que le parecían muy reales. Y algo sobre los datos de la realidad, de otro texto –de Filosofía–, tampoco autorizado. Era acerca de sacar conclusiones sobre las cosas y los seres, razonando lógicamente por efectos y causas, siguiendo ciertos principios y premisas, a partir de evidencias observables. O de experiencias. O de los hechos de los que hay registros o testimonios válidos, como por ej. geológicos, arqueológicos, históricos y así. Y por eso Alicita sabe que hay Dios, y que es real, que no es un viento ni una energía o una “fuerza”: es Dios.

Hubo otro tipo de alegaciones en favor de los nuevos servicios, muy comunes, escuchadas por doquier:

Por ej. la enfermera del piso de abajo …

–Bueno, yo no tengo empleo ahora. Cuando pongan la Guardería, mi hermana que está en una Junta me va a dar uno de los empleos. Y por los momentos vivo de fotocopiar y repartir la propaganda de los distintos candidatos. Con eso no me va tan mal, pero no lo digas: como no tengo empleo, ya gestioné mi exención, y me la dieron, por mi categoría de ingresos. Por lo tanto no puedo perderla. Tengo que cuidarme por la renovación, porque no es permanente, y para que no me la quiten, porque es revocable.

Y la señora jubilada del 3er. piso …

–Yo puedo coser y zurcir. Mi vecino que es candidato a una Junta me va a dar un puesto en La Lavandería si gana su plancha electoral. De La Cafetería no me quejo porque el novio de mi prima la del edificio “F” está en el RP (Registro de Proveedores) y les vende, y así me hice muy amiga de un cocinero, que siempre me dice que yo soy muy especial y me atiende y me trata de lo mejor …

Y Rita, la chica de Planta Baja al lado del ascensor, la catira que es estudiante …

–Yo por las noches cocino para La Cafetería algo de la comida para el día siguiente. Y no quiero que nadie se meta con La Cafetería, Alicita. ¡Porque de eso vivimos mi bebé y yo! Así que quítate por favor esas ideas raras tuyas de tu cabeza, muchachita. Tú siempre piensas demasiado las cosas. Vas a terminar desajustada.

Ante todos estos “argumentos” que le parecían falaces, Alicita reflexionaba. Tenía muchas preguntas para ese tipo de personas, cada una mirando su propio interés en el sistema, en especial una, que no siempre se animaba a hacerles:

–¿Y dónde quedó la necesidad de no ser egoístas …?

# 5. Respuestas despistadas y discusiones interminables

No es que antes todo era maravilloso y no había problemas: la puerta eléctrica del estacionamiento se rompía seguido, o el tanque de agua, o los intercomunicadores. A veces los ascensores también se paraban. La señora conserje se quejaba de algunos niños incorregibles, y ellos y sus padres se quejaban de la señora conserje. El Salón de Fiestas y sus usos también eran fuentes de reclamos.

Pero antes, cuando los Condominios y las Juntas se ocupaban solamente de las “funciones convencionales”, los problemas se arreglaban en general, las cosas se reparaban, y las quejas no pasaban a mayores. Salvo lo de las cobranzas a los apartamentos atrasados.

Ahora, las cobranzas siguen atrasadas, sólo que por montos mucho mayores, y se espera que sigan creciendo, en tanto haya que ir pagando todos los créditos. Los nuevos servicios traen muchos más gastos, y muchos más problemas, crisis y conflictos. Y por otro lado, Alicita tampoco ve que hayan mejorado la limpieza, la seguridad, los ascensores e intercomunicadores, el mantenimiento y las reparaciones en las áreas comunes, etc. Al contrario, eso está mucho más desmejorado, sucio, roto o descuidado, comenzando por la pintura de las paredes de los pasillos y el frente. En el Parque los bancos no se pintan ni reparan.

Muchos vecinos entienden que quien mucho abarca poco aprieta, y que las Juntas no dan abasto con tantas funciones y tareas, pese a que muchas Comisiones se ampliaron, y se dividieron en SubComisiones, y nombraron Encargados, Comisarios, Responsables, y Asesores. Pero las respuestas siempre son las mismas, todas despistadas:

–“Hay que cambiar la Junta”– dice uno, como si no la hubieran cambiado ya varias veces, y las próximas elecciones fuesen el remedio universal.

–“Hay que descentralizar”– dice otra, como si el disparate de El Taller Mecánico a cargo de la Junta General se resolviera poniendo un tallercito en cada edificio a cargo de la Junta respectiva.

–“La gente no paga”–, como si todo fuese a mejorar con más dinero o Presupuestos más abultados.

–“La gente no participa lo suficiente”–, como si todo se fuera arreglar con más reuniones y más designaciones.

–“La gente es muy descuidada y no se responsabiliza por lo que es común”–, como si todo debiera ser común. A Alicita le parece por supuesto que cada quien cuida lo propio, eso es lo natural y lógico; por eso todo lo común debe reducirse al mínimo indispensable.

— “Es un problema de cultura”–, como si la solución fuese irse todos, y traer una población entera de nuevos residentes distintos, de Japón, de Marte o Venus, para reemplazar a los actuales.

— “Es un problema muy complejo”–, decían los despistados que no tenían respuesta pero no querían admitirlo.

–“Es un problema estructural”, también decían, con la voz engolada y pose afectada de sabiondos..

Uno de los factores que desencadenó todo el “proceso” –recuerda Alicita– fue la cobranza. Se dijo que se atrasaban los cobros porque había muchos pobres, que “hay que hacer algo” al respecto. Y se dijo que los nuevos servicios comunitarios serían de gran ayuda para aliviar la situación de los pobres. Pero Alicita insiste en que ahora hay más pobres y son más pobres. Con lo que debe pagar de condominio, a la gente casi no le queda nada de dinero, y por eso es pobre. Y por ser pobre, no puede escoger otras alternativas u opciones distintas a los servicios comunitarios. Sin embargo, cada vez que Alicita propone revisar las cosas, suprimiendo al menos algunos de los nuevos servicios, recibe idéntica contestación de los despistados:

–“¿Y cómo harían los pobres entonces?”

Días pasados, un amigo de Pancho le dijo a Alicita algo que la dejó muy cavilosa:

–Tú tienes razón. Pero no ves la otra parte del asunto. A través de los servicios comunitarios, aquí se está produciendo una “redistribución de la riqueza”, ¡y eso es muy bueno! No puede ser que algunos tengan tanto, y otros tan poco o casi nada. Esa desigualdad no es justa, ni es natural. Tú ves: los que pueden pagar chillan, pero temen las sanciones, y al final pagan las cuentas. Eso está bien. Y otros reciben servicios baratos o gratis, que no podrían tener de otra manera, porque son pobres. También eso es bueno …

Alicita calló algo que había observado: que en la fulana “redistribución”, quienes más reciben, casi siempre no son los más necesitados, sino los más amigos de los redistribuidores. Pero recordó toda la discusión abierta por quienes se quejan de estar subsidiando a otros. Es una de las más agrias de las polémicas recientes, que parece enfrentar a ricos contra pobres … aunque es muy relativo porque Miracielos es más bien clase media modesta; sólo que ahora más modesta que antes. Y ahora, a más de modesta, muy molesta.

Recordó además un comentario análogo de Rita:

–Sí, es cierto. Pero ve, chica, aquí la culpa la tienen quienes no quieren pagar. ¿Y quiénes son …? Los hombres. Aquí vivimos muchas personas solas, en su mayoría mujeres. Somos las usuarias más frecuentes de los servicios comunitarios, y nuestros niños. Y los hombres, irresponsables siempre, no quieren pagar. ¡Es todo!

–Otra agria polémica despistada esa de las mujeres solas–, le comenta Alicita a Churchill.

# 6. Corrupciones y controles, la inflación de los vales

La idea de Alicita es eliminar esos nuevos servicios. Rita le contesta:

–No creo que hayas sacado esa idea anárquica de tus papás ni de tu hermano Pancho. Seguro que la trajiste de algún edificio extranjero. Sabrás y entenderás que este conjunto es atípico, y no todo lo que funcione en los otros conjuntos residenciales sirve aquí …

Pero por otra parte, otras veces, Alicita también oye a Rita y a otros que dicen: “En todos los conjuntos de apartamentos los condominios también tienen esos servicios comunitarios o los están implementando”, como si el uso generalizado fuese en sí mismo argumento suficientemente válido. Y le mencionan Tales y Cuales residencias.

¿Y en qué quedamos? ¿El sistema es propio, especial y atípico o no? ¿Se puede o no aprovechar las experiencias ajenas? Y lo que es más serio: ¿se puede o no descartar los argumentos a gusto y conveniencia, aún cayendo en contradicciones? Demasiadas contradicciones observa Alicita.

Para todo, la más común y última de todas las respuesta despistadas es:

–“Mucha corrupción”–, como si todos esos servicios para un público cautivo no fuesen una invitación abierta a toda clase de abusos, fraudes, robos, mentiras y deshonestidades, que desaparecerían con ellos, piensa Alicita.

Cierto es, Alicita pensaba, que hay mucho amiguismo, cobros de comisiones en compras y adquisiciones, de cosas de baja calidad o innecesarias. Los empleos se venden y compran, incluso los puestos en las Juntas. Y hay muchos usuarios privilegiados de servicios que escasean. Y ni hablar de las exenciones y cómo se otorgan o niegan … Y la salida e simple y sencilla, está al alcance de la mano, frente a su nariz, ¡pero no quieren verla!

Ante cualquier problema o dificultad, el más común de los remedios propuestos es:

–“Vota por mí. Soy muy honesto. Y trabajador, eficiente, preparado”, bla, bla, bla.

–La corrupción les conviene a Uds. –respondía Alicita a los postulados–: si no fuera por los corruptos, Uds. los candidatos no tendrían tema para sus denuncias escandalosas, ni por consiguiente oportunidad de hacer carrera con los despistados.

Otros remedios a Alicita le lucen peores:

–“Hay que establecer controles”, Alicita, y hacerlos cumplir. E imponer sanciones– dicen. Y Alicita replica:

–¿Un policía junto a cada quien, con su rolo? No sólo tendría que vigilar a los funcionarios, sino a todo el mundo. Porque como los servicios deben ser para los más necesitados, se requeriría investigar por ejemplo si Rita realmente necesita el tratamiento médico para su bebé en La Guardería, si el viudo del último piso realmente necesita comer todos los días platos especiales tres veces en La Cafetería, y cuanto ganan realmente quienes recibieron sus exenciones alegando que no podían pagar.

Su primo Sergio estudia y trabaja. Vive en otro conjunto, a no muchas cuadras. Le explica a Alicita que cosas como esos choques surgen cuando se suprimen no sólo las empresas y empresarios, sino además los precios reales como medios de asignación de bienes, y se reemplazan por cupos u otro medio de racionamiento por la autoridad.

–Por cierto –recuerda Sergio– en el Miracielos Uds. han llegado casi a reemplazar también el dinero mismo. Por comodidad comenzaron a usar vales por servicios, que después circularon como medios de pago. Y como los intercambios de favores son muchos, todos esos tickets firmados también circularon como billetes, con algún descuento; a fin de cuentas son promesas de pago, así como los vales lo son de servicios.

–Al principio –siguió Sergio– no era tanto el problema mientras los vales guardaron su relación con los bienes y el dinero. Pero como siempre ocurre en estos casos, con autorización o complicidad de la Junta General, algún grupo de funcionarios comenzó a emitir vales sin respaldo alguno, que empleaban para sufragar toda clase de gastos, inclusive propios. Así esa relación entre los vales y la realidad se perdió … y con ella decayó el valor de los vales, que nada valen, porque sufren una fuerte, progresiva y constante depreciación frente a las cosas que pueden adquirirse en los servicios. Fuera del conjunto nadie acepta esos papeles. Y también hubo lo de los tickets falsos, otro escándalo.

La devaluación de los vales causó una gran conmoción. Alicita pensó que ahora sí se había llegado al colmo, y los despistados iban a percibir el problema real y su verdadera solución.

¡Todo lo contrario, el problema desvió la atención! La gente insistía en no ver la realidad y no usar la cabeza. Y en confundir causas con consecuencias o síntomas, medios con fines, y sustancias con accidentes. Todos “los despistados y despistadas” (para usar el lenguaje de género que irritaba a Alicita) enfocaron otros puntos y aspectos, muchos irrelevantes, e infinidad de consideraciones muy secundarias. Y se perdieron en horas y horas de interminables pero fuertes discusiones intrascendentes, irrelevantes o no pertinentes … sin ver la raíz del asunto.

Por ejemplo, mientras desaparecieron del estacionamiento algunos carros de gente que tuvo que venderlos para pagar las mensualidades, aparecieron otros nuevos y lujosos. Allí se vieron muy obvios los nuevos ricos, y la dirección que tomó la redistribución de la riqueza. La gente cotorreó mucho sobre los corruptos, sobre sus situaciones, historias y rasgos personales, hasta que los involucrados hallaron la solución: se llevaron sus carros al estacionamiento dos cuadras más abajo, sobre la avenida.

# 7. Los “expertos” en temas secundarios o irrelevantes

Con el problema de los vales, y sobre cada servicio y su deterioro, se formaron grupos de discusión. Y aparecieron especialistas y expertos, cautivando a todos los despistados, cada cual con su fórmula.

Para Alicita, el problema no es que por ejemplo el Grupo Escolar y Ciclo Básico del Miracielos es un desastre. El problema es que los residentes prácticamente están obligados a enviar allí a sus hijos, porque buena parte de sus costos se les carga a las facturas de condominio. Entonces el problema de la educación en Miracielos se torna un problema colectivo, crucial, angustiante. Pero es porque los residentes no pueden elegir, cada quien por su cuenta. Los expertos educativos descalifican a Alicita por su falta de credenciales en la materia docente, lo cual la invalidaría para opinar. Ellos opinan diferente:

–… “cambiar estrategias pedagógicas, eliminar las calificaciones porque son punitivas, y las” …

–Y si Ud. es tan bueno en eso –espeta Alicita–¿por qué no monta su propio Colegio particular?

Cada experto docente tiene su Plan educativo, cosa muy buena según Alicita, lo malo es que quiera imponerlo a la fuerza a un público cautivo, y cautivo por despistado. Cautivo en los dos sentidos de la palabra: embobado y preso. ¡Preso por bobo! Con los demás servicios pasa lo mismo que en educación. Pero ni hablar de suprimirlos, porque son “derechos adquiridos” de la gente. Los despistados confunden derechos con necesidades.

Los no expertos no se privan por eso de opinar. Como los servicios son muchos, la Agenda de discusiones es muy extensa y variada, y la abundancia de opiniones la hace mayor. Día tras día, cada uno quiere decidir lo que es bueno “para todos”, o sea para los demás. Casi todos hablan, casi nadie escucha. Y al contrario de Alicita, ¡nadie se toma tiempo o trabajo para documentarse e investigar en alguna fuente que no sea oficial …! Como resultado casi nadie piensa, reflexiona. Alicita comprendió aquel dicho norteamericano tan grosero pero cierto: “Las opiniones son como los c … cada quien tiene el suyo, y nadie quiere oler los de otros.”

Por ejemplo, desde que la Guardería incorporó atención bucodental a los niños, todo el mundo opina sobre las mejores maneras de prevenir las caries. Los defensores y críticos de varias políticas bucodentales cruzan estadísticas a favor y en contra de una u otra. Hasta que a uno de los bandos contendientes se le ocurrió desacreditar los datos estadísticos de otro. Así el foco de atención y el tema de la discusión se desvió: de las caries al Chi cuadrado. Se formó una tremenda discusión sobre validez de inferencias probabilísticas que dura hasta hoy. Expertos y despistados opinan sobre el Chi cuadrado y la T de Student … y nadie sobre los dulces y las caries, que originalmente era el tema. Y siempre es así: saltan de un tema a otro, y los distintos temas se ponen de moda por temporadas, pero nada se arregla.

Alicita, aún siendo tan acuciosa en sus investigaciones, decidió dejarlo hasta ahí de ese tamaño. Cuando observa que el debate no es pertinente, o cuando les reclama a los discutidores por su falta de lógica o por negarse a buscar otras informaciones y a salirse de sus “clichés” mentales, se le responde:

–“Es que la salud de los niños es muy importante. Hay que darle jerarquía a la atención infantil. ¿A tí como que no te importan los niños? ¿Tú como que eres insensible?”

Con el problema de los vales, las principales propuestas en disputa son dos. Una: acabar con los vales, regresando al dinero normal, que a Alicita le parece la más razonable, aunque a todas vistas, muy insuficiente. La otra es la opuesta: prohibir terminantemente el uso y tenencia de dinero normal, haciendo de los vales únicos instrumentos con poder liberador, lo que para Alicita es atroz. Los partidarios del prohibicionismo radical acusan a Alicita y a los amigos del dinero normal, de tener una “agenda oculta”: eliminar las exenciones, y hasta el sistema de cargo a las facturas de condominio, que serían sus siguientes pasos, en el camino a la eliminación progresiva de todos los servicios. Otros, los de un tercer grupo intermedio, conciliadores, buscan un consenso alrededor de una cierta “paridad” entre los vales y el dinero normal. Pero unos quieren dejar flotante la tasa, y otros pretenden una ecuación fija, de acuerdo a criterios técnicos. Los respectivos partidarios de la flotación libre y la paridad fija discuten mucho entre sí, y sólo coinciden en acusar a los demás de extremistas radicales. En el diccionario de Alicita “radical” alude a raíz, y no ve nada malo en ir en los problemas desde las ramas hasta la raíz, y erradicarlos.

Y en cuanto a “extremistas”, su primo Sergio piensa:

–Eso depende de cuales sean las opiniones expresadas en un asunto X. No siempre la verdad está en el medio, como creen muchos despistados. En ocasiones, la verdad o el genuino interés público tal vez pueden estar en un extremo. Y en los otros extremos, lo que puede haber son diversos tipos de errores y/o intereses creados de muy corto plazo, combatiendo ferozmente entre sí.

De cualquier modo no cuentan las opiniones de Alicita y Sergio. Sobre todo en La Hoja de Miracielos, que se ha puesto demasiado unilateral. Refleja sólo las opiniones de funcionarios y expertos –en lo posible reuniendo ambas calidades–y despistados que los siguen. Para los primeros –el Dr. Tal y el Lic. Cual–las preguntas de rigor son dos:

–¿Qué cargo ocupa? ¿Donde estudió …? Esas dos preguntas surgen cada vez que se vocea el nombre de algún candidato a asesor o a miembro de alguna Junta. Y entonces todo el mundo a discutir sobre si la acreditación de la Universidad donde se graduó el Dr. Tal o el Lic. Cual les califica o no les califica para ocupar este o el otro cargo o puesto. “A esa Universidad nadie la conoce.”

Alicita y Sergio son considerados “extremistas”, y poco a poco se rompe la comunicación entre ellos y los demás, porque les miran como si hablaran en chino.

# 8. Localismo y autoestima. Los “ramicales”. Los “Primeristas”

La Hoja ha desmejorado. Antes trataba de dar información sobre los hechos, conforme a su veracidad comprobable, con independencia de la real o supuesta jerarquía del informante. Y por separado, intentaba transmitir los criterios surgidos, con independencia de quien los sostenía, en páginas editoriales y de opinión. De este modo, el lector veía si cada opinión era o no razonable, a la luz de los hechos. La Hoja no siempre lograba esa objetividad, pero al menos se esforzaba.

Ahora La Hoja tiene una fijación con los puestos y antecedentes de las personas, y sobre el prestigio de las Universidades X, Z o P, donde dicen haber estudiado los candidatos, y el tiempo que pasaron y los estudios que hicieron y las calificaciones y títulos que sacaron. Los curriculums se hacen insustituibles a la hora de reunir votos: en las reuniones y asambleas, y en las elecciones. Por cierto, últimamente más que de los servicios se habla de las elecciones, quienes ganaron o perdieron la última, y quienes ganarán o perderán la siguiente.

Además está el localismo: La Hoja promueve el “amor a Miracielos”, “compre Miracielos”, el “rescate de las tradiciones miracielinas”. (Si es necesario su “rescate”, ¿son tradicionales?, preguntaba Alicita …) Y “levantar la autoestima del miracielino”, se ha vuelto un objetivo, como si la autoestima fuese algo que pudiesen levantar ellos con todo ese despiste. El medio para “elevar la autoestima” es pasar fotos viejas. Cualquier crítica a las autoridades es tomada como una “falta de cariño al Miracielos”. A los despistados del edificio “E” les ha dado igual manía con su propio edificio local, pero con querer a su edificio sobre todo, igual o más que al conjunto Miracielos. Son los más localistas de todos.

Por cierto lo del rescate es para algunas tradiciones, otras no. Por ejemplo, una viejita del edificio “B” le contó a Alicita que antiguamente no había un voto por persona sino por apartamento, y el voto era solamente para los propietarios. Incluso los propietarios de más de un apartamento tenían tantos votos como propiedades. Pero de esa antigua tradición miracielina, no se dice ni pío ahora. Es más, el voto infantil es propuesto ahora por el Grupo Escolar como una “forma de extender la democracia”, y “profundizarla”; o sea que sería una innovación revolucionaria, una conquista, muy importante dentro de los “derechos de los niños”. Y unas señoras oyeron sobre los derechos de los animales, y dicen que para que sea realmente amplia la participación, y universal el sufragio, y no haya “discriminaciones”, debe decretarse un voto por ser viviente, incluyendo gatitos y perritos. Eso no es tradicional. ¡Otra contradicción …!

–¿Tú quieres tu derecho al voto, Churchill …?– le pregunta Alicita. El perro no le contesta. (¿No tendrá conciencia de “sus derechos”?)

La Hoja también se hace eco de un reclamo muy escuchado:

–Aquí no hay disciplina. Todo el mundo hace lo que le da la gana. No se cumplen las leyes.

Pero ¿qué leyes son esas? En el edificio “B” dijeron que los servicios médicos no alcanzan porque la gente es muy descuidada con su salud, y decretaron prohibiciones de fumar y comer grasas, y obligaciones de practicar gimnasia y deportes … en base a “criterios técnicos”, por supuesto. En el edificio “A”, piensan que los atracos se deben a la gente muy descuidada con la seguridad, y decretaron horas de entrada y salida … en base a criterios estadísticos. En el edificio “F” redactan un Reglamento Ecológico. Resultados: nada mejora; y comportamientos hasta entonces inocentes se vuelven delitos, y el clima se hace irrespirable, demasiado recargado de sospechas, delaciones, acusaciones, alegatos, castigos y rencores.

Por cierto, antes había reuniones, asambleas y elecciones, pero eran muy diferentes. Participaba quien quería y hasta donde quería. Los más ocupados ni bajaban a las reuniones, delegando de ese modo las decisiones en quienes sí tenían tiempo de asistir; y a menudo firmando a otros un poder expresamente a este fin. Cuando algo les molestaba o inquietaba lo suficiente como para bajar personalmente, así lo hacían en la siguiente reunión. Y punto. Todo tranquilo.

Ahora en cambio, resulta que demasiadas cosas dependen críticamente de las reuniones y elecciones, lo que algunos todavía no advierten. Y otros sí. Pero se producen diferentes reacciones. Alicita p. ej. y unos pocos se alarman y disgustan; pero muchos residentes, en especial aquellos a quienes les encanta hablar y perorar largo y tendido, y escucharse a sí mismos todo el tiempo, se alegran porque las reuniones y asambleas son cada vez más cruciales y vitales.

A ellos, a los más activistas, “participativos” y “preocupados”, les parece que eso de las crisis por el agua, la luz, las facturas o lo que sea, va a ser muy “concientizador” y muy “motivador de la participación”; en especial así piensan y dicen aquellos promotores de los nuevos servicios, los más fanáticos de la participación, que mucho se quejan contra los que ni bajan a las reuniones. Como si el mundo corriese serio peligro de acabarse por el simple hecho de tener ellos una audiencia insuficiente o no muy numerosa para escucharles y aplaudirles. ¡Siempre quieren tener el salón atestado de público que les escuche boquiabierto hasta altas horas de la madrugada!

–Los despistados son “ramicales” –comenta Alicita a su mamá– se andan por las ramas; y olvidan lo más elemental: que un condominio no es para funciones de negocios privados e institutos particulares: fuentes de soda, tiendas, abastos, talleres y otras empresas, academias, clínicas. Las cosas tienen su naturaleza y modos de ser propios según sus funciones; y eso no es meramente convencional. Alicita había comenzado a estudiar Filosofía, y había aprendido que tu manera de hablar refleja tu manera de pensar.

¿Nadie daba a Alicita y Sergio siquiera algo de razón? Pues sí, algunas personas les daban cierta razón a Alicita y Sergio. Pero jamás querían discutir las reformas de fondo, y siempre anteponían un “Primero hay que…” Eran los “Primeristas”.

–“Primero hay que salir de la campaña electoral. Esos temas de reformas profundas “no pueden tratarse ahora”–decían, y Alicita respondía: ¿Y no es precisamente para discutir esos temas que los candidatos hacen campaña electoral? ¿De qué van a discutir si no?

–“Primero hay que salir del Referéndum revocatorio para quitar a Barzón de la Presidencia de la JG”– decían, y “no puedes Alicita dividir a la oposición” con esos temas tan controversiales como las reformas que planteas. ¡Es urgente quitar a Barzón! Alicita ya había aprendido que lo importante casi siempre es desplazado por lo urgente o lo que se percibe como urgente. Y encontraba muy poca diferencia entre el “barzonismo” y la oposición, porque ambas facciones compartían los mismos principios fundamentales.

–“Primero hay que atender la visita del Alcalde, Alicita!”– otra respuesta muy similar, siempre había algo así en la Agenda.

–“Primero hay que cambiar el Reglamento tal o cual”, por ej. el de las elecciones; ese es un tema prioritario ahora! Y Alicita preguntaba: ¿Y quiénes fijan esas prioridades?

–“Primero hay que salir de la crisis del agua”, decían, o de la crisis de la educación, de la salud, de la deuda o de lo que sea. Las crisis sobraban, ¡siempre había una!

Cuando no había crisis era en los “feriados largos”.

–“Ahora no porque viene Carnaval”– decían; o Semana Santa, o la Fiesta Patria algún feriado largo siempre se atravesaba. Pero Alicita observaba una gruesa contradicción allí: las crisis eran casi siempre justificaciones alegadas para no atender los temas relevantes acerca de las reformas importantes, y también la inminencia de los feriados largos; pero resulta que durante los tales feriados, ¡las crisis parecían desaparecidas!

Aparte los “Primeristas de muy corto plazo”, que pretendían postergar las reformas de fondo hasta después de sucesos inmediatos, estaban los “Primeristas de muy largo plazo”, con sus condiciones casi hasta la eternidad: “Primero hay que cambiar la cultura”, decían, “y eso es tarea de la educación, y se lleva 100 años por lo menos…”

Alicita les concedía que es verdad: se ha impuesto en el Miracielos una mala cultura, de auto-victimización y limosna, pero era producto y resultado de las pésimas innovaciones de unos años a esta parte, en las pautas y en los reglamentos, de manera que bastaría con remover esas novedades para terminar con toda esa “cultura” y malos hábitos, sin que sea necesario esperar tanto tiempo.

# 9. ¿”Más de lo mismo”, o “poco menos de lo mismo”? “El mal menor”

–El karate es mejor que el beisbol, chico, es más útil, para defensa personal y autodisciplina.

Eso es en la puerta de entrada. Un grupo discute acaloradamente sobre la propuesta Academia: que si karate, beisbol, fútbol, basket …

Antes no era así. En el sector había muchos centros para ese tipo de actividades, y cada quien se inscribía en el que quería, y se cambiaba si no le gustaba. Ahora, los servicios son “comunitarios” y hay una interminable discusión acerca de “prioridades” colectivas. Cada quien tiene su propia jerarquía de prioridades; pero eso es natural, eso no es lo malo, sino que cada uno se ve impelido a tratar de imponerla a los demás, con interminables argumentos, negociaciones, sobornos, amenazas o lo que sea; por lo general una combinación de todas esas armas. Esa discusión fue sobre una academia deportiva. Pero un problema más serio se avecina. Alicita lo ve venir, porque escuchó a alguien:

–No puede ser que no haya en Miracielos capilla o algo para un servicio religioso los Domingos …

Otro motivo de peleas son los cupos o cuotas para las personas. Y las prioridades en las listas. Para todo: puestos del estacionamiento, o de trabajo en los servicios. A Rita no le dan cupo para estacionar, y su empleo en La Cafetería pende de un hilo.

–¿Por qué es eso, Alicita?– pregunta Quique.

–Por ser rubia “catira” natural. Y hasta en La Guardería y El Grupo Escolar su bebé va a tener doble problema: por la misma razón, y por ser varoncito.

–Rita se lo tiene merecido –recuerda Quique–porque ella comenzó a pedir cuotas por género, y después otras siguieron con las cuotas raciales.

–Son sus contradicciones. ¿No eliminaron las calificaciones escolares porque eran “punitivas”? Dijeron que entre los alumnos sólo hay diferencias en el aprendizaje, “todas las experiencias son válidas”, y por eso es que no puede haber “sanciones”. ¡Pero resulta que el capítulo de Sanciones del Reglamento Ecológico del edificio “F” es el más largo!

–¿Y quiénes son esos tipos que estaban en la Reunión de anoche?

–Son de la Junta General de otro complejo residencial. Llegaron invitados por la COCO: Comisión de Relaciones Con Otras Comunidades. Hablan de unos Proyectos Conjuntos …

Total, que Miracielos está invivible. Muchos quieren mudarse, aunque algunos dicen que en otros complejos residenciales pasa exactamente lo mismo, porque el mal es general. Hay familias que ya se mudaron. Otras no consiguen compradores a los precios que piden, porque con todos los problemas la desvalorización ha afectado a sus propiedades, y tampoco quieren regalar sus apartamentos. Para colmo, de un tiempo acá, los despistados hacen eco de que …

–Los problemas son por el modo de escoger las planchas y nominados los candidatos, y los requisitos para ser postulados, y que las campañas electorales no están reglamentadas, y que los escrutinios no se inspeccionan debidamente, y el cuociente para adjudicar cargos según los votos … bla, bla, y la duración de los mandatos, y que no hay revocatoria para todos los cargos … bla, bla, bla … y por eso es que “no tenemos gente honesta, eficiente y sensible en las Juntas”.

Desde entonces, toda discusión termina siempre en el tema de los distintos regímenes de gobierno y sistemas electorales, las ventajas y desventajas alegadas de cada uno, las experiencias en otros complejos residenciales y sus controvertidos resultados, y las interminables reformas. A este fin se han discutido, aprobado y probado varias reformas, acordando sucesivamente diversos métodos para los Organigramas de Gobierno; y asimismo para las postulaciones, campañas, elecciones, cuenta de los votos y asignación o adjudicación de los diversos cargos. E innumerables métodos para que las Juntas de Control supervisen las gestiones de administradores y encargados, y procesen las denuncias formuladas.

Pero todo ha seguido igual o peor, tras cada reforma. Y aún siguen todos los despistados su larga espera por los planificadores, ejecutores, administradores y controladores “honestos, eficientes y sensibles”. Es decir, sigue el interminable desfile de personas en los cargos, cada cual arrojando las culpas de su fracaso sobre el anterior, y sobre la oposición.

–Supongamos que haya esa gente que ellos dicen buscar –ríe Alicita–deben ser muy poquitos, porque si no ya habrían aparecido. Considerando la población que queda en Miracielos, y las duraciones de los mandatos, las probabilidades indican que sus turnos podrían tocarles en el 2080.

A menudo Sergio refuta las “soluciones” despistadas:

–Los condominios deben manejarse como empresas, aplicando técnicas gerenciales modernas, bla, bla, bla …—dice un despistado del “A”.

–¿Y dónde están los accionistas –inquiere Sergio– … es decir, los dueños. ¿Y dónde los beneficios o pérdidas, que en las empresas privadas señalan claramente el éxito o el fracaso? Los dividendos se reparten entre los accionistas, los cuales pueden tomar medidas según los resultados …

–Los condominios deben promover las microempresas, bla, bla, bla …— repite una despistada del “C”.

–¿Y por qué no limitan sus funciones, y por tanto sus gastos –sigue Sergio– de modo que a la gente le quede dinero para ahorrar, y emprender sus negocios por su cuenta …

En general entre los despistados tienden a hacerse como dos partidos: por la revolución o por las reformas.

–O sea –resume Alicita–más de lo mismo; versus poco menos de lo mismo.

Por ejemplo con la devaluación de los vales, los reformistas adoptan la propuesta de regresar al dinero normal, acusando a quienes quieren prohibirlo, los radicales o extremistas, de tener también su propia punto de agenda oculta: “créditos para crear empleos en Miracielos, y así que nadie tenga que salir a trabajar afuera.”

Cierto, sólo que este punto revolucionario no es tan oculto: los extremistas hablan de que el Miracielos “debe producir al menos lo que consume”; y en consecuencia, plantean restringir las compras en el exterior, ya bastante menguadas por la falta de dinero. Y de allí a su prohibición lisa y llana hay un sólo paso.

–Pero en los edificios que adoptaron las reformas –Alicita los nombra– éstas no fueron suficientes. Porque no se atacó el problema en su raíz verdadera, que es la atribución a los Condominios y Juntas de Gobierno de funciones que no son las suyas propias por naturaleza. Y el descontento y el despiste general llevaron pronto al retorno de las mismas orientaciones anteriores, sólo que con medidas aún más radicales pero en la dirección equivocada.

Ante cada elección, el argumento definitivo por un candidato no era que fuese bueno, sino que era “el mal menor”. Alicita preguntaba: “¿Y así, de este modo, eligiendo el mal menor, cómo vamos a salir del mal algún día?” Le repugnaba esto, por el tono veladamente racista o clasista. “Apoyar el mal menor” significa algo así como: “Uds. son seres inferiores, no pueden aspirar a buenos modelos de gobierno, no, eso no es para Uds.; así que deben conformarse con sistemas caudillistas y despóticos, y buscar en todo caso unos déspotas que sean no-tan-déspotas”.

# 10.Entre el miedo y el ajuste. Ganar y competir

Alicita estaba observando algo que al principio le pareció bueno; pero después descubrió que era algo malo, muy malo, aterrador en realidad. El reemplazo del miedo por el “ajuste”. O sea: al principio había mucha gente que se quejaba de que los servicios comunitarios eran malos, y/o que salían muy caros. Hasta había quienes además se quejaban de que recortaban opciones a la gente. Estos “no conformistas” fueron objeto de sanciones, de diversa clase: como pensaban diferente, primero se les retiró el saludo y el trato, …y luego se les negaron empleos, se les negaron exenciones para los pagos, se les retacearon o se les “demoraron” servicios y prestaciones en los servicios.

Cansados de ser objetos de ostracismo y otros castigos punitivos, los “transgresores” descubrieron que si la razón del trato represivo que sufrían se debía a que su pensamiento y conducta no se “conformaban” al patrón requerido, pues entonces la “solución” era: ¡volverse conformistas! Y eso desde los niños, acondicionados desde los nidos en la educación impartida en los moldes establecidos por las autoridades del Miracielos.

–¡Buaaaa … aaa … ¡Era falta! Buaaaa … aaa … Pilito es el hermano más pequeño de Quique. Llora en los escalones de la puerta de entrada, abrazado a una pelota de fútbol. Tiene la cara ensangrentada, aunque Alicita comprueba de inmediato que sus heridas no son graves. Pero está desconsolado y rabioso.

–¿Qué pasó Pilito? ¿Por qué la pelea? Cuéntame …

–Nuestro equipo está bien clasificado … pero como íbamos ganando … el árbitro comenzó a contar sólo las faltas nuestras … y cuando uno de ellos tocó la pelota con la mano … se hizo el que no miraba. Es culpa del Reglamento …– Pilito sollozaba.

–¿Y cómo es eso Pilito? ¿Dice el Reglamento que tocar la pelota con la mano es falta o no?

–Sí lo dice, y claro. Pero es que también dice otra cosa, que le agregaron hace un tiempo. Una cláusula nueva. Esta …– y le tiende a Alicita el Reglamento, abierto en la última página:

Alicita lee en voz alta lo que sigue:

“Los árbitros y jueces de línea no se limitarán a un papel meramente neutral. Han de procurar siempre activamente el adelanto de los equipos menos afortunados –física, social, económica o deportivamente–, sobre todo cuando lleven menos puntaje, y estén más abajo en la Tabla de Posiciones. En todas sus decisiones están obligadas las autoridades del juego, bajo pena de las sanciones que más adelante se establecen, a favorecer sistemáticamente a estos equipos menos afortunados, para que así los más necesitados y desfavorecidos obtengan puntos, y puedan mejorar sus clasificaciones en la Tabla de Posiciones. Las Directivas de las Federaciones velarán por el cumplimiento de estas disposiciones en letra y espíritu. Ni jueces ni árbitros podrán excusarse de esta obligación en base al cumplimiento o incumplimiento de formalidades o tecnicismos; y todos los equipos favorecidos por la presente disposición, quedan facultados para reclamar su aplicación inmediata, en cualquier incidencia y momento del juego, y asimismo antes y después de los encuentros.”

Alicita leyó tres veces, porque a la primera vez no entendió; a la segunda le pareció entender pero no podía creer lo que entendía. En eso llegó Quique, el hermano mayor de Pilito.

–Pero Pilito, ¿qué es esto …?

–Buaaa… Es la “Cláusula de la Igualdad de Oportunidades” …

–¿Y cómo se permitió que incluyeran esta norma? ¿Nadie vio que es un disparate?

–No sé. Lo decidieron por mayoría.

–Pilito, ¿Y nadie vio que este tipo de cláusula contradice a muchas de las demás?

–Yo no sé. Todo lo deciden por mayoría. Así son las cosas ahora–Pilito ha dejado de llorar.

–Pero, un momento, ¿tú si ves la contradicción? ¿O no? –Pilito duda un instante.

–Bueno, yo creo que sí la veo, terció Quique. De lo que estoy seguro es que un Reglamento que tiene esta cláusula y las otras a la misma vez, trajo muchas confusiones. Yo mismo estoy ahora confundido. No sé quien tiene la razón verdaderamente. Tampoco sé si el juez de línea está realmente confundido o se hace. Además está eso de ganar y competir …

–¿Qué …?

–Ellos dicen que ganar no es lo importante sino participar. Y que tampoco se trata de competir, porque es malo: competir.

–Pilito, Quique: ellos quieren ganar, y por eso y para eso participan. Pero ganar sin competir es lo que buscan, ganar de todas formas. Y por eso no quitan las demás reglas, para poder apelar a unas u otras según la conveniencia del momento …

–¿No es lo que llaman “pragmatismo”?– interrumpe Pilito.

–Creo que pragmatismo es otra cosa; de todos modos te prometo buscarlo en mi diccionario– dijo Quique. Y ahora que lo pienso, Alicita, si iban a meter ese artículo, más lógico hubiese sido que quitaran todos los demás, y que el árbitro decida él mismo en cada encuentro el resultado, con independencia del número de goles de uno y otro equipo. Aunque acaso para eso no hiciera falta jugar en realidad. Si lo pienso mejor, veo que la cláusula esa trajo otra cosa. (Quique había estado conversando con Sergio últimamente..)

–¿Cuál cosa …?– preguntó Alicita.

–Abusos– respondió Quique. Muchos abusos de parte de los más vivos y aprovechadores, que por lo general son los jugadores más ineptos e incompetentes. Y si lo sigo pensando, veo otra cosa que trajo esa cláusula encimada a las demás, aparte de confusiones.

–¿Qué más, Quique?

–Peleas. Muchas, Alicita. Violencia. ¿Y por qué hay que decidir todo por mayoría? ¿Y si a mayoría no tiene razón? ¿No es eso un abuso? Alicita no tiene respuesta …

–Churchill, ¿no se suponía que la democracia evitara la violencia?– le pregunta Alicita al perro. Churchill sólo ladra y mueve la cola, saludándola. Pero Alicita sigue su reflexión … El partido de fútbol –y la charla con Pilito y Quique–, le hacen comprender algunas de las otras cosas raras que pasan en el Miracielos.

# 11. Barzones y barzonitos: ¿cómo comenzó esta locura?

Alicita trata de convencer a Engelberto su papá y a Pancho acerca de la conveniencia de mudarse:

–Papi, el problema más grave son los despistados, y no los barzones y barzonitos.

Barzón fue un Presidente de Junta famoso, que duró muchos años a base de chanchullos y engaños. Aunque ya su época de auge había pasado, en el Miracielos todavía se les dice barzones y barzonitos a los sinvergüenzas corruptos grandes y chiquitos. Barzonitos son los que tienen cupos para revender, o te consiguen exenciones y otros privilegios a cambio de votos para ellos y sus otros barzonitos amigos, etc.

–Un barzón, papi, depende de los barzonitos, y viceversa, pero todo el barzonaje descansa sobre una amplia base de despistados, que viven en la Luna. Es el sistema: sin despistados no habría barzones ni barzonitos. ¿Qué es un barzonito? Es un despistado que se ajusta al sistema en una vía de de aprovechamiento, pero casi siempre sigue despistado. No se da cuenta. Si trepa y se transforma de barzonito en barzón grande, tú sabes, entonces sí puede tornarse en un puro sinvergüenza, que se da cuenta pero se hace el que no se da cuenta. Pero en general, papi, lo más inmoral es el sistema: prácticamente nos obliga a todos a ser inmorales, o al menos de moralidad dudosa o discutible. A sacar el barzón que todos tenemos dentro.

–Y si nos mudamos, ¿qué …?– pregunta Pancho.

–Entonces sí voy a participar– respondió Alicita. Pero no como tú, sino que voy a participar para proponer otras reglas de convivencia. Pocas y simples, nada más que dos.

–¿Y a ver sabionda, cuáles reglas son esas dos?– le espetó Pancho.

— La Número 1 es esta: Cada quien tiene derecho a vivir su vida– le respondió su hermana. Y nadie debe fastidiar a los demás. Por supuesto que esa regla incluye por ej. no poner música a todo volumen, no meterse en los puestos ajenos del estacionamiento y esas cosas de mero respeto a la propiedad, a la vida y libertad de cada quien. Y también pagar cada apartamento su parte en los gastos, pero de los gastos que son comunes porque los servicios que son comunes por su naturaleza, no de los que se les ocurra decretar e imponer al barzonaje como que son comunes. Me refiero a los bombillos de las escaleras que se rompen, pintar las escaleras, arreglar los ascensores, la reja de la calle y esas cosas.

–¿Y la Regla Número 2?– sigue Pancho.

–Es más corta– sigue Alicita. Dice: La Regla No. 1 vale también para las Juntas. O sea: las Juntas tampoco deben fastidiar a los demás. Sobre todo no inventar servicios y otras locuras cuyas consecuencias después tenemos que pagar todos, en molestias y enormes gastos. No deben meterse en deudas, salvo que las paguen ellos de sus bolsillos. Obvio que no deben emitir vales. Tampoco imponernos reglas prohibitivas, restrictivas ni mandatorias sobre nuestras actividades económicas, deportivas, artísticas, alimenticias, románticas, religiosas o cualquier otro aspecto de nuestra vida privada, individual o familiar. O sea, nada de reglamentos idiotas y crueles. Y nada de Proyectos Conjuntos. Obviamente, si las Juntas se dedican sólo a mantener y reparar las cosas inevitablemente comunes y nada más, desaparecen los seudo-problemas.

–¿Cuáles son los seudo-problemas …?

–Pancho, los creados por todos los privilegios que las Juntas pueden dar, y por eso pueden quitar. Todos los barzones, incluso los potenciales, dejarían esa desesperación por ser candidatos y ponerse en los cargos, cambiando los barzones Tales por los Cuales. Es más, las elecciones ya no serían asuntos cruciales de vida o muerte, y asimismo los regímenes electorales. No habría esa urgencia de reunirse todos los días. La gente podría ocuparse cada quien de lo suyo, su trabajo, su negocio, su familia –que buena falta nos hace a muchos–, y de su vida espiritual quien quiera, cada quien en su propia búsqueda personal en ese campo. Yo creo en Dios y no creo en horóscopos, pero todos tenemos igual derecho a creer o no creer en lo que nos de la gana a cada quien. Eso sí: cartas astrales, tarots o servicios religiosos, cada quien debe sostener pagando lo suyo propio, pagando sus cuentas separadamente.

–¿Y La Hoja?– el papá de Alicita últimamente ni la leía …

–Papi, volvería otra vez a dar noticias sobre hechos y cosas que pasan en vez de puras opiniones … y las opiniones serían mejores, porque la gente tendría más tiempo y voluntad para pensarlas antes de decirlas. Yo estoy clara: el barzonismo es parte de todo el sistema, que se basa en los despistados, y provoca un aumento general del despiste. Papá, recapitula y acuérdate cómo comenzó esta locura …

–Cierto, ¿cómo empezó todo esto?– Pancho, desde semanas atrás se estaba poco a poco aclarando, y se daba cuenta de muchas cosas, primero una, después la otra … iba atando cabos.

–Con los despistados que se creyeron vivos, y pensaron que iban a tener almuerzos gratis, o casi. Y arreglos o reparaciones de carros por monedas. Ellos apoyaron la creación de los talleres de reparaciones. ¡Todavía no se dan cuenta que no hay almuerzos gratis!

# 12. La Salida de la locura, incluso la mayor de todas

Alicita sigue con la idea de mudarse, ahora con Aldelaida su mamá:

–En un edificio nuevo, las dos Reglas No. 1 y No. 2 servirían para prevenir toda la locura mami– Alicita le aclaraba a su mamá. Y si la locura ha comenzado a desatarse, podrían detenerla. Convenientemente aclaradas las dos Reglas, servirían para pasar claros mensajes como vacuna contra la locura, o remedio. “Despistados: No hay almuerzos gratis.” Y “Barzones: No hay despistados.”

–Mamá yo estoy clara– Alicita le insistía. Los barzones existen por la ignorante credulidad de los despistados, y su supuesta “viveza” tonta, porque ellos siempre están esperando sacar algo de los gerentes administradores supuestamente “eficientes, honestos y sensibles”. En lugar de informarse y aclararse, y administrar cada quien lo suyo propio, sin aceptar que todo sea puesto en común, incluyendo enseñanza, servicios médicos, comida, reparaciones, lavado y planchado, corte de pelo y cuanta cosa necesitamos las personas. Fíjate, mami, que es exactamente lo mismo lo que ocurre con la locura mayor, a otro nivel.

–Me imagino a cuál nivel te refieres—le respondió la mamá. ¡Pero ahora no tengo tiempo!

–Sí. La gran locura mamá, la de todos los despistados de la nación: despiste y barzonismo generalizados, en el país y sus Gobiernos, todos, nacionales y municipales, de antes y de ahora. El sistema es más difícil de ver en un conjunto de ciudades, pueblos y pueblitos, que en un grupo de edificios, y por eso todos los despistados del país lo apoyan sin reservas, y casi nadie se le opone. Pero es el mismo sistema. Aquí en el Conjunto Residencial Miracielos, todo comenzó cuando la gente olvidó que las Juntas de Condominio tienen unos fines propios, y una naturaleza propia, que es muy apta para cumplirlos, pero no para otros fines que no son los suyos. Como las empresas. “Zapatero, a tus zapatos”.

–Y “quien mucho abarca, poco aprieta” … dice el otro refrán. Era la tía Quinita, hermana del papá de Alicita.

–¡Eso, tía! Cada quien en lo suyo es como sirve. Yo llamo “servicialismo” a esta idea, lo opuesto a servilismo. Aunque Sergio dice que también se le llama “capitalismo”. Pero en fin, de todas maneras, tú ves que aquí todo candidato promete “ayudar a resolver los problemas de la gente”, como decía Barzón en su tiempo. Él ya no está, pero los de ahora siguen la misma línea y eso no ha cambiado. Ese otro refrán tengo muy claro: El que más ayuda es quien no estorba. Me enerva esa hipocresía de los ayudadores desinteresados. Buscan lo mismo que buscamos los acusados de desajustados egoístas. Es lo que busca todo ser humano normal: provecho propio. Sólo que los medios que ellos han elegido son el engaño y el temor; o el “ajuste”, la conformidad. No es como cuando alguien pone una venta de pollos en la calle o el mercado. ¿Qué le dice a su cliente? “Toma tu pollo, dame mi dinero.” ¿Y qué le dice el cliente a la puestera? “Toma tu dinero, dame mi pollo.”

— Ahí no hay engaño ni temor, tía. Ni hay que “ajustarse” a un patrón de ideas y comportamientos predeterminados por los jefes. Lo que hay es intercambio voluntario, natural, y muy simple: porque si al cliente el pollo le parece muy flaquito, puede caminar una cuadra más hasta el siguiente kiosco de venta de pollos.

–¿Y cómo comenzó la locura en el país?– pregunta la tía Quinita.

–Igual, tía. Los Gobiernos también tienen fines específicos y naturaleza propia acorde con ellos, muy limitados. ¡Pero a la gente se le olvidó! Esa naturaleza suya burocrática, jerárquica, centralizada, que es uniforme y formalista, conviene a sus funciones propias, siendo la principal administrar justicia. Claro, también los Gobiernos pueden servir para mantener servicios de policía, bomberos, soldados en las fronteras, cuadrillas de obreros construyendo puentes, o calles y caminos, y limpiándolas … Pero hasta allí. Más de eso, ya sale demasiado caro, hay abuso y robo, y la gente se empobrece. Y cuando la gente es pobre, entonces no puede comprar lo que necesita, de las otras instituciones aptas para producirlo, por ejemplo las empresas, y las escuelas y clínicas privadas, que son también empresas, lo cual no tiene nada de malo.

–¿Y cómo podría curarse la locura mayor …?

–Con las mismas dos Reglas, tía. La Número 1 diría No fastidiar al prójimo, y la Número 2 diría Los Gobiernos tampoco. Tal vez un poco más largas, sobre todo la segunda. La 1 establecería los derechos de las personas, pero nada más a la vida, libertad y propiedad, poniendo claro que la gente debe ganar el sustento como le parece y pueda –aunque sin violencia o fraude–, y conservar íntegro lo que gana sin que nadie le quite ni pizca, cualquiera sea el pretexto. Y la 2 establecería los límites de los Gobiernos, en sus funciones, competencias, poderes, tamaño, gastos y recursos. Porque si yo te apunto con una pistola y te quito algo tuyo –para otro o para mí misma¬-, eso es delito, ¿verdad? Bueno, cuando lo hacen los Gobiernos también debería serlo.

–Volviendo al Miracielos, Alicita. Si nos mudamos, ¿tu participarías promoviendo esas dos reglas?-¬terció Pancho.

–Sí.

–Hija mía querida, no necesitamos mudarnos para eso– terminó su papá.

FIN DEL FASCÍCULO I

————-

No te despistes, los próximos títulos de la serie son:

Título II: ALICITA VENDE POLLOS

Y huevos. Aunque no en Miracielos. Cuenta con Quique, la ayuda de Pancho, el apoyo de sus papis, el asesoramiento de Sergio, y la oposición de la mamá de Quique.

Pero Alicita no puede vender mucho, porque encuentra muchas dificultades de diverso orden: impuestos, reglamentos sanitarios, prohibiciones de importar insumos, carreteras deficientes, etc., sin contar que la gente no tiene mucho dinero. Las dificultades le sorprenden porque directa o indirectamente derivan de cosas que se supone benefician al pueblo, constituyendo en realidad verdaderos obstáculos –y muy serios– al mejoramiento, progreso y bienestar popular.

Alicita experimenta como funciona –o no funciona–su propia economía, y la de la gente, es decir, la del país. Y sobre lo que hacen los Gobiernos, y deshacen, e impiden hacer. Llega a ciertas conclusiones sobre los bienes y servicios, el dinero y el crédito, los trabajadores y el pueblo, las empresas y sus beneficios. Pero sus conclusiones no son compartidas por el Padre Felipe, el Párroco de la Iglesia.

Título III: ALICITA ESTUDIA LA BIBLIA

Alicita & Cía. tiene contratados a 5 empleados, y al Gerente Demóstenes. Pero el Padre Felipe le dice que la “explotación” no es cristiana, y el afán de lucro tampoco. Consultado el Pastor Luis José, de la Iglesia Evangélica, también resulta ser de esa misma opinión.

Así que Alicita decide estudiar la Biblia.

Pero mucho se sorprende cuando encuentra que la Biblia no prohibe hacer negocios, y es más: trae algunas recomendaciones prácticas muy útiles sobre ellos, por ej. no endeudarse como cosa corriente, y nunca más allá de la capacidad crediticia de cada quien. Tampoco la Biblia prohibe a las personas obtener lucros o ganancias empresariales, o contratar otra gente mediante el pago de un salario. Más sorpresas: la Biblia sí prohibe a los Gobiernos hacer negocios, y entrometerse en las economías particulares. También les prohibe a los Gobiernos gastar demasiado, y cobrar impuestos sin proporción ni relación con sus funciones propias naturales, porque eso es robar, cosa prohibida para todos. Y la Biblia ve con desconfianza y disgusto a los Gobiernos que emiten dinero, y educan a los niños y muchachos, así como a cualquiera persona. Además, otra cosa dice la Biblia que prohibe Dios a los Gobiernos, a los cleros, al pueblo, a todo el mundo: mentir. O sea: ¡que la Biblia no está despistada, al contrario, está muy clara!

Título IV: ALICITA EN LA FACULTAD DE FILOSOFÍA

La Biblia no prohibe a la gente que use la cabeza para razonar, y es más: lo recomienda. Alicita quiere estudiar Filosofía, pero sin dejar los pollos (ni la Biblia.) ¡Gran alegría de sus papás!, a quienes no les hace mucha gracia que Alicita lea sólo la Biblia.

Ella se sorprende cuando encuentra ciertas dificultades para conciliar sus estudios con los pollos (no con la Biblia.) Pero no porque no se relacione el conocimiento filosófico con la venta de pollos, sino porque descubre que la gente no va a las Universidades a buscar conocimientos sino títulos. Y eso no pasa sólo en la Facultad de Filosofía sino en todas. Y porque los centros educativos son propiedad de los Gobiernos, y/o están regidos en todo por los Gobiernos, que los utilizan –entres otras cosas–para decidir ellos quién trabajará en qué y cómo.

Por fin Alicita toma un curso sobre las ideas filosóficas antiguas. Más sorpresas. Una: muchas ideas filosóficas no son sólo antiguas, son las que todo el mundo actualmente tiene en la cabeza, pero sin darse cuenta. Dos: son erróneas, falsas. Tres: la gente no las tiene en la cabeza por casualidad; la mayor sorpresa de Alicita es la gran cantidad de premisas, conceptos e ideas filosóficas absurdas que a diario transmiten la prensa, la radio, las telenovelas, etc., despistando a la gente, que las repite … Y cuarto: las consecuencias de las teorías son muy prácticas. Repitiendo y aplicando la gente teorías locas a sus negocios y asuntos privados –y a los públicos–, las consecuencias prácticas son desvastadoras para las personas.

Título V: ALICITA EN LA WEB

Para publicitar sus pollos, Alicita monta su Página Web, incursionando asimismo en el comercio electrónico. También desea publicar algunas conclusiones de sus estudios bíblicos y filosóficos. Y su “Neo–Diccionario”, con los nuevos significados que los abusadores semánticos dan a las palabras: abusan del lenguaje para abusar de las personas.

También se propone registrar ciertas experiencias científicas. Por ejemplo: en los gallineros se observa que los animales conviven jerárquicamente, según estricto “orden de picoteo”. Y Alicita ve que los seres humanos podemos hacerlo de esa forma –de hecho muchos lo hacen– pero tenemos abierta la posibilidad de convivir de otro modo si queremos: sin sumisión ni servilismo. Eso implica que somos libres, a diferencia de los animales, que no lo son, y no porque se los tenga encerrados en un corral.

En la Web, Alicita descubre otras páginas y blogs de personas y grupos que piensan de manera similar, en todo el mundo. Y descubre que Internet es una maravilla. Y también la “globalización” y las inversiones extranjeras. Pero también los abusadores del lenguaje le cambian los significados a esos conceptos. Alicita documenta que los nuevos significados ya no corresponden a las verdaderas realidades de las cosas, como sí los viejos significados de su antiguo y manoseado Diccionario escolar.

Título VI: ¡VOTA POR ALICITA!

De sus estudios y experiencias –a las que llama “trabajo de campo”–, Alicita llega a sorprendentes conclusiones sobre las campañas electorales y las elecciones. Y sobre la democracia; por ej.: no es seguro que sea en todo caso la mejor forma de Gobierno. Pero siendo la única hoy en día, decide aceptar la postulación para un cargo electivo. Le apoyan su familia, los amigos, y Demóstenes, y sus empleados y clientes, y algunos de sus proveedores. Entre todos tratan de organizar un partido, fundamentado en el “Servicialismo”, doctrina opuesta a toda forma de servilismo.

Alicita se asume como candidata “radical y desajustada”, y con orgullo. Sus lemas:

“¡Desajustados del mundo: unámonos!”

“¡Contra los abusadores y sus serviles!”

“Servil: no te hagas el despistado!”

“Despistado: ¡sube a la pista!”

Advierte fieramente la candidata Alicita: “¡Despistados: nada con Ustedes hasta que se aclaren!”; y vocea: “¡Arriba la gente que está clara …!” “¡Sometidos: a libertad somos llamados!”

No le adelantaré ninguna de las sorpresas en este campo.

Fdo.: Engelberto,

papá de Alicita

Edición 1: Caracas, 2002.

Edición 2: Lima, 2013.

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